Traicionero, filtrador de lo que sucedía en casa al peor adversario (derivado de una transacción económica y no comercial) de los que le reactivaron su vida y lo volvieron a los gustos y lujos, el ya maduro cincuentón con cara de 14 años, se dedicó a buscar la vía para, en sus únicos tres años de vida pública, recuperar los 40 ó 50 tirados por la borda. Llegado al poder aparentemente menor como regidor, Carlos se cegó y dejó de ser el junior mayorcito y cercano a la tercera edad, “de su papá”.
¿Cómo vemos los padres a los hijos? Diría la madre del que escribe y seguramente de otros como el personaje de hoy: “Los hijos pueden tener 80 años y uno siempre los va a ver desvalidos, por no decir que rete bien pendejos”. Aplicable en este caso de enfrente y para que no se sienta solo, también en el nuestro. En ocasiones para justificar el espacio y los pensamientos, nos tenemos que meter en la piel del otro.
Teórico irredento, filósofo corcholatero, socio incapaz, ingrato y mal hablador de sus ex amigos, a Carlos Riva Palacio Than le pesó ser el hijo de su papá, hoy le cuesta pasar de los 50 años y apenas empezar a figurar sin lograrlo. Se acabó el tiempo cuando se ponía sabroso. Acostumbrado a golpear sin miramientos, es más delicado que un pliegue, comentaría el tío Jorge. Dice para sus adentros: “¿Pero como, si yo soy incluso más preparado que mi padre? ¿Por qué no me reconocen y esto ya se va a acabar el fin de año?”. Así es, pero el poder extraoficial en dos semanas y la quincena en seis meses. Para pronto: sin pena ni gloria tres años y unos meses de regalo.
No imaginamos la condición de don Antonio Riva Palacio, ya mayor, cuando su hijo determinó cómodamente no creer en los candidatos del PRI e ir, ser usado mediáticamente y levantarle la mano a Graco Ramírez. No dudamos que una que otra lágrima rodara por las mejillas del considerado gobernador priista-priista. No lo vemos, pero se sabe que las miradas de nuevas generaciones en este partido, son desconfiadas, y que los antiguos -hasta ex colaboradores- de reproche: porque a ellos nunca los dejó sacar un pie de su partido, y su hijo se sale completo aunque goce de los privilegios de decir que está adentro, por ejemplo en el Cabildo Rojo, donde opina ante la complacencia de socios o cómplices, los otros junior’s, cada uno comprometido para llevarse un extra con obra pública en los siguientes meses. Los vamos a cuidar con muchísima atención, porque les ha gustado “pegarle al burro” y se lo quieren llevar a las vitrinas de sus casas.
Con tareas específicas para derrotar al partido de su padre –que no de él, se ha visto—usa su condición de edil en la capital para filtrar igual al equipo que integra hace años en materia informativa que a su nuevo compromiso electoral. Hurga donde puede para alimentar los golpes en contra de Amado Orihuela, de Jorge Morales Barud, de Rodolfo Becerril Straffon, del compadre de su papá, Luis Flores Ruiz. La talacha sucia. Pero no deja de contar con aliados igualmente ingratos y sentidos con el partido de sus padres, logrando un triunvirato de junior’s que pega duro con la derecha, la izquierda y pone las dos manos en la recepción de canonjías. Un desvergonzado irremediable.
Carlos es de los que creen que el morelense no tiene memoria, de las sociedades con Junior’s de Salvador Neme Castillo en Tabasco o de Guillermo Cossío Vidaurri en Jalisco, de la triangulación de obra pública como Villahermosa 2000 o la avenida Cuauhtémoc en Cuernavaca. Eso hacía. Fueron muchos millones de pesos. Insaciable. Se mal acostumbró. Eran días que el calendario de su empresa con todo y logo aparecía a la espalda de cada funcionario estatal y municipal con la fotografía del gobernador Riva Palacio. Vivió también los tres primeros años de pesadilla en la administración de don Antonio que el gobierno federal lo quería deponer. Y tres de esplendor cuando aquella sociedad cómplice debido al exceso de un junior como él que asesinó a una jovencita en Ahuatepec, en tanto él con la familia –obviamente su padre—se encontraban en Miami descansando la Semana Santa. Era abril de 1991. Riva Palacio pudo gobernar la segunda mitad gracias a la sangre joven de una jovencita brutal y cruelmente masacrada. Los tres primeros estaba sometido a Los Jorges: Carpizo Mc Gregor y Carrillo Olea, por órdenes presidenciales.
Cuando gusten le damos detalles. Quizá eso se le olvide al regidor felizmente abuelo. En tanto, su poca experiencia propia en la vida pública lo hace creer que sus manos no se notan cuando tira piedras. De igual forma se reciben de distinto tamaño. Lo triste de esta historia es que impidió con sus actos, la libertad de su padre de caminar por los únicos pasillos que le quedaban con poder: los del PRI. Ya no lo hace. Lo confinó a quedarse en su casa en la espera, seguramente infructuosa, de los que solicitaban el consejo o la venia hace unos cuantos meses.
Personalista, egoísta, el hijo junior metido tarde a la política, se llevó en sus corajes y frustraciones a un ex gobernador y lo deja hundido además de que es su progenitor. Hoy evaden al viejo político. Lo único bueno para el chamaco que nunca creció, es que no lo ve. Ya de remate en esta primera entrega: se declara priista aunque no cree en sus candidatos. Y para su descanso reproducimos lo que dicen los de ese partido: Nunca lo fue.
Es una larga historia que detallada nos lleva a un libro. Por hoy, ya, con el remedo de Peter Pan.
1 comentario
Hey
Pues sí el hijo de don Antonio hizo gala siempre del poder… Compartelo!