La media hora más difícil en la vida del escritor René Avilés Fabila fue debido a un teléfono celular. El 2 de marzo del año 2011, fue “el día más espantoso” en la historia del novelista.
En esa fecha, Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, hizo una visita a la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en la ciudad de México, y en ese marco, sostuvo una entrevista con el también distinguido profesor del Departamento de Educación y Comunicación de esa institución.
La conversación se transmitía en vivo, con cámaras de televisión enfrente, y Avilés Fabila la comenzó sin ningún problema: resaltó el crecimiento que había tenido la universidad en la que trabaja.
“Mario: es un honor recibirlo en una universidad pública y esta universidad nació hace 36 años; éramos tres unidades, somos ahora cinco y representamos a las grandes universidades del país”, le dijo de entrada
De pronto, René Avilés se dio cuenta de algo que provocaría su angustia durante 30 largos minutos: no había apagado su celular antes de comenzar la charla. La inquietud lo perturbó mientras oía responder a Vargas Llosa. Pensaba por dentro: “¡va a sonar, va a sonar, y me va a interrumpir la entrevista!”.
No podía sacar el aparato para apagarlo. ¿Cómo iba a hacerlo si estaba transmitiendo en vivo, con las cámaras frente a ambos autores?
“Me pareció muy estúpido sacarlo y decir: ¡ah, chingao, se me olvidó… qué barbaridad!”
Esta es la parte de la historia que Avilés no contó al público que llenó el auditorio del Centro Morelense de las Artes (CMA) para escucharlo, la noche del pasado viernes 23 de mayo. Simplemente se le olvidó decirla.
De manera divertida, René Avilés contaba a su auditorio múltiples anécdotas vividas a lo largo de su trayectoria como narrador. De pronto, se acordó de la vez que le tocó entrevistar a Vargas Llosa.
Resaltó que aunque “casi” son de la misma generación –él tiene 74 años, el Nobel 78-, sin embargo, el novelista de origen peruano “se ve más grande que yo”, soltó para provocar la risa de los asistentes. “Dios lo castigó por abofetear a García Márquez”, añadió para desternillar a sus escuchas.
Provocó expectación cuando aseguró que “el día más más espantoso de mi vida fue cuando entrevisté a Mario Vargas Llosa”, pero después vino a su memoria otro asunto y ya no explicó por qué lo había sido.
Entrevistado tras concluir su conferencia magistral titulada “La autobiografía como género de ficción”, Avilés Fabila aceptó con gusto contar ese final. “Es cierto, no acabé de contar esa historia, cierto, pero eso ya es la edad”, asumió para hacer reír a su entrevistador. Este es el resto de la conversación concedida a Bajo el volcán.
*HAN PASADO LOS MEJORES TIEMPOS PARA EL MUNDO INTELECTUAL MEXICANO
-¿No le llama la atención que, en el discurso político, se dice mucho –en una especie de manipulación- que el impulso que se le dará al arte y a la cultura en los diferentes gobiernos de los estados, va a servir para restituir el tejido social, cuando mucha de esa gente convalidó la situación que estamos viviendo, desde otras épocas?
-Yo creo que ese es un problema muy complicado. El político, el Estado no es los Reyes Magos, el Estado es represivo y el Estado trata de llevarse lo más que pueda, y en ese ‘más que pueda’ los intelectuales juegan un papel importante.
Lo descubrió, por ejemplo, (Andrés Manuel) López Obrador, lo descubrió (Adolfo) López Mateos, lo descubrió (Carlos) Salinas.
Cada tanto lo vuelven a descubrir y entonces viene una presión muy fuerte para los intelectuales, que no saben resistir el canto de las sirenas.
Porque en México hay un problema: la mayor parte de los premios, los importantes, los trascendentes, los da el Estado y entonces el intelectual siempre trata de cuidar su imagen ante el Estado, esté quien esté, y entonces lo mismo pueden ser panistas, priistas o perredistas.
Creo que los mejores tiempos, en ese sentido, ideológicos, para el mundo intelectual mexicano, han pasado ya. No hay un equivalente a Revueltas, no hay un equivalente a Huerta, no hay un equivalente a Juan de la Cabada, que mantuvieron siempre su distancia, pero claro, eso siempre lleva muchos riesgos, porque en un país como México, la cultura está en manos del Estado, la gran infraestructura cultural la tiene el Estado, entonces si uno se margina, se margina de las posibilidades de poderle dar a la cultura un sentido social. Ese es un tema que se ha discutido mucho y nadie se pone de acuerdo. Yo creo que hay que mantenerse a distancia del Estado.
*OCTAVIO PAZ MURIÓ COMO JEFE DE ESTADO
-¿A eso obedece el reciclamiento de funcionarios como Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Conaculta: pretender controlar a los intelectuales por medio de premios y becas?
-Pero eso ya es como una sana costumbre mexicana. Y del otro lado siempre está el intelectual que, en sus mocedades es muy crítico y termina siendo pieza del sistema, pero eso es algo muy difícil de explicar: está en función de cada persona. Hay quienes nos podemos mantener al margen y un margen relativo, porque trabajar para una universidad pública es de todos modos formar parte de.
Pero bueno eso ya es cuestión de distancia. (Octavio) Paz pasó la mitad de su vida diciendo que hay que mantener las distancias con el Príncipe y terminó en brazos del Príncipe. Murió como Jefe de Estado.