Me remonto, cuando menos 40 años atrás, cuando veía en mi ciudad natal, las largas filas que hacían las personas para comprar un pollo rostizado, ya llevaban en sus manos una botella de conocido brandy popular de esa época. Desde mi óptica, eran personas de bajos recursos económicos, pero no dejaban pasar la oportunidad de convivir con la familia, amigos, vecinos, y olvidarse un poco de la problemática cotidiana, que a mi edad no la tenía, ya que a pesar de ser de una familia de bajos ingresos económicos, mi madre siempre se encargó de no hacernos participe, salvo que sabíamos que no podíamos aspirar a juguetes caros y éramos felices con juegos triviales con los primos y amigos en la calle, sin el peligro que ahora representa estar fuera de la casa.
El 24 de diciembre, desde muy temprano, se empezaba a escuchar el bullicio en las casas, sobre todo cuando vives en un barrio donde las casas están muy cerca, divididas por pequeños callejones. Algunos vecinos desde temprano empezaban la fiesta, los niños en la calle jugábamos y platicábamos, más tarde empezábamos a quemar cohetes y asistíamos a la iglesia comandados por los abuelos, quienes nos habían heredado esa tradición, para que en punto de la medianoche empezaran las felicitaciones por la llegada de la Navidad. Esto mismo se repetía para recibir el año nuevo.
Desde mi punto de vista, la disminución de estas actividades decembrinas ha sido producto de dos factores: 1) la participación de la gente en otras religiones que no tienen la festividad de Navidad; 2) los bajos ingresos económicos de la mayoría de la población. En mi opinión, la participación de la gente en otras religiones podría ser el de menor impacto, lo que tal vez ha impactado más es el aspecto económico; en esa época se podrían diferenciar tres clases sociales: la baja, la media y la alta, ahora creo que esas tres se han reacomodado: la más baja, la baja y la alta. La más baja, que antes era la baja, tenía la posibilidad de comprar su pollo y una botella de brandy para festejar, pero ahora ya sus ingresos económicos no les permite ni siquiera para eso y sólo piensan en trabajar, ya que dicen que no hay nada que festejar.
En este sentido, recuerdo como después de las 10 de la noche del 24 y 31 de diciembre casi no había taxis para dar servicio, la gente festejaba y eran muy pocos lo que ofrecían el servicio a costo elevado; actualmente, estos días parecen normales ya que encuentras taxis dando servicio, ya no escuchas bullicio en las casas y no encuentras niños jugando en la calle. La clase baja es la que aún festeja un poco más, prepara una cena familiar, se reúnen con los amigos y departen hasta la madrugada, tal vez tratando de olvidar un poco lo que nos depare para el próximo año, que no es nada halagador el panorama, con el anunciado incremento de la gasolina y todo lo que desencadena, como es el aumento en el costo de los artículos de primera necesidad.
Recuerdo en mi época de adolescente que acompañaba a mi madre a realizar las compras en el mercado municipal; siempre las amas de casa tenían sus lugares donde surtían sus artículos y cuando había un aumento de la gasolina siempre los comerciantes decían que el aumento se debía al incremento en el costo de la gasolina, lo cual resultaba lógico debido al transporte de los productos, desde que ellos van a las centrales de abasto a surtirse de las mercancías, que al hacer sus cuentas sus utilidades eran menores, entonces tenían que hacer el ajuste en los precios.
La Secretaría de Hacienda dice que el aumento de la gasolina es para estabilizar la economía del país, pero por la experiencia cotidiana de los años, más bien viene a ocasionar una escalada descontrolada de los precios que afecta de forma importante la economía de las familias, sobre todo la de clase más baja, sin considerar a los que viven en pobreza extrema.
Sin embargo, creo que algunos se tomarán unas cervezas y licores, para que al otro día al sentir la resaca no se acuerden que al iniciar el año nuestros bolsillos estarán más vacíos y habrá otras cosas que nos seguirán haciendo olvidar nuestra realidad económica, como la información que se difunde en las redes sociales, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, etcétera, y así seguiremos un año más cuesta arriba, y cuando nos demos cuenta ya estaremos finalizando otro año, con otra realidad que todos anhelamos sea menos peor que la actual.