La discusión de las semillas transgénicas es un asunto técnico y político de gran interés porque afecta la organización de la producción, procesamiento y consumo de los alimentos. Para muchas personas, los transgénicos son un peligro para la salud. Para buena parte de los científicos, son un camino prometedor para enfrentar la escasez de alimentos. Aquí se propone que quizás este debate está mal planteado y por ello la discusión resulta poco provechosa.
Las semillas transgénicas son producidas por técnicas de ingeniería genética mediante la manipulación de pocos genes para cambiar el rendimiento o funcionamiento de las plantas. La semilla transgénica más difundida, llamado maíz Bt, tiene un gen de la bacteria Bacillus thuringiensis, el cual permite que las hojas del maíz produzcan un veneno llamado Cry que mata a ciertos insectos. Así se evita el uso de insecticidas químicos para controlar plagas como la del gusano cogollero (Spodoptera frugiperda), porque esa proteína se fija al intestino de los gusanos y les impide digerir sus alimentos. La selectividad de dicho veneno es muy alta y no afecta al ser humano.
Las semillas transgénicas las venden, en exclusividad, algunas compañías internacionales por medio de contratos que obligan a los agricultores a seguir las instrucciones de los vendedores e impiden la distribución de la semilla a otros agricultores. Estos contratos rompen la tradición de muchos productores que gustan intercambiar semillas entre sí y crea una dependencia directa de ellos en manos de las empresas internacionales proveedoras de dichas semillas. Además, fomenta el uso exclusivo de las mismas semillas en grandes extensiones de terreno. De esa forma, se reduce notablemente la diversidad de la agricultura. Estas relaciones contractuales aseguran la rentabilidad de las susodichas empresas, pues el desarrollo de las semillas transgénicas es muy costoso, tardado y sujeto a múltiples controles de bioseguridad. Por eso, dichas empresas no pueden arriesgarse a perder el control oligopólico del mercado porque perderían su rentabilidad.
El debate sobre los transgénicos se relaciona con tres temas principales: a) el posible o hipotético daño a la salud humana, b) la reducción de la biodiversidad y c) el control oligopólico del mercado por las empresas internacionales. Como el tema más dramático es el primero, casi todas las discusiones se han centrado en el posible efecto nocivo de las semillas transgénicas. Pues los efectos sobre la biodiversidad y la economía serían compartidos por otras prácticas que son aceptadas como inherentes de la agricultura mecanizada y los argumentos políticos y sociales son de menor interés para gran parte del público. Lamentablemente, el primer tema es mucho menos importante porque hasta ahora nadie ha podido demostrar que el consumo del maíz Bt produzca daño alguno a la salud humana.
Cabe señalarse que no hay debate alguno por el consumo de biofármacos transgénicos como la insulina o la eritropoyetina. Tampoco hay discusiones sobre el consumo de quesos fabricados con cuajo transgénico, ni por la utilización de anticuerpos transgénicos anticancerosos. Por lo tanto, es necesario entender por qué muchas personas se oponen al consumo de semillas transgénicas, aunque se inyecten o ingieran proteínas transgénicas.
Los productores de tequila promovieron la reducción de la diversidad de los agaves cuando apoyaron la norma que exige el uso de Agave tequilana, variedad Weber y fomentaron su cultivo masivo y exclusivo. Ahora sufren los estragos de las plagas de insectos y no saben cómo sostener su producción. Por lo tanto, la reducción de la biodiversidad no es exclusiva de los transgénicos, es una parte esencial de la agricultura industrializada y está ligada a la estructura social, económica y política de estos sistemas productivos. Por otra parte, el control financiero y comercial de la agricultura en pocas manos se asocia con la pobreza de los campesinos desplazados y éstos acaban creando graves problemas internacionales cuando migran a Europa o Estados Unidos.
Aquí sostengo que el debate de las semillas transgénicas se ha centrado en el tema equivocado, aunque es un debate de gran importancia mundial. Deberíamos debatir, con mayor detalle y profundidad, el peligro de una agricultura, transgénica o no, con baja biodiversidad, porque aumenta considerablemente el riesgo de plagas que acaban con las cosechas. También deberíamos discutir el dominio de la agricultura en manos de pocas empresas, porque aumenta la marginación de gran parte de la población y es fuente de grandes conflictos políticos y sociales.