Me encuentro recluido en mi casa con mi esposa y como ambos somos de la tercera edad estamos preocupados, pero informados. Participo en las reuniones virtuales que se realizan en Meet.google en el posgrado del IER y ya tuvimos la primera reunión de ensayo del Coro del IER, en el que estamos poniendo nada menos que el Gloria, de Vivaldi, por la vía virtual. Y ahí ensayamos con otra aplicación que se llama Zoom. Es realmente algo nuevo ver a los compañeros en un pequeño cuadrito en la parte superior de la pantalla de la computadora. Y cantar cada uno individualmente para que nos evalúe la maestra. Por otro lado, vemos que el director del instituto está preocupado constantemente de ver cómo vamos y nos pregunta si existe algún persona con los síntomas del Covid 19; es decir, si tiene fiebre, tos seca, dificultad para respirar, dolor muscular, y, ahora se ha añadido una nueva: no huele nada. Afortunadamente hasta ahora todo va bien.
Hemos aprendido que hay que estar cuando menos a metro y medio de distancia, es decir, no tener a nadie a la distancia de la altura promedio. Por otro lado, todos los días nos lavamos la manos durante 20 segundos, cantando como se ha recomendado la primera estrofa de Las Mañanitas, así como con gel antibacterial con más de 60% de alcohol, no tocarse la boca, la nariz y los ojos, toser o estornudar en la parte interna del codo o en un pañuelo que se debe ir inmediatamente a la basura o al excusado, no dar besos o abrazos, sino el saludo japonés, y mantenerse aislado, cuando menos de aquí al 19 de abril.
Nos han recomendado que no salgamos si no es necesario y evitar estar con multitudes. Pese a lo anterior, tenemos que ir a comprar víveres, y ahí también existen una serie de recomendaciones, que son de preferencia acudir solo, y por supuesto comprar lo necesario, porque vemos que existen personas que quieren comprar todo el súper, conservar la sana distancia en la cola de las cajas, tratar de pagar con la tarjeta para no tocar el dinero ni a la cajera y, lo más importante, desinfectar todo lo que tocamos, así como lavarnos nuevamente la manos al llegar a la casa.
Entre las cosas que he aprendido esta semana sobre el Covid 19, dos me parecen relevantes. La primera es una entrevista que José Gordon le hizo al doctor Antonio Lazcano en la Oveja Eléctrica, en la cual Lazcano hace una analogía que me pareció muy buena para entender lo que es un virus. En primer lugar, hay que señalar que un virus no se sabe si es un organismo que está vivo o inerte sin vida, dado que no tiene las características de una célula viva, pero tampoco las de una piedra. Sin embargo, los virus están hechos de grandes moléculas que se llaman ácido ribonucleico (ARN) -como es el caso del Covid 19- o el ácido desoxirribonucleico (ADN) -la molécula clave de la vida, pero no la vida en sí misma-.
Pues bien, Lazcano hace la analogía de los virus, que son como los USBs que conectamos a las computadoras. Y los USBs los podemos llevar a todos lados en la bolsa del pantalón, que no pasa nada, no hay cambios. En cambio, cuando conectamos un USB a nuestra computadora, de inmediato tienen almacenada gran cantidad de información que llevamos a todos lados, incluso la música que nos gusta. Lo mismo ocurre con el virus del Covid 19, en cuanto se conecta a una célula —es decir, la infecta—, se pueden producir miles de copias del mismo virus, que nuestras células piensan cándidamente que se trata de su ARN. Y entonces ahí, empiezan los problemas, el virus se replica en todo el organismo, nos infecta y nos puede ocasionar la muerte.
En el caso del Covid 19, se ha estimado que al 80% de la población no le ocurre nada, es decir, que si se contagia del virus, nuestro sistema inmunológico va a responder bien y se va a defender de sus ataques sin problema. El 15% sí va a tener los síntomas que señalamos al principio. Y un 5% puede estar muy grave, pero si se atiende adecuadamente en los hospitales se puede salvar. Y, debido a la estadística, se ha visto que quienes somos de la tercera edad y tenemos padecimientos como diabetes, hipertensión o enfermedades cardíacas o pulmonares, somos la población más afectada. Es decir, los que nos podemos morir en un mayor porcentaje. Por ello, no es broma que quienes estamos en la tercera edad nos debemos de cuidarnos doblemente. Incluso en California está prohibido que los mayores de 65 años salgan a la calle.
Lo segundo que aprendí en mi estancia semanal gracias a Héctor Arita y a Sergio de Régules, destacados divulgadores, es que al principio de la propagación del virus no tiene mucho sentido hacerse las pruebas. Cito a Héctor Arita: “si una prueba es 95% confiable para detectar una enfermedad que afecta a digamos 1 de cada 10,000 personas y tú sales positivo a la prueba, la probabilidad de que realmente estés enfermo es de 0.000949 (aproximadamente 1 entre 1,000). O sea que, aún saliendo positiva la prueba, lo más probable es que no estés infectado… Ese resultado saldría si en este momento existieran 12,500 infectados en todo México (sólo hay 717 hoy sábado 28 de marzo). La inmensa mayoría de las pruebas saldrían negativas, y de las que salieran positivas, apenas 1 en 1,000 serían personas realmente infectadas… Por ello, en este momento de la epidemia en México no tiene sentido hacer pruebas generalizadas.”
La curva con la que crece el virus es de tal forma que cada dos días se duplican los casos, así que a dicho crecimiento se le denomina exponencial, y lo que sucede es que crece de tal manera que un problema pequeño en pocas semanas se vuelve mayúsculo. Por ello, las fases que hemos tenido en México, uno, dos, y tres. Lo que todos queremos es que lo antes posible ese crecimiento de población infectada empiece a disminuir en todo el país. Cuando eso ocurra quiere decir que vamos mejorando y que la solución ocurrirá en un plazo cercano. En términos de matemáticas, lo que queremos es que la curva de crecimiento tenga un punto de inflexión, es decir, que llegue un punto donde empiece a bajar el número de contagios. Aquí debo decir que países como Corea del Sur y Japón han tenido curvas con menos casos con una política de rastreo de las personas infectadas, pruebas de que se tiene el virus y tratamiento adecuado. Y valdría la pena que las autoridades de salud mexicanas estuvieran abiertas a las experiencias de otros países, así como a las opiniones y colaboración de la comunidad científica mexicana. Por lo pronto, me voy a lavar las manos.