Es decir, siete de cada diez jóvenes que llegan a los 18 o 19 años y no ingresan a la universidad, no tienen otra alternativa que no hacer nada, trabajar en condiciones informales, sin derechos, sin más estímulo que el recibir un raquítico ingreso que los mantendrá en la marginación y en la exclusión social. O peor aún, la opción de ser reclutados por las bandas delictivas, para que se incorporen a actividades no lícitas. Pero por si fuera poco, ya antes, en el nivel medio superior (bachillerato), más de 600 mil jóvenes entre 15 y 17 años desertan de ese nivel educativo, lo que representa más del 14.5%, según cifra que reveló el subsecretario de Educación Media Superior de la Secretaría de Educación Pública, Miguel Ángel Martínez Espinosa. ¡Cada 25 segundos un joven abandona la preparatoria! ¡Tres mil 114 alumnos abandonan los estudios en ese nivel cada día en el ciclo escolar! Las razones de este abandono no sólo son los problemas económicos, sino la desmotivación, la apatía, la falta de interés y de compromiso de quienes están al frente de las aulas. Este año, el gobierno federal, en una respuesta un tanto tardía, intenta retener con becas a los jóvenes para que no se retiren. Esto es aceptable y benéfico seguramente, pero insuficiente, pues las becas no quitarán la apatía de los maestros, ni las pésimas condiciones de las instalaciones de una buena parte de las escuelas, sobre todo de las preparatorias universitarias. La Universidad Autónoma del Estado de Morelos es un ejemplo. Después de tanto que insistí ante el subsecretario Martínez, este año habrá un presupuesto especial para la UAEM para este nivel. ¡Ahora hay que insistir para que sea regularizable y lo sigan asignando!
Pero ¿qué hacen estos muchachos y muchachas que no pudieron seguir estudiando la preparatoria? Están a la deriva. Sin opciones. Con la juventud robada, extraviada. Y si bajamos la escala, vemos que si bien tenemos una cobertura de arriba del 95% en primaria y en secundaria, nos encontramos con la mala noticia de que la calidad de esta cobertura deja mucho que desear. Se manifiestan graves problemas en el manejo de gramática, lectura y resolución de problemas en matemáticas. Sí, México ocupa nada menos que el lugar número 48 entre los 65 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), de acuerdo con los resultados de la aplicación del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) que se inició en el año 2000. A partir de esta prueba, la mejor medida internacional de calidad de la educación básica, queda al descubierto lo que muchos mexicanos ya sabíamos, que nuestro “sistema educativo” estaba en un severo estancamiento. No conformes con tener un nivel promedio de segundo de secundaria del nivel de estudios de nuestros habitantes y con tener al 43% de los jóvenes de 15 años o mayores con una educación básica inconclusa, tenemos al 56% de los que sí van a la secundaria con niveles de cero y uno de la prueba PISA, que indica que no se tienen las habilidades mínimas necesarias para enfrentar los retos de la vida actual. No sólo tenemos problemas de cobertura a nivel medio superior y superior, sino que la calidad de estudios de quienes llegan a estos niveles presentan verdaderas y básicas limitaciones. Cómo aceptar que seis de cada diez alumnos que concluyen la secundaria no tienen los conocimientos básicos de matemáticas; cómo entender que habiendo concluido la educación básica, cuatro de cada diez alumnos no manejen lo básico del español. Sólo aceptando que la educación en México es zona de desastre. Al parecer, sólo cuando identificamos el desastre, los mexicanos actuamos; el ejemplo siempre referenciado es el terremoto de 1985. Pues bien, estamos ante un desastre nacional, ¡actuemos! Participemos en los temas que orienten la educación. Participemos en la toma de decisiones para superar este desastre. Actuemos a favor de los niños y de los jóvenes, cuya apatía no es atribuible a ellos, sino a las carencias formativas y al engaño del que han sido víctimas. Liberemos a la educación de la simulación, del sometimiento. Es tiempo de que quienes participamos en la educación superior salgamos a trabajar para ello y nos manifestemos en este sentido y no esperar más tiempo para que tengamos más bajos niveles formativos. Ningún secretario de Educación Pública podrá dar solución a este problema, si no le exigimos a los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial que actúen en consecuencia. ¡La educación no es un asunto menor! ¡Hasta la próxima!