Esta semana estuve platicando con un científico cubano y me comentó una serie de hechos que yo también había observado sobre la valoración de lo que no cuesta. Me comentaba que para él había sido muy importante informar a los estudiantes y colegas de la Universidad de la Habana, los montos de dinero asociados a la formación de los estudiantes y a los proyectos de investigación. Esta información permitía hacer conciencia sobre la necesidad de rendirle cuentas a quien aporta el dinero para la educación. En todas las sociedades las personas son las que aportan dinero para sostener los derechos.
Aquí es muy importante hacer mención que ambos coincidíamos en que la educación superior es un derecho de las personas y por lo tanto debemos buscar que se oferte a todas ellas.
Considero que muchos de nosotros podemos estar de acuerdo que existen derechos para todas las personas como la educación, la libertad, la vida, etcétera y, al mismo tiempo, otorgamos la obligación de garantizarlos y satisfacerlos a los gobiernos. De hecho estos derechos de las personas se establecen, por lo regular, en las constituciones de los países o en el ámbito internacional en Declaración Universal de Derechos Humanos. Sin embargo, esta situación invita a pensar que no cuesta las acciones que conlleven a garantizarlos y satisfacerlos. De aquí la necesidad que señalábamos en esa conversación sobre la necesidad de hacerlos patentes.
Déjenme transcribir específicamente el artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos”.
Estoy totalmente de acuerdo en que estos son uno de los derechos mínimos que deben tener las personas; pero claramente los costos deben ser contemplados. Cuando hablo de costos implico: el pago del salario de las personas que enseñan en las escuelas, las que limpian, las que administran, la construcción de las mismas escuelas, los materiales didácticos, los gises, los plumones, los libros en la biblioteca, los videos, los programas de cómputo, etcétera. Cuando se dice que la educación debe ser gratuita, se indica que la educación debe ser provista por el contrato o pacto social que hemos tácitamente aceptado como sociedad y, por lo tanto, el gobierno debería proveernos de una educación de calidad.
De esta manera el costo o pago de la educación es incluida normalmente en ese pacto social, tácitamente establecido al vivir en sociedad. Cuando somos conscientes, consideramos que con el pago de impuestos contribuimos suficientemente para que este tipo de servicios se otorguen y con alta calidad. Sin embargo, como no cuantificamos bien los costos, no podemos determinar con exactitud si el pago de impuestos es suficiente.
El hecho real es que nuestras contribuciones no son suficientes, ya que nos quejamos de la mala calidad de la educación y muchos piensan en resolverla contratando de manera particular este derecho. Mientras algunos luchamos por tener una educación pública de calidad, pero para ello se requiere presupuesto.
Continuamente mencionamos que el gobierno debe destinar mayor presupuesto a la educación, a la investigación y a una infinidad de rubros más; pero ¿cuánto cuesta?, ¿es suficiente con lo que contribuimos? Seguro en estos momentos un pensamiento defensivo surge en la mente de muchos lectores “la corrupción” como un “pero” en este análisis. Por supuesto que comparto esta suspicacia; sin embargo, para avanzar en la idea que deseo compartir, por un momento asumamos que resolvemos el problema de la corrupción. De ser así, es probable que podamos enunciar otro “pero” y coincidir en que la tasa de impuestos es alta en México, esto pudiera ser cierto, pero no es un problema de si la tasa es alta. Aquí la pregunta concreta es ¿el gobierno tiene el suficiente recurso para garantizar y satisfacer los derechos de las personas que habitan en nuestro país? Desde mi punto de vista no; pero para ir al fondo del problema debemos preguntarnos ¿las personas reciben lo suficiente como producto de su trabajo para satisfacer sus necesidades? Y con esta pregunta la siguiente ¿las personas en México reciben lo suficiente para satisfacer sus necesidades y derechos? Por supuesto que no lo recibe la mayoría. Desgraciadamente, una porción mayor al 50% en nuestro país vive bajo la línea de pobreza, es decir, una mayoría de la población no recibe lo suficiente por su trabajo para poder satisfacer sus necesidades elementales y por consiguiente que tampoco pueden contribuir a pagar el costo total para garantizar y satisfacer los derechos de toda la población, incluso los suyos.
Así, primeramente necesitamos que la retribución por el trabajo de las personas les alcance para cubrir sus necesidades primarias y pagar esos derechos universales. Entonces es necesario conseguir que toda la población cuente con la suficiente retribución para cubrir sus necesidades y derechos. Parece ser imperioso un aumento de salarios.
Si estamos de acuerdo con estos razonamientos, cómo podemos tener actitudes que impliquen el regateo cuando compramos algún producto o servicio a otro. Cómo justificar la negociación voraz en un pacto mercantil, quizá deberíamos aprender a valorar nuestra contribución a la sociedad y exigir la retribución justa. Parece ser que estas ideas están detrás del llamado comercio justo. De esta manera, la voracidad y el querer ganar en una negociación puede conducir a solicitar una contribución mayor para el voraz y en el largo plazo esta persona voraz necesite pagar más para cubrir sus necesidades de seguridad, por ejemplo. Esto se basa en el hecho de que si una persona, o empresa, recibe un desproporcionado beneficio, se le exigirá una mayor contribución para el pago de las necesidades y derechos fundamentales de los otros, a quienes “ganó” en la negociación del salario o del “negocio”.
Con esta reflexión llamo la atención a reconocer y enseñar que todo cuesta, que lo justo es luchar por recibir un mejor salario con base en el esfuerzo para entregar productos o servicios de calidad para que todas las personas contribuyamos y gocemos de los derechos universales.