“Me gustó mucho que le dieran el premio a una mujer porque, en general, aquí en los países latinoamericanos, a las mujeres las hacen mucho a un lado, todo es para los hombres, las mujeres tienen mucho menos oportunidades. Las mujeres suelen ser las grandes olvidadas de la historia.”
Elena Poniatowska respondió la pregunta que le hicieron los niños al saber que tenían frente a ellos a una princesa. Les acababa de contar “la versión que no le gusta a mi familia” acerca de sus orígenes aristocráticos: efectivamente, pertenece a la nobleza por su línea paterna.
Por eso sus oyentes, que nunca antes habían tenido oportunidad de charlar con una soberana, quisieron saber qué haría esa mujer sentada ante ellos -de cabellera, sonrisa y mirada plateadas, vestida de rojo, de hablar ameno, que de vez en cuando soltaba alguna mala palabra en sus relatos para que se pusieran listos o para hacerlos reír, y que al hablar hacía un movimiento peculiar con su nariz-, si en la actualidad fuera una reina.
Sin ninguna relación con el mundo de los cuentos de hadas o de las cortes todavía existentes en el mundo, Poniatowska, periodista al fin, rompió las burbujas de fantasía de sus jóvenes oyentes para aterrizarlos en la realidad.
“Nunca he pensado eso, porque creo que no existe la posibilidad, pero en México lo que primero haría sería intentar acabar con la corrupción de los políticos, que es tremenda, que nos ha llevado a la droga e intentar acortar ese abismo social que existe hoy en día”, resumió la escritora.
El próximo miércoles 23 de abril, Elena Poniatowska recibirá de los Reyes de España el Premio Cervantes de Literatura. Será el quinto para un mexicano, después de que lo obtuvieron Octavio Paz, Carlos Fuentes, Sergio Pitol y José Emilio Pacheco; y el primero para una autora mexicana, aunque a nivel internacional es el cuarto obtenido por una mujer, ya que sus antecesoras fueron las españolas María Zambrano y Ana María Matute, así como la cubana Dulce María Loynaz.
Se trata del galardón más importante que se entrega a un escritor de la lengua española y el discurso de los ganadores se desarrolla en torno a la figura de Miguel de Cervantes Saavedra y de su obra cumbre, Don Quijote de la Mancha.
Corrían los primeros días del mes de diciembre del año 2010 y la autora de La noche de Tlatelolco, Tinísima, Fuerte es el silencio, Nada, nadie. Las voces del temblor, Todo México, La piel del cielo y El tren pasa primero, dialogaba con los niños y adolescentes de la Escuela Molière Liceo Franco Mexicano, en Ocotepec, en Cuernavaca.
Toda la mañana charló con ellos la invitada y Bajo el volcán fue el único medio de comunicación testigo de esa larga conversación, dividida en tres partes, en donde la periodista se extendió en sus respuestas ante sus documentados oyentes.
Cuando se le recordó que ella quiso firmar sus textos como Dumbo –el pequeño elefante de Walt Disney que podía volar gracias a sus grandes orejas-, la periodista comentó que también en esa época, “quise usar el apellido de mi mamá, Amor, pero resulta que tenía una tía poeta, muy loca, que se llamaba Guadalupe (Pita) Amor; entonces me dijo que ni de chiste fuera yo a usar su nombre”.
Me decía, recordó Poniatowska: “¡no te compares a tu tía de fuego, no te compares a tu tía de lava, yo soy la dueña de la tinta americana! ¡Y tú eres una pinche periodista! Entonces yo me puse así –Elena Poniatowska y no Elena Amor- porque yo le tenía miedo, porque era muy loca. Ella después se volvió todavía más loca”, aseveró para provocar, primero, el asombro y, luego, la risa de los pequeños, al comprender lo que habían escuchado.
