Coincidentemente, ambas instituciones son el resultado de proyectos culturales sólidos, en donde se favorece la identidad propia, la creatividad, el trabajo en equipo y la promoción de las fuerzas básicas, que son valores universales contundentes. Ambos eventos son una demostración del poder humano para realizar el bien, que puede y debe prevalecer.
El lector se preguntará el porqué se maneja el deporte como un evento cultural, cuando tradicionalmente no se maneja como tal. Si partimos del concepto de que “la cultura es el conjunto de estructuras y manifestaciones de una sociedad”, podremos concebir como parte de la cultura no solamente a la literatura, la música, la pintura y todas las actividades humanas consideradas como “cultas”, sino ciertamente también a las ciencias en todas sus formas y a los deportes. Más aún, las relaciones familiares y de amistad y el comportamiento del individuo en el seno de la sociedad “varían de una cultura a otra”, como bien hemos podido constatar, y por tanto son eventos netamente culturales. Esto es, “en una cultura” los individuos muestran rasgos y preferencias distintivos y, curiosamente, todas las formas de la cultura son sujetas a los mismos valores, como se ilustra aquí.
En el caso de nuestro desarrollo científico, estamos en búsqueda de una identidad propia, en donde las preguntas y el estilo para abordarlas sean nuestros y no variantes de lo que se dicta en el extranjero. A este respecto podemos pensar que no es lo mismo pintar muy bien, escribir muy bien, o componer muy bien -de acuerdo a cánones internacionales- que pintar como Rivera u Orozco, escribir como Rulfo o Paz, o componer como Chávez o Revueltas. Esto es, nuestra obra debe tener algo especial que surja de nuestro seno. Buscamos, así, favorecer el proceso creativo basado en nuestras propias raíces y habilidades, tanto dentro de nosotros mismos como en nuestros alumnos, desde el bachillerato hasta el posdoctorado. Y el trabajo en equipo es fundamental: no intentar dominar con ideas propias sino moldearlas en conjunción con colegas, en donde la suma de los esfuerzos sea mucho más que la suma de las contribuciones individuales; es decir, saber colaborar. En cuanto a la promoción de las fuerzas básicas, ser siempre conscientes de que nuestras labores en la divulgación de la ciencia nunca serán formas de distracción, sino de importancia estratégica fundamental. Nuestra labor con la sociedad en general y en especial con los estudiantes, desde preparatoria hasta el jardín de niños, es la que va a impactar de manera categórica y positiva el futuro de la ciencia.
Es claro, así, que todos los procesos culturales se benefician de estas premisas, lo cual repercute en todos los ámbitos del quehacer humano. ¡Si solamente las tuviéramos presentes en todo momento, en nuestras tareas cotidianas! Siguiendo por este camino, ciertamente, podremos vislumbrar el presente y el futuro con confianza y optimismo. Al final de cuentas, la actitud es determinante en las diversas facetas de la vida diaria o del quehacer científico, de la misma forma que lo es al saltar a la cancha.