Entre ellos se encontraba Juan Francisco Sicilia Ortega, de tan solo 24 años de edad e hijo del insigne y laureado poeta mexicano Javier Sicilia Zardaín, avecindado desde hace muchas décadas en la capital morelense. Derivado del artero multihomicidio, algo permanece hasta hoy en el corazón de los morelenses: la convicción de que durante el presente sexenio estuvimos frente a un estado fallido.
Tras escuchar un discurso pronunciado por Javier Sicilia dos días después del horrible hallazgo en “Las Brisas” (el 30 de marzo de 2011), pudimos inferir que la guerra del gobierno federal en contra de las bandas criminales evidenció las consecuencias políticas de su actividad, sobre todo si hablamos de los grupos más poderosos, las cuales se distribuyen en diversas dimensiones. Allá y entonces escribimos: “Por lo pronto, conviene advertir que la existencia de un problema de crimen organizado en un país obliga a destinar gran cantidad de recursos (económicos, técnicos, materiales y humanos) y esfuerzos a hacer frente a su amenaza, recursos y esfuerzos que podrían destinarse a otros ámbitos de la actuación política de máxima necesidad y que pueden elevar sensiblemente la deuda estatal”. Sicilia había exigido, por parte de los tres órdenes de gobierno, “realizar un trabajo transparente y sin chivos expiatorios”. El poeta convocó a salir a las calles y exigir a las autoridades el restablecimiento de la seguridad emplazándolas a presentar resultados inmediatos de la investigación, lo cual no ocurrió tres días después, como lo gritó en la Plaza de Armas de Cuernavaca, sino al cabo de varios meses con la aprehensión de José de Jesús Hernández Radilla y secuaces.
En la edición 1877 de Proceso, correspondiente al domingo anterior, Javier Sicilia le dedicó su tradicional artículo al ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, con relación al asesinato de su hijo José Eduardo, acaecido recientemente. Le dijo el poeta: “Aunque no nos conocemos personalmente, el adjetivo con el que me dirijo a usted es real y debe tomarlo en su sentido más profundo: usted, Humberto, se ha convertido, bajo el peso de la desgracia que se ha adueñado de nuestro país, en un hermano más en el dolor, en alguien muy querido y muy amado en esa comunidad de los que sufren (…) Cuando supe del asesinato de su hijo José Eduardo, mi corazón se quebró, como no ha dejado de quebrarse cada vez que sé del asesinato o de la desaparición de alguien; cuando lo vi por la televisión en el funeral al lado del dolor de su familia, las lágrimas inundaron mis ojos. Usted ya no era el ex gobernador de Coahuila, el ex presidente del PRI, el político famoso y controvertido; usted era yo, y su familia, la mía; era cada uno de los padres, madres, hermanos, hermanas e hijos que no he dejado de abrazar y me han abrazado en medio de esta tragedia sin fin; era, junto con los suyos, el rostro desolado de las víctimas: un ser humano desfigurado, reducido a una pura cosa por la imbécil desmesura de la ambición y de la fuerza que destruyó la vida de su hijo, como destruyó la del mío y la de tantos hijos e hijas de otros padres”.
Hasta aquí la parte concerniente a Javier Sicilia, líder del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, a quien se debería agradecer cualquier esfuerzo de carácter legislativo en materia de víctimas. Nadie en su sano juicio puede endosarse las iniciativas al respecto. Y en más sobre víctimas es importante referirse a lo que está aconteciendo en Michoacán, donde el estúpido gobernador Fausto Vallejo está a punto de ser destituido bajo cualquier pretexto. Dícese que está enfermo y que por eso su secretario de Gobierno ordenó la brutal represión de que han sido objeto los normalistas de aquella entidad, so pretexto de que son manipulados por grupos políticos afines al anterior gobernador, Leonel Godoy, quien, por cierto, aspira a ocupar un cargo público en Morelos. Como la lucha de los normalistas michoacanos siempre ha ido de la mano con la de sus homólogos morelenses, hoy quiero retomar una parte de nuestra columna publicada aquí el 13 de diciembre de 2011. Me parece que tocante a la lucha social y política de la Normal Rural de Amilcingo nadie tampoco debe endosarse nada.
Hace 37 años (hoy 38) nació la Escuela Normal Rural “Emiliano Zapata” de Amilcingo, una de las cuatro comunidades que integran el municipio de Temoac (las otras tres son la cabecera municipal, Popotlán y Huazulco). Temoac es la localidad más joven de nuestra entidad, nacida hace 30 años después de un movimiento social a cuya cabeza se colocó el profesor Vinh Flores Laureano, quien siete años antes impulsó la creación de dicho plantel. Se trataba de un estimado maestro, arteramente asesinado durante el sexenio represivo de Armando León Bejarano Valadez (gobernador de Morelos en el periodo 1976-1982) después de que los cuatro pueblos mencionados se escindieron de Zacualpan de Amilpas. La crisis política y social se gestó a partir de un movimiento que buscaba mejores condiciones operativas al interior de la escuela normal de Amilcingo. Varias veces se tambaleó el “todopoderoso” gobernador Bejarano, y una de ellas quedó registrada para la posteridad en la región oriente de Morelos.
La historia de la Escuela Normal Rural “Emiliano Zapata” de Amilcingo es una cuya principal característica fue y sigue siendo la combatividad de las alumnas, siempre apoyadas por los padres de familia. Todas las movilizaciones, a lo largo de casi cuatro décadas, han tenido relación con acciones y omisiones de las autoridades educativas federales y estatales en torno a comunidades a las cuales siguen desdeñando. Las alumnas forman parte de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, a la que están adheridas otras importantes normales, entre ellas la de Ayotzinapa, Guerrero, ubicada a escasos 25 kilómetros de Chilpancingo. Por si ustedes no lo saben, allá estudian jóvenes originarios de Morelos. Es la única normal rural en la vecina entidad, entre 22 planteles similares, y otro de sus sellos principales es la solidaridad que siempre ha otorgado a las luchas de la Normal Rural “Emiliano Zapata” de Amilcingo, ante lo cual debería interesarnos sobremanera lo ocurrido sobre la Autopista del Sol (el 12 de diciembre de 2011), en el libramiento de Chilpancingo, donde fue evidente la represión ordenada por el gobernador Angel Aguirre Rivero en contra de normalistas de Ayotzinapa. Buscando salvar las apariencias, el funcionario cesó ayer a la mayor parte de su gabinete de seguridad pública y al procurador general de Justicia, dizque porque “no pueden ser jueces y parte”. Pura demagogia. El asesinato de los alumnos Gabriel Echeverría de Jesús y Rubén Alexis Herrera Pino podría ser el comienzo de un estallido social de graves consecuencias, teniendo su origen en el Estado de Guerrero con repercusiones en entidades aledañas. Aguas.
1 comentario
Hey
Memo excelente artículo. Das en el clavo en lo referente a Javier… Compartelo!