El 11 de mayo pasado tuvo lugar una video-conferencia organizada por el Conacyt sobre transición energética. En ella participaron investigadores que son expertos sobre el tema. Los planteamientos y la información expuestos muestran que el gobierno cuenta con algunas de las ideas fundamentales para llevar adelante la transición energética hacia un escenario sustentable. Hay que mencionar tres aspectos que resaltaron en la exposición. En primer lugar, el Conacyt tiene un diagnóstico de la situación de la energía en nuestro país que puede ser la base para elaborar las políticas de la transición. En segundo lugar, tiene claro lo que hay que cambiar en ese proceso: las formas y fuentes utilizadas para producir energía, pero también los patrones y estilos de consumo energéticos, los patrones de movilidad y urbanización, los hábitos de alimentación, los modos de producción industrial y las formas de acceso a los servicios energéticos, entre otros. Tercero, el Conacyt tiene también establecidos algunos de los requerimientos que debe satisfacer la transición para ser un proceso viable: debe ser una transición pacífica, armónica con el ambiente, descentralizada, cooperativa, autogestiva , local, y conducir a una sociedad igualitaria.
Termino este breve resumen de la exposición mencionando que también tiene delineadas algunas de las acciones que inmediatamente son susceptibles de ser puestas en práctica: reducir a nivel nacional la velocidad máxima de vehículos automotores a 100 Km/Hr, prohibir la venta de vehículos con rendimientos menores a 15 Km/l, desalentar el uso del automóvil particular. Otras de mediano plazo: incorporar vehículos eléctricos al transporte público, alentar el uso de la bicicleta, rediseñar las ciudades evitando traslados grandes de las personas y promover el teletrabajo, entre otras. Por supuesto, están las medidas que requerirán mayores plazos y mayores esfuerzos tanto de autoridades como de los mexicanos. Sólo resalto los ámbitos en los que se ha establecido se promoverán dichos cambios: sector industrial, residencial/comercial, descentralización y cambios sistémicos (agroecología, economía regionalizada, desglobalización), etc.
¿Adoptará el gobierno las políticas que se siguen de los planteamientos hechos en la conferencia del Conacyt? Muchos de mis colegas del ámbito científico sostienen que no es así, que el recientemente publicado acuerdo para la seguridad energética apunta en la dirección contraria a la transición a fuentes de energía renovables. Mi opinión personal es que en apariencia parece ser así. Me parece que el acuerdo es un paso necesario para el restablecimiento de la rectoría del Estado sobre la transmisión y distribución de la energía de la que soy partidario. Las opiniones vertidas tanto por AMLO en las mañaneras como por la CFE son opiniones surgidas al calor de la polémica. Pero más allá de confrontar opiniones, mi propósito aquí es señalar lo que pienso que el gobierno de la 4T debería hacer en buena política para responder a las críticas surgidas a raíz del mencionado acuerdo.
En mi opinión, el gobierno debería dejar en claro que la transición energética va a constituir el eje de la transformación económica y social del país. Así de grandes, importantes y profundas son las implicaciones de dicha transformación. Que ella se suma a las trascendentes políticas anticorrupción, saneamiento, atención a la pobreza a través de programas sociales, etc. Debe dar ese lugar a la transición energética. Debe ser, no más, no menos, el eje de la transformación social y económica del país como se trasluce de los planteamientos del Conacyt.
El gobierno de AMLO debería elaborar a la brevedad posible el plan de la transición energética de hoy a 2050 o 2060 (o lo que los expertos consideren un plazo realista para un país como el nuestro). La meta debe ser, sin duda alguna, la sustitución de las fuentes fósiles de energía por las renovables, ¡al 100%!
Por tanto, el plan de transformación debe indicar con la claridad y precisión posibles los planes de ahorro energético, desmantelamiento de plantas productoras de electricidad que utilizan combustibles fósiles, sustitución ordenada y dirigida por el Estado (completamente de acuerdo con el acuerdo) por instalaciones que utilicen fuentes renovables, esto es, los objetivos y plazos de la descarbonización y reducción de emisiones de gases invernadero, la sustitución de transporte público por transporte no contaminante, ordenación urbana (las personas deben vivir cerca de sus centros laborales y contar con escuelas para sus hijos y otros servicios cercanos), etc. Y, a propósito, estas serán las bases de la que sí será la “nueva normalidad” de la que tanto se habla y que parece reducirse al hecho de que todo el mundo tendrá que ir de ahora en adelante con tapabocas y anteojos hasta que exista una vacuna contra el nuevo coronavirus.
La contingencia nos ha mostrado (aparte de que los humanos hemos sido y somos imprescindibles en la economía) que se puede hacer la vida desde nuestras casas, evitando contaminación, destrucción de bosques (al evitar el consumo de papel), etc.
Ese plan a 2050 o 60 aminoraría la desconfianza que genera la aparente contradicción entre el acuerdo para la seguridad energética y las recientes declaraciones gubernamentales y la perspectiva de largo plazo contemplada por el Conacyt.
El gobierno de la 4T debe confiar en sí mismo y también en que gobernará de aquí a 2050 o 60. Si no lo hace así, sospecharemos que no confía ni en su propia sombra.