30 años después y con el frenético crecimiento de los dispositivos móviles, el escenario planteado en la película, aunque con matices, nos alcanzo. Lo más dramático no solo es el aumento de los dispositivos móviles, sino la dependencia a los mismos en nuestras actividades cotidianas: nos levantamos y revisamos el teléfono, desayunamos, teléfono, manejamos, teléfono, y así, un largo etcétera.
Para darnos una idea de la problemática, mencionare unas cifras. Por una parte, en México, para el 2014 se reportaba un total de 53 millones de teléfonos inteligentes, lo que corresponde a cerca del 50% del total de teléfonos celulares vendidos en el país, de acuerdo a cifras de "The Competitive Inteligence Unit, 2015" (http://www.the-ciu.net). Por otra parte, se han documentado diversidad de alteraciones asociadas al desenfrenado uso de los teléfonos, es decir, una completa adicción, tales como trastornos de sueño, estrés, pérdida de atención, ansiedad, aislamiento, entre otros.
Inclusive, un estudio realizado en la Universidad de Maryland, se identifico que la mayoría de los estudiantes cuando no tenían su teléfono, experimentaban un síndrome de abstinencia similar al observado en los adictos a las drogas y al alcohol, presentando síntomas como ansiedad y preocupación.
Adicional a los trastornos sicológicos, están los de orden físico, tales como dolor en los músculos, tendinitis, túnel carpiano, dolor de espalda, entre muchos otros. A pesar de lo expuesto anteriormente, no estoy en contra del uso de la tecnología como parte de la vida cotidiana sino más bien de su uso indiscriminado y que está permeando a los más jóvenes y que puede traernos problemas a largo plazo aún insospechados… pero para empezar, parece que estamos gobernados por las máquinas.