El profesor acudió ante Ministerio Público de la federación y en la Procuraduría General de la República ya aplican las llamadas “medidas de apremio” –si no va, lo llevan los AFI—contra quienes deberán responder por la presunta negligencia.
Pedro Martín Romero Aguilar se cansó del dolor, de la espera y de la burla y denunció a un grupo de doctores negligentes para que la justicia determine qué son. Pero vale la pena que en esta denuncia se involucren muchas personas igual víctimas que beneficiarios de instituciones que tanto le cuestan a los bolsillos del pueblo.
El profesor señala de manera directa a: Doctora Miriam López Chávez, médico familiar de la Unidad del ISSSTE en Yautepec; doctor Estuardo Meléndez Ocampo, director del Hospital del ISSSTE en Cuautla; doctor Enrique González Solares, subdirector médico del mismo hospital; el doctor Roberto M. Reyna Alcántara, neurocirujano adscrito a la unidad ISSSTE H.A.E. “Centenario de la Revolución” en el municipio de Zapata, Morelos, antes llamado “Carlos Calero”. La denuncia es también contra este hospital Calero y el hoy llamado de la Revolución. Van todos.
El vía crucis del profesor Romero Aguilar inició con un dolor en la espalda a principios del mes de octubre del 2009. Diariamente se trasladaba alrededor de 70 kilómetros para acudir a la escuela a realizar su tarea. Acudió a la clínica del ISSSTE en su natal Yautepec y “como ya no realizan exploración”, dice el diagnóstico de quien lo atendió que suponemos era doctor, resultó que “es un problema de riñón”. Bueno, Pedro Martín ni siquiera fue interrogado de sus dolores con detalle. Era el riñón y punto. ¿Por qué dudar de la palabra de un profesional? No le dieron ninguna incapacidad. Así que los 70 kilómetros seguían en la rutina. De su hogar salía a las 06:30 de la mañana y volvía a él a las 19:30.
Pasaron los días; el dolor persistía cada vez más intenso. Así que en ese mismo octubre del 2009 fue a la clínica ISSSTE de Cuautla. Lo revisó una doctora a la que le manifestó del fuerte dolor en la espalda que comenzaba a impedirle caminar con normalidad. Le tomaron placas de rayos X y lo enviaron al traumatólogo sin mayores estudios y diagnóstico que el presunto problema muscular. El negro octubre le deparaba más problemas: tuvo que presentarse en la clínica de Cuernavaca, la de la calle Obregón, y fue su misma expresión: el fuerte dolor en la espalda, ay, intenso. Ninguna exploración física y verbal, señala en su denuncia. Le hicieron otro diagnóstico, no le dieron incapacidad y lo regresaron a su casa en Yautepec para volver con la rutina de los 70 kilómetros diarios, más de 12 horas entre salida y regreso a casa.
Fiel, el dolor no cejó, así que en noviembre del mismo 2009 volvió al ISSSTE Cuernavaca, al servicio de urgencias; la repetición del dolor de espalda. No lo vieron seguramente mal y tampoco lo hospitalizaron.
La desesperación hizo que Pedro Martín Romero Aguilar recurriera a otras cosas, por ejemplo el clásico “huesero”. Se encontró con un, digamos, profesional que en la primera revisión superficial se negó a continuar. Le ordenó acudir al especialista, a su clínica, a la institución donde le prestaban atención médica. “No lo debo sobar porque puedo dejarlo inválido. Mejor busque a un doctor especialista”, le dijo el curandero de huesos.
Según el relato, en la misma institución fue atendido por el doctor Roberto M. Reyna Alcántara, especialista en neurocirugía y cirugía de columna. Afirma que el doctor Reyna le dijo que ahí no podía intervenirlo; que si deseaba, lo trataría fuera de manera particular. Consultó con su esposa e hijos y acordaron que así fuera.
La cita fue en el Hospital Constituyentes en Cuautla el 29 de diciembre del 2009 a las siete de la noche. Fue con un doctor de apellido Villanueva al Hospital del ISSSTE Cuautla para comentarle la recomendación del huesero, y le dijo que acudiera a su cita médica con el doctor Reyna. Ya con éste, Romero Aguilar le explicó sus padecimientos, y lo enviaron a hacerse una resonancia magnética. Volvió con el doctor Reyna el 7 de enero del 2010 y éste les explicó a él y su hermana que “tenía el Mal de POTT, que consiste que por la tuberculosis ya no tenía una vértebra y que su columna estaba a punto de colapsar, quedaría inválido, y además presentaba un tumor en la misma columna y requería una operación urgente para instalarle varillas y tornillos de titanio”.
Claro que el cuadro era de extrema gravedad. Ante la alta posibilidad de quedar inválido, había que operarlo. Y adelantó el galeno que después entraría en tratamiento para la tuberculosis, y aún hay más, otro tratamiento, éste de quimioterapia para combatir al tumor.
Antes de concluir esta entrega, les decimos que este doctor Reyna nunca aceptó tratarlo en la clínica del ISSSTE; lo atendió en su despacho que renta en un hospital de Cuautla y le puso precio a la intervención quirúrgica: 100 mil pesos.
1 comentario
aunke hubieran hecho el diagnostico a tiempo terminaria asi... porque asi evoluciona la tuberculosis...
ahora tiene que ir la familia entera a hacerse sus BAAR's porque seguramente tambien tienen tuberculosis... ay perdon pero salud publica dice que ya no existe...
Hey
pero el gobierno y salud se jactan que ya no hay tuberculosis...… Compartelo!