Por supuesto que en los seis terabytes que el colectivo Guacamayas le hackeó a la Secretaría de la Defensa Nacional hay información de Morelos. Poca, pero la hay.
Tuvimos a la vista una gráfica con una treintena de fotografías unidas por líneas de diversos colores, unas punteadas, otras de rayas completas, que en su extremo superior izquierdo dice SEDENA, luego el título en mayúsculas JUECES Y MAGISTRADOS, con la anotación entre paréntesis “confidencial”.
Al centro un logotipo: Centro Integral de Capacitación en Litigio Oral, con las siglas CICLO, de donde surgen varios nombres con sus respectivas fotografías: Martín Eulalio Domínguez Casarrubias, Ramón Villanueva Uribe, Ricardo García Bravo, Javier Hernando Ulloa Romero, Yaredi Montes Rivera y Nancy Aguilar Tovar.
Enseguida, diversos casos con sus respectivos retratos. Dice “Caso Felix” en letras negras y abajo las fotografías con sus nombres de los jueces Jesús Valencia Valencia, Alejandra Trejo Reséndiz y María Luisa Rodríguez Cadena.
Y así consecutivamente: Caso Mixquic, Francisco Javier Campos Neri, Job López Maldonado y María Luisa Rodríguez Cadena; Caso Tablas, Guadalupe Flores Servín, Job López Maldonado y María Luisa Rodríguez Cadena (aquí hay una especie de señal para hacer notar que María Luisa participó en los tres casos antes mencionados).
Caso Vallarta: Elda Flores León, Andrés Hipólito Prieto y Valentín González García. Caso Cházaro: Martín Eulalio Domínguez Casarrubias, Guadalupe Delfina Arredondo García y Patricia Soledad Aguirre Galván, quien también participó en el “Caso Julián” junto con Daniel Rodríguez Apac y Leticia Damián Avilés.
“Caso CIDA”, en el que sólo vienen las fotografías de Martín Eulalio Domínguez Casarrubias y Javier Hernando Ulloa Romero, y una línea que conecta a ésta último con el “Caso Hugolino”, donde aparecen también Roberto Becerra López y Daniel Rodríguez Apac.
Finalmente, el Caso Laredo Adame, en el que aparece Roberto Becerra y Nancy Aguilar Tovar. Hay un espacio en blanco con el nombre de Gloria Angélica Jaimes, pero al parecer no consiguieron una fotografía de ella.
Más abajo, el “Caso Huerta” en la que viene la fotografía de Yaredi Montes Rivera, María Guadalupe Reyes Cárdenas y Gabriela Acosta Ortega.
Eso es todo lo que hay de “jueces y magistrados”. Queremos suponer que la grafica que tuvimos a la vista corresponde a un “informe confidencial” de “la inteligencia militar” que envían los agentes destacamentados en Morelos a sus superiores, tratando de evidenciar supuestas componendas de funcionarios para beneficiar a presuntos delincuentes.
No tarda en ser difundida esa gráfica que pareciera que la hizo un estudiante de secundaria con un programa de Power Point, y coincidirán con quien esto escribe que lo único que hicieron fue investigar quiénes fueron los jueces y magistrados que participaron en las resoluciones que -a juicio de ellos- estuvieron mal hechas.
Es decir, no hay una investigación real y contundente que dé sustento a los informes de “inteligencia militar” que llegan hasta la SEDENA. De otra manera ya se habrían iniciado carpetas de investigación en las Fiscalías competentes.
El pasado 10 de octubre publicamos una columna titulada “la sobrevaluada inteligencia militar”, en la que retomamos lo escrito por el ex director del CISEN, y jefe de la sección dedicada al espionaje militar, Jorge Carrillo Olea, quien sostiene que en aquel tiempo “las fuentes de información utilizadas entonces para formular sus síntesis eran los periódicos, la especulación, los soplos y chismes que corrían en los salones presidenciales”.
Carrillo Olea, a quien le gusta que le llamen “el padre de la Inteligencia en México”, habla de un Ejército de hace varias décadas, pero de acuerdo a nuestros informantes el único cambio que ha ocurrido es que ahora ya no usan tarjetas escritas a máquina, sino computadoras y correos electrónicos.
“Uno se imaginaría que la inteligencia militar es lo máximo y que sus investigaciones son de lo más profundas, pero no es así. En muchas ocasiones la información es obtenida de notas periodísticas que van recolectando e informes de corporaciones policiacas sobre el contenido de las llamadas narcomantas”, escribimos en esa columna.
Hace unos días Luis Hernández Navarro escribió en La Jornada un artículo titulado “El regreso de nuestro hombre en La Habana”, en el que narra que en la Cuba de los años 50, en plena guerra fría, el vendedor de aspiradoras inglés Jim Wormold fue reclutado por el Foreign Office británico, para tareas de espionaje. La Habana era vista, en aquel entonces, un lugar clave para la estrategia comunista en la región.
“Con tal de ganarse un poco de dinero extra, el improvisado agente secreto proporcionó a sus patrocinadores reportes falsos sobre los avances de la subversión en la isla. Lo mismo inventó inexistentes colaboradores que pergeñó fantasiosos informes. Su desparpajo llegó al extremo de, utilizando los planos de una moderna aspiradora que vendía en su tienda, avisar a sus superiores que el gobierno cubano estaba fabricando una poderosa arma de destrucción masiva en las cumbres nevadas de la isla. Para tapar sus embustes, el agente Wormold se vio obligado a fabular mentiras cada vez más grandes”, escribió Luis Hernández.
Y utiliza esa anécdota para compararla con lo que el Ejército Mexicano informa a sus superiores en torno a organizaciones civiles como el Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Presa La Parota. En un “informe de inteligencia” (que salió a la luz pública por el hackeo de los guacamayos, se asegura que su finalidad es realizar obras ilícitas (cobro de cuota, extorsión, abigeato y privación ilegal de la libertad), aprovechando el poco nivel escolar de las personas que habitan en las comunidades de Cacahuatepec para manipularlos contra el gobierno.
En la gráfica que tuvimos a la vista y que seguramente aparecerá pronto en las redes sociales, ocurre exactamente lo mismo. No dudamos que haya componendas entre abogados, fiscales y jueces, pero de ahí a que sea tema para un “informe confidencial” de la SEDENA hay mucha diferencia.
Sin duda que quien hizo esa gráfica, sólo quería cumplir con su trabajo e impresionar a su jefe.
HASTA MAÑANA.