Hay quienes prefieren seguir sufriendo que cambiar. Enfrentarse con lo que son, con lo que tienen, con sus deficiencias, con su complicidad en la situación que viven es algo que escogen evitar. Supuestamente no quieren sufrir, pero sufren más cuando mantienen situaciones en las que ya no crecen, en las que engendran sufrimiento para sí mismos y para quienes están involucrados en la situación. Aguantarse puede también ser por orgullo, “¿cómo el otro va a ganar?”, por no perder lo que se ha invertido: tiempo, dinero, esfuerzo, amor, etc. O en otras ocasiones es por no enfrentar nuestras deficiencias generalmente relacionadas con la dependencia económica y/o emocional.
Hay gente que va por la vida sin hacer conciencia de lo que siembra, es decir sin percatarse qué hace para que viva lo que está viviendo. Lanza agresión y no se da cuenta que se regresa lo que uno lanza; trata a algunas personas con desprecio y luego espera amabilidad de ellas, etc. Hay parejas en que uno de los cónyuges puede quejarse de que no es tratado(a) con cariño, con confianza, con fidelidad, pero no reconoce que no ha hecho nada para que su pareja se sienta amado(a), no ha generado confianza. Hay relaciones padres-hijo(a)s en los que pasa lo mismo: se exige cosechar lo que no se ha sembrado. El resultado no se deja de ver: sufrimiento, conflicto, confrontación, queja.
Las personas que se quejan continuamente están buscando fuera de sí mismas a quien culpar de lo que no les gusta o les hace sufrir. Si un padre no tiene la confianza de su hijo, se queja de eso como inculpando al hijo en vez de preguntarse: ¿Hice yo algo para contribuir a que esto se generara? Una pareja puede estar en conflicto, quizá hasta viviendo violencia, indiferencia, desamor, etcétera, y el principal infractor ¿alguna vez se pregunta si hizo algo para que eso se diera?
Todos somos cómplices de las situaciones que vivimos, y todos y cada uno podemos generar situaciones diferentes si trabajamos con nosotros mismos. “Si no siembras, no cosechas”, “si no das, no recibes”, “lo que lanzas, se te regresa”, “trata a los demás como quisieras que te traten”, etcétera, son ideas populares que están lejos de ser aplicadas para nuestro beneficio. Mucha gente no se da cuenta de que tiene exactamente lo que ha labrado por años. Y luego viene a comportarse como una víctima de la situación. Lo grave es que hay personas que prefieren seguir sufriendo antes que aceptar la parte de responsabilidad que tienen.
Aceptar la responsabilidad que tenemos sobre lo que nos acontece es la llave para cambiarlo. Pues es a través de lo que cada uno hace que puede cambiar sus circunstancias. Aún en las peores situaciones puede haber cierto cambio, pero claro ello implica también enfrentar otros problemas, sufrir para lograrlo, invertir esfuerzo, dinero, tiempo. Incluso puede tener que ver con un cambio de vida radical. Nadie dijo que era fácil, pero es nuestra vida y la posibilidad de vivirla bien, creciendo y siendo feliz. Y entonces bien vale la pena, cueste lo que cueste cambiar.
A nadie le gusta que le señalen sus errores. No es fácil aceptar lo que hicimos mal, los fracasos, las malas elecciones, nuestro mal carácter, nuestro egoísmo, nuestra negligencia, nuestro miedo o nuestra flojera. Lo que sea que te detenga no puede ser más grande que la autenticidad de una vida completa y satisfactoria, en crecimiento y en aceptables momentos de felicidad (pues no todo es felicidad y satisfacción en esta vida).
La psicoterapia es el lugar donde las personas aceptan lo que han hecho con sus vidas, aquello de lo que son responsables y aquello de lo que no. Y pueden cambiar para crecer, para ser mejores individuos. Es el modo, el lugar y la persona (el psicoterapeuta) adecuados para enfrentar nuestra área más oscura e inaceptable y comenzar a trabajar con ella para que ya no nos genere sufrimiento. La psicoterapia es un espacio vital para desarrollar conciencia de uno mismo, para darnos cuenta de que tenemos un poder para construir y/o destruir. Percatarnos que tenemos una capacidad para sembrar que hay que manejar conscientemente qué queremos sembrar y para qué. Y con un compromiso de crecer que es con la vida porque no crecer es muerte, deterioro, estancamiento y mediocridad. Y también lleva al sufrimiento.
Haz algo para que el sufrimiento termine. No te quedes allí aguantando o siendo cómplice de que así sigan las cosas. No frenes tu crecimiento porque un día pagarás las consecuencias. Y evita quejarte, esa sólo es una manera de desafanarte de tu responsabilidad para que las cosas cambien. No te hagas la víctima cuando sabes que tuviste una participación. Reconoce lo que tú pusiste. Las cosas van a cambiar el día en que tú cambies, siembres con conciencia y sepas esperar pacientemente a que todo se dé. Y es que un gran cambio no es algo rápido ni sencillo. Implica esfuerzo, entrega y un genuino deseo de cambiar. Ayudarse de la psicoterapia es una alternativa. Apoyarse en Dios es otra. Tener respeto por quienes quieren cambiar y apoyarlos es al mismo tiempo apoyarte. Haz algo para que el sufrimiento termine. Ayúdate con un tratamiento psicoterapéutico profesional. No esperes más, invierte en crecer no en sufrir.
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54
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