Me parece que las palabras del titular de la Marina Armada de México deben ser tomadas en cuenta por quienes, desde Morelos, se desgarran las vestiduras o se arrinconan en el muro de las lamentaciones o asumen actitudes hostiles, bastante advenedizas, para sacar raja política y preparar el campo fértil ansiado por los partidos hacia las elecciones gubernamentales del año 2012.
En infinidad de artículos he escrito que el gobernador Marco Adame Castillo, desde el comienzo de su administración, el primero de octubre de 2006, proyecta la imagen de un mandatario comprometido con la transición a la democracia, lo cual no ha sido visto de igual forma por sus detractores, inmersos todavía en las campañas preelectorales. Algunos, inclusive, no han superado la derrota de 2006, mientras otros que triunfaron en los comicios del año pasado no se han percatado respecto a una cuestión sumamente difícil. La reforma institucional exigida por la intensa dinámica social, más allá de las posiciones partidistas, supone cambios en los actores, en las relaciones de poder y en los modelos mentales. Es decir, un proceso de aprendizaje tensionado porque, aunque se traduzca en beneficios para la sociedad, está lleno de incertidumbre y esfuerzos costosos para los ganadores y de sacrificios inevitables para los perdedores.
¿Hasta cuándo, señoras y señores, se acabará el clima de desconfianza entre los actores políticos de cualquier ideología, en aras de lograr el desarrollo armónico de nuestra entidad federativa? Para responder a esta pregunta me referiré al libro “¿Estamos Unidos Mexicanos? Los límites de la cohesión social en México”, editado por Planeta en 2001 bajo la coordinación de Mauricio de María y Campos y Georgina Sánchez. En el capítulo de conclusiones leemos lo siguiente: “El deterioro de los antiguos modos de hacer política deja espacios de participación que, a manera de vasos comunicantes, son y serán ocupados por nuevos actores y expresiones. Sin embargo, la mayor participación social tampoco es signo de estabilidad y certidumbre: el proceso de transición también está caracterizado por la competencia por los espacios, con frecuencia por actos no democráticos y no institucionales, que crean dinámicas de disrupción y de cohesión social en torno a intereses particulares contrarios a cohesiones sociales más amplias”.
Propios y extraños deben considerar que la “mediación desde arriba” implica establecer los lineamientos que ofrezcan las condiciones para que la cohesión amplia y democrática pueda tener lugar: abrir el espacio a la libertad de acción y expresión, dentro de cauces institucionales. Lamentablemente, algunos actores políticos han sucumbido ante la tentación autoritaria, consistente en inhibir esa participación o forzarla hacia intereses particulares.
Los hechos violentos acaecidos recientemente en Morelos, lejos de polarizar las posiciones de quienes integramos la sociedad local, debería servir como estímulo para constituir una nueva clase dirigente: política, empresarial, social y cultural, con una conciencia social que abra la participación a los gremios, sindicatos y organizaciones populares. Llegó el momento, como lo propone el secretario de Marina, de buscar la cohesión y hacer a un lado las estrategias de quienes se obstinan en responsabilizar de todo lo que sucede en Morelos al gobernador del Estado. Llegó el momento de que todos, absolutamente todos, pongamos nuestro grano de arena, a fin de no continuar arrodillados frente al crimen organizado y común.
La “mediación desde arriba”, desde luego, debe incorporar a todos los presidentes municipales en un frente común, sin que importe su ideología política, línea partidista o intereses electorales. Implica actuar con tolerancia, prudencia orientada al diálogo, reconocer las diferencias y, siempre que sea posible, la incorporación al proyecto del Ejecutivo con reglas transparentes, sin ceder privilegios al margen de la ley. Esta línea implica evitar los prejuicios y la cerrazón de sistemas cupulares. Estaremos pendientes y luego diremos.