Pero hay personajes más vanidosos que la reina de Inglaterra. Éstos son poderosos que hablan por televisión subrayando con el poder de su mirada la importancia de su mensaje. Para ellos están los teleprompters, pantallas de vidrio semirreflejante que les permite leer el texto preparado por su equipo de asesores, quienes deben tener experiencia en dividir las oraciones del texto a la medida de la respiración, e indicar las pausas que permitan los aplausos. La velocidad con que sube el texto es controlada por el orador mediante un pedal oculto. Generalmente son dos las pantallas. Se colocan a metro y medio, a 45º a ambos lados del frente, de manera que el orador tenga un sector de 90º para pasear la vista, recorriendo la audiencia entre uno y otro, para dar la impresión que, en efecto, habla con todos y cada uno, y que es él quien elabora mentalmente su discurso.
También los personajes que reportan noticias en la televisión necesitan de un teleprompter, donde el vidrio semi-reflejante se coloca justo frente al lente de la cámara, de manera que el reportero puede leerlo mientras mira al gran público. No es fácil: no debe mover los ojos al leer las líneas del texto, sino mantener la vista fija (pero no ‘perdida’) hacia la cámara. A menudo deben escuchar además las instrucciones que les llegan, vía voz de un asesor, al pequeño audífono que le susurra al oído. Se necesita mucha habilidad en esas circunstancias para mantener un hilo discursivo coherente.
Son pocos los líderes académicos o gubernamentales quienes, sin notas, pueden ofrecer discursos perfectos, manteniendo la concordancia de persona, número, tiempo y caso a lo largo de una cláusula compuesta. Recuerdo las veces que me impresionó oír al Dr. Juan Ramón de la Fuente, quien fue rector de la UNAM, por su dominio del idioma, su memoria e intelecto. Me sorprende también la claridad y consecuencia con la que habla el presidente Barack Obama cuando responde preguntas a menudo incómodas de los reporteros que lo entrevistan; tiene un doctorado de Harvard, conoce el francés y el bahasa; a diferencia de Bush, tiene una cultura muy amplia. Parece sentirse cómodo hablando guiado por sus pensamientos.
Nuestro mandatario usa teleprompters competentemente, combinado con la iconografía que las televisoras han adoptado para minimizar la vista de las pantallitas en las tomas generales y concentrar las imágenes en formatos de medio cuerpo y close-ups de la cabeza. Se evitan sensatamente situaciones en las que el hilo del discurso público no se haya preparado de antemano, como ocurrió en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara y en la Universidad Iberoamericana. El mando supremo sólo puede hablar ex cathedra, y hacerlo bien.
Existe un amplio mercado de teleprompters para toda clase de oradores. Hay varias compañías que los fabrican, venden, rentan e instalan (véase por ejemplo http://www.script-q.com/?gclid=CLPspZ24msUCFQsvaQod-1AAzA), en una gran variedad de modelos, incluyendo podios a prueba de balas. A pesar de toda esta tecnología, me da gusto poder decir que nunca he visto un teleprompter en un congreso científico.
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