A medida que leía el documento del Dr. Galindo Fentanes, me asombraba la coincidencia de obstáculos encontrados y la coincidencia en la cantidad de tiempo que ambos perdimos tratando de “negociar” apoyo suficiente de las autoridades para el diplomado. Como podrán leer en el artículo del Dr. Galindo y más abajo en este documento, la cantidad aportada por el Instituto de Educación Básica del Estado de Morelos (IEBEM) fue muy baja y por ello siempre insuficiente para el diplomado, pero esa situación nunca se quiso corregir por parte del IEBEM. Yo considero que un proyecto de apoyo a la educación no debía estar sujeto a negociación, especialmente en el caso del diplomado, pues para empezar no es posible tasar en pesos y centavos un proyecto de formación de profesores, que es único en el estado y que es impartido por científicos. Contrastante fue la aceptación del proyecto por parte de la distinguida y hermana Academia Mexicana de Ciencias y de los institutos de la UNAM en Morelos, quienes no tuvieron ninguna dificultad para apreciar los beneficios del diplomado, y por ello sin necesidad de “negociación” aceptaron subsidiarlo considerablemente (en especie).
¿Cómo explicar a los funcionarios del IEBEM o de la Secretaría de Educación del estado que un diplomado como “Pensamiento Científico en el Aula” realmente no tiene precio económico? Es decir, que si no hubiese voluntad de los científicos por impartir clases, simple y llanamente no habría diplomado. ¿Cómo hacer entender ello a funcionarios que en algún momento hicieron simple aritmética y calcularon cuánto “costaba” diplomar a cada profesor y llegaron incluso a sugerir que nuestro diplomado era caro? Este diplomado se ofrece en muy pocos estados, incluyendo el Distrito Federal y Guanajuato, en donde goza de un decidido apoyo de las autoridades educativas de esas entidades federativas. Morelos es el único estado que ofrece el diplomado a nivel bachillerato con financiamiento tanto de los propios profesores como de algunas entidades del nivel medio superior que operan en Morelos.
Durante mi gestión como presidente de la Acmor (2009 y 2010), al igual que el Dr. Galindo, tuve múltiples e infructuosas reuniones buscando apoyo para el diplomado; en mi caso, fui incluso blanco de una penosa novatada en la cual una funcionaria del IEBEM me reprogramó varias veces en unas cuantas horas una cita acordada semanas antes; tolerantemente, nos ajustamos a tal situación con el afán de ver si finalmente lográbamos el tan necesitado aumento para el diplomado. ¿Resultado de tal peripecia? Una falsa promesa de conseguir un aumento si la Academia impartía el diplomado los viernes en lugar de los sábados. Para satisfacer tal condición, hubimos de conseguir apresuradamente auditorios y cambiar el calendario de trabajo de profesores y alumnos y del personal de apoyo. ¿Qué pasó después de esto? La funcionaria nunca cumplió su promesa y nos quedamos con el mismo magro presupuesto de $240,000 pesos para un diplomado que dura 8 meses (32 sábados) con capacidad de atender a más de 80 profesores. Incluso, tuvimos que regresar a impartir el diplomado los días sábado. Cuánto tiempo desperdiciado, cuánta energía mal utilizada.
En fin, se cancela un proyecto no por falta de interés o esfuerzo de nuestra Academia, o porque los científicos seamos, como algunos malamente nos llaman, “prima donas”. A mí me parecen más “prima donas” quienes inconsideradamente reprograman sus citas y frívolamente incumplen sus promesas. En la Academia, ya hemos hecho a un lado esto y estamos buscando cómo seguir apuntalando la educación en Morelos. Pero, al margen de nuestras propias actividades, a mí me parece que las autoridades no deberían rehusar la participación de los científicos en la formación de profesores, ya que es su obligación -y no la de nosotros- asegurar una educación de calidad para nuestros jóvenes.