Sabía, pues, que infinidad de hombres y mujeres del sector público son mitómanos. Debido a que esta patología sigue viva hasta hoy, con personeros y “corre ve y dile” que así buscan conseguir o mantener chambas, es importante saber qué es la mitomanía. Del griego mythos (mentira) y mania (modismo), se define mitomanía como el trastorno psicológico consistente en mentir de forma enfermiza continuamente distorsionando la realidad y haciéndola más soportable; el mitómano sublima su impulso transformándolo en arte. El dramaturgo novohispano Juan Ruiz de Alarcón expuso un modelo de esta patología en su obra La verdad sospechosa.
Tendencia morbosa a desfigurar, engrandeciendo la realidad de lo que se dice.
Con frecuencia, el enfermo, de carácter más bien paranoide, desfigura mentirosamente la propia idea que tiene de sí mismo, magnificándola (delirio de grandeza) o simplemente disfrazando unos humildes orígenes con mentiras de todo tipo, de forma que llega realmente a creerse su propia historia y se establece una gran distancia entre la imagen que tiene la persona de sí mismo y la imagen real. Muchos famosos (cantantes de pop, celebridades de diez minutos, etcétera) han padecido esta patología.
Antes de seguir con el tema déjeme recordar algo de la célebre obra de Juan Ruiz de Alarcón. La verdad sospechosa fue escrita entre 1618 y 1621 antes de la muerte del rey Felipe III. Su texto definitivo apareció en la segunda parte de las comedias alarconianas, en 1634. Tiene como escenario principal Madrid, donde el mentiroso Don García conoce a Jacinta y a Lucrecia. El personaje principal está enamorado de doña Jacinta y, a fin de ganársela, inventa toda una red de mentiras que dan sentido a la historia. Al final, Don García reconoce sus errores y recibe un merecido castigo por sus embustes. Múltiples pasajes pueden utilizarse para establecer una analogía con las mentiras expresadas a menudo por los políticos.
En enero de 2009 fue presentado el libro titulado “País de Mentiras” (Editorial Océano, México, 2009), obra de la brillante socióloga y novelista Sara Sefchovich, quien analiza a fondo la compulsión por la mentira, actitud que “no tiene signo partidista ni corriente ideológica, sino que se encuentra enraizada en la sociedad; de ahí la desconfianza y la incredulidad con que se recibe la información, sobre todo si procede del gobierno”. Sin embargo, sostiene que “México puede salvarse de la falacia y la corrupción. Yo confío en los ciudadanos que día con día mantienen la esperanza y cumplen aun cuando sepan que los engañan”. “En los últimos años la mentira ha crecido exponencialmente en México, prevaleciendo una crisis de credibilidad ante las versiones gubernamentales; en la vida pública, el no creer alcanza ahora dimensiones escandalosas. Como no tenemos un líder moral, la confianza no está depositada en nadie”, añade la fémina. ¿Un ejemplo de lo anterior? El caso de una ciudadana francesa sentenciada por secuestro a 60 años de prisión. No sólo ella, sino también Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública Federal, son los principales protagonistas de la trama, cuya principal característica ha sido la mentira.
Finalmente me referiré a Don Jesús Reyes Heroles, enorme pensador, ideólogo, diplomático y político mexicano, quien solía preguntar: “¿Cómo podemos distinguir a un político mexicano?”. Y respondía que escuchándolo. “Cuando dice que sí, quiere decir tal vez; cuando dice tal vez, quiere decir probablemente no; y si dice que no, entonces no es un político mexicano”. Lamentablemente, abusando de la candidez de muchos ciudadanos, la mayoría de políticos sigue mintiendo dentro de una peligrosa patología y trastornos de personalidad antisocial (o psicopatía, como guste usted llamarle).
Así, hubo quienes pretendieron arrogarse ayer, falsamente, la postulación de Lizbeth Hernández Lecona como candidata a la primera fórmula del Senado de la República por el PRI, lo cual debe atribuirse en un 100 por ciento a Amado Orihuela Trejo, abanderado priísta a la gubernatura, y a nadie más. Los orígenes de la fémina -que no son muchos en la vida pública- conducen hacia Amado Orihuela cuando se colocó a la cabeza de determinados reajustes al comienzo de la LI Legislatura local en septiembre y octubre de 2009. Por otro lado, un grupo de regidores priístas adscritos al Cabildo de Cuernavaca, encabezados por Jorge Meade González, pero manipulados además por el síndico Humberto Paladino, empezó ayer su traición y revancha enfocadas hacia Manuel Martínez Garrigós. Están enojados porque no consiguieron ser candidatos tricolores a otros cargos de elección popular en la reciente feria del hueso, lo cual quedó patente durante la sesión de Cabildo encabezada por el alcalde Rogelio Sánchez Gatica, donde fue evidente la voluble actitud de Meade, Paladino, Miriam Mar Vázquez, Carlos Riva Palacio y el dipsómano Gustavo Petriccioli Morales. ¿Hay un fondo patológico en su conducta? Claro que sí. Desconocemos la cantidad de mentiras que le hayan dicho a Martínez Garrigós los pasados dos años y fracción en aras de mantener su costoso nivel de vida. La mediocridad es también su esencia. A todos se les sumó Roberto Yáñez Vázquez. Faltaba más. La pura esquizofrenia.