El artículo publicado el 19 de febrero por el Dr. Jesús Antonio del Río Portilla, “El momento de cerrar ciclos”, nos ha inspirado a compartir una reflexión. Más aún, hoy que escribo estas líneas, recibí la triste noticia del fallecimiento del Dr. Sergio Serna Saldívar, un destacado profesor y forjador de generaciones en el área de los cereales en México y Latinoamérica. Además, un gran amigo con quien compartí reuniones científicas, profesionales y personales.
Recientemente, leía un libro de Isabel Allende“Largo Pétalo de Mar” y una frase en la contraportada fijó mi atención, la cual transcribo textualmente: ….” Si uno vive lo suficiente, todos los círculos se cierran”.
Esta cita me llevó a reflexionar sobre la fugacidad de la existencia y, en particular, sobre el papel de los docentes encargados de la formación de profesionales y científicos.
En México, la jubilación es voluntaria y, en el caso de las instituciones públicas de educación, especialmente para quienes tenemos una plaza docente, el momento de cerrar el ciclo se va postergando con los años de servicio. He analizado brevemente algunas de las razones detrás de este fenómeno. La principal, a mi parecer, es que quienes optamos por el artículo décimo transitorio tenemos un tope en los ingresos al jubilarnos. Para compensar la pérdida del poder adquisitivo de los docentes, el gobierno implementó estímulos por productividad, como las becas al desempeño docente, desempeño en investigación, becas de exclusividad, PROMEP, y el incentivo adicional para quienes cumplen con los requisitos para pertenecer al Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Otro factor relevante es el seguro de vida. Mientras el docente está en activo, su póliza puede ser cobrada por los familiares designados en caso de fallecimiento; sin embargo, al jubilarse, este beneficio se pierde.
La permanencia prolongada de los profesores en las universidades públicas ha provocado que las plazas sean escasas o limitadas. Además, en ciertos momentos se contrató un número considerable de docentes con funciones administrativas, lo que ha generado un gasto público significativo. Como respuesta, los gobiernos federales han optado por no abrir nuevas plazas para reemplazar a los docentes que se retiran o fallecen. Esto ha afectado a los jóvenes egresados con estudios de posgrado, quienes enfrentan dificultades para obtener empleo en el sector académico.
En un intento por mitigar esta situación, hace aproximadamente una década, el CONACYT implementó el programa de Cátedras CONACYT, ahora denominado Investigadores por México. En este esquema, un investigador adscrito a una universidad pública o a un centro de investigación sometía un proyecto de diez años que incluía la contratación de un joven investigador, cuyo salario es cubierto por el CONACYT. Además, si cumplía los requisitos, podía acceder al estímulo económico del SNI. Desconozco el impacto real de este programa en el ámbito académico y de investigación, así como su efectividad en comparación con programas similares en otros países. Contar con estos datos permitiría redirigir sus objetivos y evaluar su eficiencia en términos de gasto público.
Un aspecto crítico de la jubilación es que los estímulos mencionados no forman parte del salario base, por lo que desaparecen al retirarse, reduciendo los ingresos en algunos casos hasta en un 50%. Esta situación es especialmente preocupante, ya que en esta etapa de la vida los docentes son más propensos a desarrollar enfermedades crónico-degenerativas cuyos tratamientos pueden ser costosos, y la pensión gubernamental no siempre es suficiente para cubrir estos gastos.
El nuevo reglamento del SNI, fechado el 22 de junio de 2022, establece que los investigadores nacionales eméritos y aquellos que se apegaron al artículo 30, fracción I, recibirán automáticamente una extensión de 15 años del estímulo económico si han cumplido 65 años o más y han permanecido en el sistema al menos 15 años. Sin embargo, el reglamento menciona que esta extensión está sujeta a una notificación anual al CONAHCYT. No me queda claro si esto implica que el investigador debe demostrar su continuidad en la investigación o simplemente confirmar que sigue vivo sin necesidad de estar adscrito a una institución. Si esta última interpretación es correcta, significaría una mejora en los ingresos de los jubilados. Sería interesante conocer estadísticas sobre cuántos docentes con estas características se han jubilado desde la entrada en vigor de esta norma, pues esto permitiría evaluar si ha facilitado la apertura de nuevas plazas para jóvenes investigadores y, en consecuencia, pueda favorecer el cambio generacional.
Como apasionado del deporte, siempre he creído que, al igual que en la vida deportiva, en la vida profesional, debemos retirarnos con dignidad, cuando aún conservamos nuestras facultades. Sin embargo, algunos colegas sostienen que en la academia, el inicio de la tercera edad marca el momento de consolidación de proyectos académicos y que la jubilación puede afectar la salud al interrumpir la actividad intelectual y profesional. La realidad es que nadie tiene una bola de cristal para predecir si la jubilación traerá beneficios o perjuicios. Tal vez lo más sensato sea que cada quien esté convencido de su decisión, tenga planes bien definidos y cuente con los recursos para llevarlos a cabo. Como dice el refrán: “El hombre propone y Dios dispone”. En esta etapa de la vida pueden ocurrir experiencias buenas, otras no tanto y algunas malas. Sin embargo, lo importante es haber cumplido nuestras metas y cerrar el ciclo con satisfacción. Como bien lo expresa el poema En paz de Amado Nervo:
"Vida, nada me debes,
vida, estamos en paz."
Quiero dedicar este artículo a la memoria de mi querido amigo, el Dr. Sergio Serna Saldívar, quien hoy nos ha dejado, pero cuyo legado permanecerá en nuestra mente y corazón.