*LAS GRANDES OLVIDADAS DE LA HISTORIA
Sus oyentes también quisieron conocer su impresión por haber sido la primera mujer en obtener el Premio Nacional de Periodismo: “Me dio gusto -afirmó su interlocutora-, ese me lo dio uno que tenía unas patillas de cochero, que se llamaba José López Portillo -dijo en referencia al ex presidente mexicano-; me dio gusto recibirlo porque lo recibí casi un año antes de que mi padre muriera. Él fue a la premiación y le gustó. Mi hijo mayor, Mane, estaba en Francia estudiando, pero fui con mis hijos chiquitos”.
“Me gustó mucho que le dieran el premio a una mujer porque, en general, aquí en los países latinoamericanos, a las mujeres las hacen mucho a un lado, todo es para los hombres, las mujeres tienen mucho menos oportunidades. Las mujeres suelen ser las grandes olvidadas de la historia. Tienen muy delimitado su campo: con los hijos y llevar la casa”, respondió.
También se le planteó por qué, en su momento, rechazó el premio Xavier Villaurrutia. Su respuesta fue extensa para una mejor comprensión.
“En 1968 todos los estudiantes se levantaron contra el gobierno, porque había en México una gran influencia de la Revolución Cubana, y eso causó mucho impacto en este país. Se pelearon dos preparatorias, entraron los granaderos y les pegaron a los muchachos; entonces los muchachos después empezaron a salir a la calle, a hacer manifestaciones y fue muy importante ese movimiento.
“Muchos maestros de la universidad defendían a sus estudiantes e hice un libro que se llamaba La noche de Tlatelolco. En todo el mundo hubo movimientos estudiantiles. En Francia sólo murió un muchacho, porque se equivocó, se cayó de una plataforma y se mató, pero es el único muerto, mientras que en México no se sabe el número de muertos.
“Los muchachos empezaron a decir que no les gustaba que en México hubiera olimpiadas, porque era un país muy pobre y decían: ‘No queremos olimpiadas, queremos revolución’, y así iban por las calles; entonces el gobierno se asustó y empezó a reprimir a los estudiantes y el 2 de octubre de 1968 los balaceó en la Plaza de las Tres Culturas y mató a muchos jóvenes.
“Yo hice ese libro, porque no se podía publicar nada en los periódicos, había una censura espantosa; en 1972 -cuando estaba en el poder Luis Echeverría, que era el presidente entonces-, dijeron que le iban a dar un premio a La Noche de Tlatelolco y a mí. Entonces yo escribí una carta que se publicó censurada en el periódico, diciendo que quién iba a darle un premio a los muertos, que yo rechazaba ese premio.
Eso fue hace casi 40 años. Había tanto miedo que ni siquiera dejaban a los padres de familia recoger a sus muertos. Hubo una edecán, Regina Teuscher Krüger, una muchacha de origen alemán. Le tocaron balas y la recogió su papá en la Plaza de las Tres Culturas donde fue el mitin, con seis tiros de bala a lo largo de toda la columna vertebral.
“El papá la fue a traer a la morgue y nunca quiso hablar con los periodistas, y yo lo fui a buscar, sólo lo pude ver años después, cuando a esta muchacha, Regina, un señor (Antonio Velasco Piña) la convirtió en una sacerdotisa: dijo que había venido a encender el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl (en su novela Regina), se hizo un grupo de reginistas y toda una secta en torno a ella. Puras mentiras, pero esa muchacha fue una de las que murió, cuando tenía 20 años”, rememoró.
*UN LIBRO DE PUROS ARTÍCULOS RECHAZADOS
Bajo el Volcán
Si fuera reina, lo primero que haría sería intentar acabar con la corrupción de los políticos: Elena Poniatowska
Recibirá en España, el próximo miércoles 23 de abril, el Premio Cervantes de Literatura
*Esa corrupción es tremenda y nos ha llevado a la droga; además intentaría acortar ese abismo social que existe actualmente, añadió
*Crónica de una larga conversación en Cuernavaca
Inicia sesión y comenta