En estos días de encierro más de una vez me han corregido (siempre hombres, por cierto) cuando comento que estoy organizando un evento o reunión virtual. El argumento es: “la RAE dice que virtual significa ‘Que tiene existencia aparente y no real’, entonces, tu evento… ¿no existe? Lo correcto es decir on-line”.
Como yo sí tengo educación y no me gusta exhibir la ignorancia y esnobismo de las personas, ahí dejo el tema y suelo corregir diciendo “evento en línea”. Solo para que quede claro, la tan sobrevalorada RAE también define virtual como “Que está ubicado o tiene lugar en línea, generalmente a través de internet”. Todos los eventos, reuniones e interacciones que suceden en línea son tan reales como aquellos que suceden fuera de línea. Y, además, el concepto “en línea” incluye todo el espectro de interacciones remotas: mensajería, llamadas, videoconferencias, redes sociales, etc., etc., etc.
Llevamos ya 17 meses de interacciones virtuales: oficina en casa, escuela en casa, entretenimiento en casa. Festejé mi 52° cumpleaños con una videollamada, donde durante tres horas reí, abracé y hasta brindé con mis amigas. En el trabajo, los logros y los retos siguen siendo reales; en la escuela, el aprendizaje y la gestión del conocimiento son muy reales; y en las reuniones sociales, la alegría, la melancolía y el afecto también son reales.
Hace un año fui víctima de una violación virtual. A cinco meses del #QuédateEnCasa un cobarde criminal me envió una serie de mensajes de texto anónimos, violentos, sexualmente explícitos y denigrantes. Esa noche me robaron la tranquilidad, la seguridad y por si fuera poco, la posibilidad de buscar justicia porque, como se podrán imaginar, los delitos virtuales, para nuestras leyes, “no son reales”.
Hemos encontrado en la virtualidad una forma distinta de relacionarnos con las personas. Sin duda, estas nuevas formas permanecerán, y sí, conforme pase el tiempo y la tecnología médica avance, disminuirá el riesgo #COVID19, pero la vida virtual llegó para quedarse. Esta forma de vida requiere transformaciones profundas en la industria, los servicios, los sistemas energéticos y la normatividad. Es urgente reconocer que hemos abierto un espacio de interacción humana, gracias a la tecnología y a la gestión energética, realmente invaluable. Estamos viviendo una realidad que ya imaginaban hace más de 50 años los titanes de la ciencia ficción, donde la tecnología potenció nuestra actividad: la buena, la mala y la fea. Es urgente asimilarlo, integrarlo explícitamente y diseñar marcos normativos que den certeza y seguridad a todas las personas en esta extraordinaria virtualidad.
Lo más difícil de vivir virtualmente es la lucha interna que tenemos las personas que nacimos el siglo pasado para reconocer que: si lo sentimos, es. Tardé meses en liberarme de la sensación de culpa por sentirme víctima de un crimen, cuando “solo” me había espiado por mis ventanas durante meses el infame que una noche decidió ejercer su violencia en mi contra. Hoy sé que el crimen fue real, que el terror, la vulnerabilidad, los episodios de llanto espontáneos fueron reales. Y también es real la impunidad, la tolerancia a una cultura donde ser mujer pareciera dar permiso para ser ignorada, vilipendiada y denigrada.
Lo mejor de esta virtualidad han sido las redes sociales solidarias. Los mensajes de familiares, amistades, personas vecinas que siempre están ahí, listas para ser parte de la solución, para aliviar la carga, para acompañar la vida. Sí, la tecnología ha llegado para potenciarlo todo, felizmente, hay mucho más de bueno que de todo lo demás.