La belleza de la pieza del mes que exhibe en la actualidad el Museo Morelense de Arte Popular (MMAPO) es superior a lo que cualquier imagen fotográfica puede alcanzar a mostrar. Hay algo más íntimo e inmaterial, en ese trabajo, que envuelve a lo que está más allá de nuestros sentidos, aunque hay que reconocer que, en primera instancia, es la vista la que queda subyugada.
El espectador sonríe al considerar que la manualidad no fue elaborada de manera diestra sólo con pedazos meticulosamente cortados de madera y carrizos, sino también con fragmentos del tiempo del propio artista creador.
¿De dónde vinieron sus motivaciones para crear la obra? Quizá pensó en los momentos felices que pasó de niño en las ferias de las ciudades o de los pueblos. Y quiso dejar constancia de ese tiempo maravilloso.
O tal vez, su creatividad se vio espoleada por hacer alegres los días de los hijos propios o de los otros, a las generaciones presentes o a las venideras.
Además de buscar atraerlos con un juguete sobresaliente, posiblemente recapacitó también en dejar sembrada una semilla de amor hacia los objetos mexicanos tradicionales para la diversión infantil, cada vez en mayor desuso por el avasallamiento de los juegos virtuales que dejan cumbres monetarias y la abolición de la infancia en el siglo XXI, “feliz” en su aislamiento.