“Quienes tienen el amor propio reducido suelen tener mal carácter, se vuelven fáciles de lastimar. Esto retroalimenta su mala reacción, e incrementa el amor propio herido, en un círculo vicioso que aumenta las malas reacciones.
”Siempre podemos cambiar, a cualquier edad y en cualquier momento; lo fundamental es reconocerlo
Hay quienes tienen mal carácter, pero son más bien sus familiares, amigos o compañeros de trabajo que se preguntan cómo hacer para que cambie, por favor. Es decir, es frecuente que la queja sea de quienes lo padecen y no de la persona en cuestión que seguramente no se ha dado cuenta, o no lo acepta.
En pocos casos la misma persona reconoce su mal carácter, pero más por el dolor que le ha provocado la reacción de los que la tienen que tolerar que por una clara conciencia de que tiene mal carácter.
Todos tenemos un amor propio que alimentar y cuidar. Es esa parte de nuestra personalidad que nos hace sentir dignos y valiosos, que suele ser tan frágil en algunas personas. Cuando alguien se siente satisfecho con lo que es, con lo que hace y con cómo se siente, no tiene tanta necesidad de que le estén alimentando su amor propio. Éste se nutre precisamente de su capacidad para ver las cosas positivamente o como oportunidades de crecimiento y en ese proceso se siente capaz, con las habilidades necesarias para hacerle frente a la vida, así como el hecho de sentirse amado y apreciado por las personas que le importan.
Quienes tienen el amor propio reducido suelen tener mal carácter, se vuelven fáciles de lastimar. Esto retroalimenta su mala reacción, e incrementa el amor propio herido, en un círculo vicioso que aumenta las malas reacciones. Por eso cambiar es una prioridad para personas así porque se vuelven cada vez más intolerantes, pues agregan a sus razones el rechazo y la molestia de quienes ya no están dispuestos a tolerarlas.
¿Puede cambiarse el mal carácter? Siempre podemos cambiar, a cualquier edad y en cualquier momento. Lo fundamental es reconocerlo. Y allí es donde mucha gente pierde el tiempo, en una lucha de poder con los demás para negar que su carácter es difícil.
Una vez que reconocemos que tenemos mal carácter, debemos desarrollar al máximo la autoobservación: verme objetivamente y reconocer cuando tengo un carácter difícil. Generalmente la gente se refiere a mal carácter cuando los individuos que lo tienen son reactivos, es decir, de todo reaccionan, de cualquier cosa que sucede se enojan, explotan, se intoleran o se sienten ofendidos, atacados, aludidos y adoptan una actitud de franca oposición, venganza y/o indiferencia. Suelen ser egoístas, malagradecidos y arrogantes. No se hacen responsables de sus emociones y culpan a los demás de lo que sienten, de lo que les pasa y hasta de su mal carácter.
Además de reconocer que se tiene mal carácter es necesario que el individuo en cuestión descubra por qué se siente a disgusto consigo mismo. A veces este tipo de personas están siendo infelices, llevan una vida que no quieren o se están sometiendo a los deseos de otros que no los aman. Su mal carácter es una especie de mala digestión de situaciones intolerables. En otras ocasiones la causa de su manera de ser está en una infancia infeliz, llena de privaciones y maltrato, violencia y una clara identificación con el enemigo, es decir, se vuelven copia de sus agresores. Pero también hay quienes son así sólo por comodidad, malos hábitos y exceso de consentimiento por quienes los rodean.
El siguiente paso después de reconocer mi mal carácter y por qué motivos soy así, es empezar por ser “proactivo”. Dice Stephen Covey en Los siete hábitos de la gente altamente efectiva que ser proactivo es reconocer que “yo soy la fuerza, soy el capitán de mi vida. Elijo mi actitud y mi felicidad. Soy el conductor de mi destino y no sólo un pasajero”. Es decir, cada uno es responsable de su vida, de las actitudes que elige tener y maneja su destino. Por lo tanto, debo dejar de culpar a los demás de las reacciones que tengo. Ser proactivo es decidir cómo quiero reaccionar o no reaccionar, a diferencia de quienes para todo reaccionan impulsivamente y sin pensar, cayendo siempre en la trampa de “la provocación”. Es decidir dejar de “ser como las ranas que si me presionan brinco” o dejar de ser “de mecha corta y explotar en cuanto me prende algo”.
Una persona impulsiva, continuamente reactiva no es libre, “baila al son” de quienes le rodean porque de todo reacciona y de todo toma partido, como si todo tuviera que ver con él y en todo momento se estuviera jugando su amor propio. Y de hecho esa persona está inconforme con la vida, con su situación, vive desamor.
Otro paso es empezar un proceso psicoterapéutico para sacar el dolor, descubrir la razón de la inconformidad consigo mismo y la manera de reparar las relaciones que ya no son gratificantes amorosamente y contribuyen dolorosamente al mal carácter. Por último es importante reparar el daño hecho, borrar la mala costumbre y manejar nuestras emociones de manera inteligente, así como crear el hábito de apreciar a los demás y ser agradecido con la vida y con Dios. Este paso incluye contentarse uno con lo que tiene y no esperar de los demás más de lo que corresponde.
Nuestro carácter es como un coche, exige “buen manejo”, aunque quizá no cambié el modelo, pero sí puede optimizarse su uso. Aprende a manejar tu carácter en psicoterapia. Se trata de sacar el dolor, crear nuevos hábito, borrar los malos, y practicar, practicar hasta lograrlo.
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas, días y horas hábiles a los tels. 3 30 72 54/044312 154 1940
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