En las pasadas elecciones federales y estatales, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) ganó decisivamente con el consenso entre los muy diversos sectores del país, por la esperanza que tenemos todos de vivir un sexenio cuando disminuya la corrupción y la violencia, y se revierta la creciente desigualdad económica. Además, cada sector y grupo tiene sus propias esperanzas sobre asuntos más específicos y de solución más inmediata: democracia sindical, contrarreforma educativa, derechos y lenguas indígenas, problemas de tierras, cultivos transgénicos, fuentes energéticas, construcción o no de carreteras, líneas férreas y aeropuertos, seguro social médico, el caso Ayotzinapa y tantos otros. Todos a resolverse antes que la esperanza mute en impaciencia, desilusión y oposición.
Entre los nuevos funcionarios electos, muchos han accedido por sus credenciales como opositores políticos, no necesariamente por experiencia profesional en los sectores que ahora dirigen, o por su apertura a escuchar opiniones de cuerpos colegiados más conocedores de su campo. Es el mismo problema con Mr. Trump, salvo todas las diferencias del mundo; las prioridades o prejuicios que entretiene la persona se vuelven las más importantes de su despacho. Aunque no sea por mala fe, pueden ser inoperantes.
Entre los pocos aciertos del muy cuestionable sexenio anterior en Morelos, estuvo la creación de la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología (SICyT), que correspondía al creciente número y calidad de instituciones científicas en el Estado, y sus actividades de docencia y divulgación hacia la población joven, para inducirla a prepararse hacia la era del conocimiento, como futuros profesionistas e investigadores del mejor nivel. Contamos con academias estatales de ciencias (incluidas: biotecnología, física, matemáticas, energías renovables), de humanidades; y una sociedad de empresarios desarrolladores de tecnología.
Fue una desagradable sorpresa que el nuevo ejecutivo haya soslayado todo esto, extinguiendo la SICyT y relegando sus funciones en uno de los órganos de la Secretaría de Desarrollo Económico y Trabajo. Queda en el Congreso del Estado de Morelos la Comisión de Ciencia y Tecnología (CCyTEM), presidida por la licenciada Naida Josefina Díaz Roca, quien votó en contra de esa extinción porque deja la promoción de la ciencia como asunto legislativo, y no ejecutivo como corresponde. El director del CCyTEM es el doctor Alejandro Vera Jiménez; eso es bueno, aunque las prioridades anunciadas sean mayormente las que lo preocuparon como rector. Aún esperamos un diálogo más inclusivo para realmente trazar un plan estratégico en lo que concierne al aprovechamiento sostenible de las riquezas humanas y naturales de la cuenca de Morelos, dentro de las tres esperanzas mayores con que inicié este artículo.
Y más concretamente, cifrar nuestras esperanzas sobre lo que está en incipiente marcha, como la producción de insumos biotecnológicos para agricultura; proyectos como el uso de la energía eólica en las aristas montañosas del Estado y de energía solar en el sur, para generación eléctrica; fabricación de novedosos sensores de contaminantes en agua; un sincrotón para investigación y medicina; ciencia básica y aplicada. ¿Se podrá?