Las personas a veces fantaseamos con encontrar soluciones fáciles a los problemas. Aunque nos consideremos adultos juiciosos, tendemos a pensar que un problema complejo se puede solucionar con una receta mágica, simple, cuando en realidad lo que se requiere casi siempre es una variedad de acciones a muy diferentes niveles. El problema del calentamiento global no es la excepción y menciono algunos ejemplos:
Tal vez la postura más fantasiosa es pensar que el calentamiento global no tiene solución, que hay que abandonar el barco que se hunde (la Tierra) y largarnos a la colonización de Marte. La televisión y el cine nos dan últimamente muchos y entretenidos ejemplos de esta fantasía. Está de más decir que el costo y complejidad de una empresa así la hace inviable. ¿Cuántos de los 7 mil millones de habitantes del planeta cabrán en el cohetito?
Otro cuento aparentemente sensato, que causa mucha confusión, es hablar de la sustitución de los combustibles “sucios”, como el carbón, combustóleo y la gasolina, por combustibles “limpios”, como el gas natural. Ciertamente el gas no contamina tanto como los otros combustibles, pero sigue siendo fuente de emisiones de dióxido de carbono y por lo tanto no es una solución a largo plazo. Hace un par de décadas el gobierno mexicano tomó la decisión, de moverse decididamente hacia la utilización del gas natural para la generación de electricidad, en un momento en que se pensaba que teníamos abundancia de este energético, que además era menos caro que el petróleo. Hoy en día esto nos ha llevado a depender fuertemente de importar gas desde Estados Unidos. Se fantasea también que a futuro podríamos obtener mucho gas “no convencional” a través de la fracturación hidráulica; un método que consume grandes cantidades de agua e implica muchísimos riesgos de contaminación de la misma. Se afirma que si tenemos cuidado no hay riesgo. ¡Vaya, si ni siquiera hemos tenido el cuidado de evitar que se contaminen los pozos de Cuernavaca con hidrocarburos!
Regresando a la ficción, desde hace décadas existe la propuesta de llevar a cabo lo que se conoce como geoingeniería solar. La idea en realidad es simple: si lo que está calentando la tierra es la absorción de los rayos infrarrojos por el dióxido de carbono que lanzamos a la atmósfera, entonces lancemos para compensar alguna otra sustancia que refleje los rayos solares y nos sirva de sombrilla. Así, se propone dispersar a la atmósfera partículas diminutas de dióxido de azufre, u otro material reflejante. Así ocurrió de manera espóntanea cuando hizo erupción el volcán Pinatubo, en Filipinas en 1991, lo que se estima bajó ligeramente la temperatura del planeta durante el año siguiente. La idea además, según los cálculos de algunos futuristas, no sería demasiado cara de llevar a cabo. Sin embargo, todo en la vida tiene sus asegunes; las cantidades importan. El principal riesgo de la idea de la sombrilla es que estas partículas que soltemos sean tantas que enfríen la tierra en exceso, lo cual tendría consecuencias realmente desastrosas, como otra era glacial. La Tierra y su atmósfera forman un sistema demasiado grande y complejo para que un cálculo pueda predecir con exactitud los resultados de nuestras acciones, aunque que sea hecho por científicos capaces.
En todo caso, una acción de este tipo requeriría poner de acuerdo a muchos países. ¿Le suena conocido?, ese ha sido el principal obstáculo para concertar acciones más contundentes para reducir el cambio climático global. Recordemos que la agenda política en cada país es muy diversa.
En México, ha habido en los últimos años una extraordinaria expansión de la energía eólica y de la energía solar fotovoltaica (las celdas solares). Los paneles fotovoltaicos solares hoy en día son baratos y han vuelto la generación fotovoltaica una opción muy rentable, causando una gran revolución. Pero a pesar de estas excelentes noticias, tampoco la solución es tan simple, pues las tecnologías mencionadas tienen limitaciones: son variables con las fluctuaciones del viento y las nubes y almacenar la electricidad que generan no es fácil. Por esta razón, la energía solar fotovoltaica y la energía del viento deberían ser complementadas por otras energías renovables más estables: la solar térmica, la geotérmica, la hidráulica, la bioenergía y, en un futuro, probablemente la energía oceánica. Por otro lado, también hay que reducir la demanda, mejorando la eficiencia energética de edificaciones, transporte e industria. Todas estas soluciones no son tan baratas todavía, pero son muy necesarias.
Ante todo, hay que aceptar el hecho de que ninguna solución individual es perfecta y que la atención a un problema complejo no puede ser rápida. Por lo tanto, es necesario trabajar simultáneamente diferentes opciones, no sólo la más barata, o la que el día domingo fue más atractiva para los mercados. Cada tecnología de energía renovable debe ser cultivada por sus virtudes y lo que puede aportar a una solución integral del problema. También hay que trabajar en el otro arduo camino: el convencimiento político y social de que estas medidas son necesarias. Esto viene mucho a colación en esta época electoral, donde los candidatos deben abordar seriamente la problemática energética y ambiental y el público debe exigirles que lo hagan.