No se les puede llamar de otra manera, al igual que hace unos días lo hizo en Veracruz el gobernador Javier Duarte de Ochoa enviando a la cárcel –además- a varios sujetos responsabilizados de transmitir mensajes, vía internet, que crearon la más grave crisis social de que se tenga memoria en aquella entidad federativa durante la época moderna.
Respecto a la psicosis provocada por los “twiteros” veracruzanos, hubo quienes, a través de los mismos mecanismos de comunicación, se atrevieron a defenderlos arguyendo que estaban ejerciendo su “libre expresión”, con lo cual este columnista no está para nada de acuerdo. En Veracruz existen determinados preceptos legales que les fueron aplicados, con el objeto de dejar un precedente histórico en el sentido de que los abusos a través de las famosas redes también pueden ser castigados de manera corporal. Empero, déjeme comentarle a usted que esas sanciones también las establece el Código Penal de Morelos, cuyo artículo 263 tipifica el delito de terrorismo. Dice la norma: “Al que por cualquier medio violento realice actos en contra de las personas, las cosas o servicios al público, que produzcan alarma, temor o terror en la población o en un grupo o sector de ella, para perturbar la paz pública o menoscabar la autoridad del Estado, la integridad de su territorio o el orden constitucional, o presionar a la autoridad para que tome una determinación, se le impondrá de cinco a veinticinco años de prisión, de cien a quinientos días multa y suspensión de derechos políticos hasta por diez años”.
¿De qué otra forma podemos considerar tales correos electrónicos? Terrorismo puro. ¿Un “toque de queda” la noche del Grito de Independencia este 15 de septiembre? ¿De parte de quién? ¿Sabe la sociedad morelense que un “estado de excepción” jamás se anunciaría de manera clandestina (primero debe ser autorizado por el Senado de la República) como lo hicieron los perversos de las redes sociales? Aquí lo positivo es que las más altas autoridades estatales (con mayor experiencia que en abril de 2010) reaccionaron oportunamente, se colocaron a la cabeza de medidas contingentes y… todo está listo para la celebración de nuestras fiestas patrias entre hoy y mañana. Desde luego, las autoridades optaron por aplicar algunas medidas preventivas en los respectivos escenarios.
Los morelenses hemos adquirido mayor experiencia y capacidad para contrarrestar el efecto de esas campañas desestabilizadoras dentro de la guerra contra el crimen organizado decretada por el presidente Felipe Calderón Hinojosa. Por tal motivo, a continuación recordaré la columna del 13 de noviembre de 2010, donde escribí lo siguiente: “Otra vez la burra al trigo. Se supone que las famosas ‘redes sociales’ desplegadas vía internet a nivel mundial, según el doctor Gustavo Aruguete (prestigiado psicoanalista y psicodramatista argentino), ‘son formas de interacción social, definida como un intercambio entre personas, grupos e instituciones en contextos de complejidad. Un sistema abierto y en construcción permanente que involucra a conjuntos que se identifican en las mismas necesidades y problemáticas y que se organizan para potenciar sus recursos’. Y agrega: ‘Una sociedad fragmentada en minorías aisladas, discriminadas, que ha desvitalizado sus redes vinculares, con ciudadanos carentes de protagonismo en procesos transformadores, se condena a una democracia restringida. La intervención en red es un intento reflexivo y organizador de esas interacciones e intercambios, donde el sujeto se funda a sí mismo diferenciándose de otros’”.
Sin embargo, nadie puede negar que las redes sociales sean también el reducto de gente irresponsable, con tendencias delictivas, capaz de todo, dispuesta a crear pánico, amén de que su espacio ha sido infiltrado por el crimen organizado en alguna de sus vertientes. Tal como sucedió (en menor escala) durante la segunda quincena de noviembre de 2010, el 16 de abril del año pasado Morelos experimentó lo que era y sigue siendo común en otras regiones mexicanas. Si recuerdan ustedes, debido a un mensaje multiplicado a través de miles de cuentas de correo electrónico y el “twitter” que anunciaba un “toque de queda”, se provocó un grave estado de pánico colectivo nunca antes visto en Morelos.
Lo anterior me llevó a investigar hechos similares acaecidos en otras latitudes mexicanas donde sus moradores nos llevan lustros de experiencia frente a los embates del hampa organizada y común. Fue así como en “El Siglo de Torreón” correspondiente al 14 de agosto de 2008 encontré un estupendo editorial referente a la psicosis colectiva. Leemos: “La psicosis colectiva es un fenómeno –enfermedad– social que se da, de vez en vez, en todos los confines del planeta. Así, hemos sabido del temor vivido por algunos norteamericanos en los Estados Unidos, que ven como ‘muy probable’ ser atacados con armas bacteriológicas, ántrax por ejemplo, y en la medida en que va creciendo el rumor toman decisiones descabelladas. El mes pasado, en Guerrero, Durango, los extorsionadores aprovecharon la intranquilidad generada por los hechos de violencia (fíjense en la similitud con lo ocurrido en Cuernavaca), debido al antagonismo de grupos armados y, a decir del presidente municipal, Enrique García Solís, el incremento de amenazas se elevó considerablemente entre la población”. Así las cosas, me parece que alguien insiste en conducirnos hacia una tierra fértil donde se pueda capitalizar la intranquilidad social. Por eso urge llegar a ellos y enviarlos a la cárcel.