Ayer recordamos a varios militares que se han hecho cargo de la seguridad pública en Cuernavaca, y por alguna razón olvidamos (quizás porque no protagonizó ningún escándalo) al general Mario Ayón Rodríguez, uno de los tres secretarios que tuvo Manuel Martínez Garrigós de 2009 al 2011 y que -debemos reconocer- “mantuvo a raya” a la delincuencia en la capital del estado. Eran otros tiempos y circunstancias.
Mario Ayón Rodríguez era general de División del Estado Mayor retirado, y contaba con licenciatura en Administración Militar. Fue docente en la Escuela Superior de Guerra, agregado militar de México en Argentina, Uruguay y Paraguay, comandante de las zonas militares en Tepic, Toluca, Morelia, Culiacán y Pachuca, representante de México en Satory Francia y Forth Hood de la Unión Americana.
Además, fungió como organizador y coordinador general del Plan Popocatépetl en los estados de Tlaxcala, Puebla, México y Morelos. También fue secretario de seguridad pública en el estado de Puebla con el priísta Mario Marín.
Su hijo, militar también, fue jefe de escoltas del presidente Enrique Peña Nieto.
A su llegada, Martínez Garrigós le cambió el nombre a la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Metropolitana (bautizada así por Cesáreo Carvajal) por el de Secretaría de Protección y Auxilio Ciudadano, y designó como secretario de Seguridad Pública y Tránsito a su maestro de Derecho, Rogelio Sánchez Gatica; posteriormente dejó en el cargo a Mauricio Vega Chavaje, hijo del ex secretario de la SEDENA, Clemente Vega García.
En aquel tiempo el jefe de la 24ava. Zona Militar era Leopoldo Díaz Pérez, un general de Brigada que venía de Chiapas de combatir a los insurgentes y que asumió el cargo desde el primero de enero de 2008. Su cercanía con el secretario de la Defensa lo hacía ser casi omnipotente, o al menos eso presumía.
Se daba el lujo de regañar a los secretarios de gabinete del entonces gobernador Marco Adame Castillo, y cada vez que se le antojaba mandaba a un pelotón a desarmar a las policías municipales con el pretexto de revisar la vigencia de su licencia colectiva.
En una ocasión, en un retén militar instalado sobre la avenida Heroico Colegio Militar, fueron detenidos dos funcionarios del Ayuntamiento de Cuernavaca a los que les encontraron un arma de uso exclusivo del Ejército. Eran los hermanos Oscar y Sergio Prado Alemán, funcionarios subordinados al entonces secretario del Ayuntamiento, Rodrigo Gayosso Cepeda, quienes de inmediato le hablaron a Diego Gómez, secretario particular del alcalde Martínez Garrigós, con la seguridad de que él podría sacarlos del problema.
El presidente municipal le habló al general Díaz Pérez para pedirle el favor de que les diera las facilidades a los hermanos Prado Alemán, pero el militar le dijo que habían sido detenidos en flagrancia y que además se habían comportado muy prepotentes. “Los voy a poner a disposición del Ministerio Público Federal, y si son inocentes que lo demuestren jurídicamente”, le habría dicho el jefe de la Zona Militar. Le plantearon el asunto al abogado Rogelio Sánchez Gatica, quien al no poder litigar porque era servidor público, contrató los servicios del litigante Rodolfo García Aragón. Salieron libres al cumplirse el término constitucional.
Ya con Mauricio Vega Chavaje como jefe de la Policía de Cuernavaca, el General Díaz Pérez le desarmó en una ocasión a toda la corporación argumentando que la licencia colectiva no había sido renovada. En otra ocasión le detuvo a su comandante Juan Bosco Castañeda por algunas horas y lo dejó en libertad. Meses después lo puso a disposición de la SIEDO (Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada) pero la puesta a disposición decía que al hacer una revisión de rutina en las instalaciones de la Policía Municipal de Cuernavaca, se encontró un arma de uso exclusivo del Ejército en el interior de la oficina de Bosco, cuando los videos internos muestran que los soldados jamás entraron a la oficina del comandante, sino que se lo llevaron del despacho que ocupaba el entonces secretario de Protección y Auxilio Ciudadano.
Pero para un general de Brigada, un general de División. Manuel Martínez Garrigós designó como secretario de Seguridad Pública de Cuernavaca a Mario Ayón Rodríguez, quien venía de ocupar la misma responsabilidad a nivel estatal en el vecino estado de Puebla, con la característica de que su rango militar era superior al jefe de la Zona Militar, Leopoldo Díaz Pérez.
Llegando se enteró de que el empoderado general Díaz Pérez acostumbraba a llamar a su oficina a los secretarios de Seguridad Pública y también a los alcaldes para “leerles la cartilla”, por lo que decidió darle una visitadita en la Zona Militar.
No se sabe de qué hablaron, el hecho es que días después el general Ayón le pidió al edil que hiciera espacio en su agenda para recibirlo y que iba a ir acompañado de “alguien”. Cuál sería la sorpresa de Martínez Garrigós al ver que ese alguien era nada más y nada menos que el poderoso jefe de la Zona Militar, en un plan muy diferente al que lo había tratado con anterioridad.
“Mire general Díaz Pérez, en el fuero civil este joven es mi jefe y yo atiendo todas las instrucciones que él me dé, pero en el fuero militar la cosa es diferente y yo tengo más rango que usted, así que le voy a pedir que todo lo que tenga que ver con el municipio de Cuernavaca me lo haga saber a mí, y si mi presidente municipal me lo autoriza, se hace, y si no me lo autoriza, no se hace”, le dijo el general de División.
Así fue como el general Díaz Pérez se le imponía hasta al propio gobernador del estado, no así al presidente municipal de Cuernavaca que tenía como secretario de Seguridad Pública a un militar con mayor rango que el jefe de la zona castrense.
Leopoldo Díaz Pérez fue destituido del cargo el 15 de julio de 2011, después de que se comprobó que había ordenado a soldados bajo su mando, que se deshicieron del cadáver de un joven que había fallecido en las instalaciones del 21 Batallón de Infantería luego de ser sometido a una golpiza.
Mario Ayón Rodríguez falleció el 18 de enero del 2022 a los 81 años en Puebla, en un accidente haciendo la actividad que le apasionaba: montar caballos. Su equino (un tordillo al que le puso por nombre F-5), le cayó encima y lo mató.
HASTA EL LUNES.