La mayoría de los fundadores del Campus Morelos de la UNAM éramos muy jóvenes entonces, como para considerar con cuidado los riesgos que significaría el dejar nuestras instalaciones e infraestructura en la Ciudad Universitaria de la Ciudad de México; esto es no pensábamos en las consecuencias de enfrentarnos a circunstancias desconocidas. Al final, para eso es la juventud. Mi primer recuerdo del Campus es la vista de máquinas excavadoras, desgajando parte del cerro para construir nuestra nueva sede, el Centro de Investigación sobre Fijación de Nitrógeno, ahora Centro de Ciencias Genómicas, en los terrenos de la UAEM, en una ladera de los rumbos de Chamilpa. A partir de ahí la decisión estaba tomada: nos convertiríamos en morelenses por convicción, decididos a llevar a cabo los mejores esfuerzos de nuestra vida en el Estado de Morelos.
El programa del concierto fue de música mexicana en su gran mayoría. Al deleitarnos con Carlos Chávez, Manuel Esperón, Alfonso Esparza Oteo, José Alfredo Jiménez, Arturo Márquez y José Pablo Moncayo, no pude evitar reflexionar sobre la calidad y complejidad de este concierto sinfónico, basado en la música de nuestras raíces, que sólo se podría emular en otras culturas con una riqueza similar. También, al saludar a tantos colegas y amigos, no pude evitar estremecerme al constatar el calibre del talento ahí reunido y como todos ellos representan una gran suma de voluntades, buscando consolidar contribuciones originales mexicanas al conocimiento universal.
Y como 30 años no es nada, los fundadores seguimos siendo jóvenes. Jóvenes porque cada día llegamos a nuestros laboratorios con la ilusión de discutir los resultados más recientes, de escribir otro segmento del manuscrito con los últimos hallazgos, por rodearnos de nuestros estudiantes, no sólo de posgrado sino inclusive de bachillerato. Jóvenes, porque cada día buscamos maneras de llevar la ciencia al ciudadano común. La aplicación más importante de la ciencia es precisamente la de incidir en que la sociedad se rija por los valores del análisis reflexivo y controlado, del cuestionamiento y de la creatividad, para alcanzar estándares más saludables y cómodos, con la ilusión de vivir para contribuir de maneras excepcionales. Y somos jóvenes porque vemos con optimismo los siguientes 30 años.
En estos años, ciertamente, nos hemos acercado a nuestros colegas, como son los de la UAEM y con humanistas y artistas residentes en el Estado, lo cual ha demostrado que el apoyo original de nuestras autoridades universitarias y las del Estado de Morelos fue de sapiencia estratégica. Esto es, la presencia de la UNAM en Morelos ha sido de las acciones más trascendentes en el desarrollo de nuestro país. Somos ciertamente la primera entidad federativa con una academia de ciencias, y si Morelos fuera un país, estaríamos dentro de los estándares de investigación científica de una nación desarrollada.
Extiendo una cordial felicitación a la sociedad morelense por este logro, con mis mejores deseos de que Cuernavaca siga siendo una luz en el desarrollo cultural del país.