Es ahora o nunca. Los mexicanos, dentro de un contexto general, y los morelenses, a nivel particular, tenemos hoy la obligación ética y moral de mantener a Juan Francisco en nuestro recuerdo, sin soslayar la lamentable pérdida de otras seis almas humanas. Lo importante, desde aquel día y hasta hoy, es tener el suficiente valor para plantarnos frente a una nueva realidad gracias al movimiento social encabezado por el poeta Javier Sicilia Zardaín, padre de Juan Francisco, y una pléyade de compatriotas nuestros que se atrevieron a desafiar al estado mexicano y a cualquier élite colocando en el banquillo de los acusados al sistema de representación de este país con la expresión: “Estamos hasta la madre”.
Ayer tuvo lugar un encuentro que pasará a la historia. El escenario: el Castillo de Chapultepec del DF, con Javier Sicilia como el principal protagonista, y el presidente Felipe Calderón Hinojosa en un rol obligado por las delicadas condiciones políticas y sociales surgidas durante infinidad de protestas cuyo epicentro fue Morelos. Es triste decirlo, pero nuestra entidad quedará registrada en los anales como el sitio donde anidó el crimen organizado bajo el manto protector de la impunidad institucional.
Respecto al encuentro se escribirán miles de cuartillas, porque, insisto, estamos asistiendo a una faceta histórica inconclusa. Su impacto final todavía no es medible. Pero algo se moverá estructuralmente a partir del año próximo, cuando habrán de llevarse a cabo las elecciones federales (tocante al caso nacional) y las del nuevo gobernador morelense (a nivel local). Empero, varios analistas nacionales hicieron la víspera apretados resúmenes sobre el resultado del encuentro en el Alcázar de Chapultepec.
Si bien del diálogo sostenido entre el movimiento que encabeza Javier Sicilia y el presidente Felipe Calderón se llegó a tres acuerdos: crear una fiscalía de atención a víctimas, utilizar el dinero incautado al narcotráfico para levantar una placa con los nombres de los muertos y organizar una segunda reunión en tres meses, el principal punto de reclamó permaneció inamovible: la guerra contra el narco no se modifica. Felipe Calderón no hará ningún viraje sobre la participación del Ejército en una guerra que la inmensa mayoría de la sociedad no pidió ni comprende. Lo peor vendrá después, con el advenimiento del nuevo presidente de la República. ¿Cómo regresará la milicia a sus cuarteles, cuando ya probó la calle? De ahí hacia el fascismo sólo existe una delgada línea roja. Pero, en fin. Que Dios nos agarre confesados.
Además, en las conclusiones del encuentro efectuado en el Castillo de Chapultepec no se aterrizaron varios puntos que, en un inicio, exigió Sicilia. Entre ellos, despenalizar algunas drogas, fijar una fecha para resolver todos los crímenes y terminar con los privilegios a sectores de poder tales como el SNTE. El presidente Calderón se limitó a recordar que su gobierno despenalizó el uso de dosis individuales de algunas drogas. Mencionó que estaba dispuesto a cambiar la estrategia, siempre y cuando le puntualizaran en qué y cómo, cómo y en qué aunque no habló de algo en concreto y más bien solicitó propuestas para mejorar el combate al crimen organizado.
En su turno, el poeta Javier Sicilia cuestionó al presidente Felipe Calderón el porqué empresarios y altos políticos no han sido detenidos por sus vínculos con el crimen organizado y en “el canal dos” sólo se exhibe la captura de capos de la talla de Jesús Radilla, “El Negro”. Sicilia denunció que el gobierno federal manda un doble mensaje; primero, de combate al crimen organizado, y después de complicidad con los personajes de alto poder ligados a él. Se trata, precisó el escritor (radicado desde hace décadas en Cuernavaca), de personajes que lo mismo hacen negocios con los capos que se exhiben en las páginas de sociales, en absoluta impunidad. Y están, señaló el líder social, en la cúpula de los partidos políticos, protegidos por el poder. Por ello, el poeta exigió a Calderón perseguir a esta clase de delincuentes que habitan en edificios donde jamás se presentan los operativos de la policía. Sopas. Más claro ni el agua.
En respuesta, Calderón admitió que la corrupción ha carcomido todas las esferas políticas y sociales, al gobierno y las iglesias. Ante los reclamos por la impunidad de quienes son cómplices del crimen en el gobierno y los cuerpos de seguridad, que marcaron las intervenciones de las víctimas y deudos del crimen durante el diálogo, el mandatario justificó la omisión e impunidad en la falta de pruebas para procesar a quienes desde el poder se coluden con la delincuencia organizada.
Por su parte, Javier Sicilia respondió al presidente, que en su primera intervención le dijo “estás equivocado” sobre la percepción de que la violencia se desató cuando sacó a las Fuerzas Armadas a combatir delincuencia organizada, aclarándole al mandatario que no se criticaba el combate al crimen, sino la ausencia de estrategias e instituciones, pues éstas estaban carcomidas por la corrupción. Y luego vinieron los símbolos. Al finalizar el encuentro, Javier Sicilia entregó a Calderón un escapulario que le dio una de los deudos de las víctimas por el crimen organizado. Y el mandatario lanzó: “Que la historia me juzgue por haber actuado que por haberme quedado quieto”.