La llegada de don Félix Serdán Nájera al auditorio “Fulgencio Ávila Guevara” provocó el aplauso unánime y espontáneo del público presente, a la mitad de uno de los temas “que suenan a poca madre”, tocado por el grupo “La flor de acuyo”, quien en voz de uno de sus intérpretes saludó el arribo del revolucionario, al recordar que “representa y trae cargando una historia de lucha”.
Historia cuyo peso, si bien provocaba el lento caminar del cuerpo casi centenario del también Mayor Honorario del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), al mismo tiempo le espoleaba el ánimo para hacerlo reír y aplaudir a los artistas que le brindaban su actuación, pero sobre todo, lo hacían sumarse al coro de una consigna que no podía faltar en tal ocasión: “Zapata vive, la lucha sigue”.
Don Félix y su esposa, Emilia Sosa, “su compañera inseparable”, arribaron al recinto de la Escuela de Teatro, Danza y Música de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, antes Centro Cultural Universitario (CCU), después de que ya habían cantado Joan Sibila, Efraín Rojas, Lalo el Guajolote y el Churro; en el momento en que la voz femenina de “La flor de acuyo” interpretaba: “pajarito que cantabas en el amate, ahora cantas en la jaula”.
Era el invitado principal al “Festival Homenaje en solidaridad con Félix Serdán Nájera”, que tuvo lugar, durante casi tres horas, la tarde del pasado viernes 13 de junio, en Cuernavaca, con el propósito de recabar fondos en beneficio del veterano jaramillista.
Durante el arranque del festival, se leyó parte de la autobiografía escrita por don Félix y se recordó que nació el 19 de enero de 1917, además de que se resaltó que “a sus 97 años sigue con ganas de hacer cosas”, como la creación del Instituto Cultural “Rubén Jaramillo”, en Tehuixtla, Jojutla.
El primer número del programa estuvo a cargo de la cantante Joan Sibila, quien después de la sutiliza de su primera melodía “tengo, tengo, tengo, un silencio nuevo”, y del erotismo que revela lo que “el viento prendió”, remató su actuación con un canto de protesta.
Dijo que dedicaba la pieza al Movimiento Morelense Contra Concesiones Mineras en México, de oro y plata.
Y antes del ensamble de su voz con la guitarra, se sinceró con sus escuchas al admitir: “a ver si me sale, porque me ponen nerviosa, la neta”. En el corazón del canto se clama: “el agua vale más que el oro, porque la vida vale más. Sin agua no soy nada”, y la artista informaba que son 52 millones de hectáreas, la tercera parte de México, la que está concesionada.
*LA HONESTIDAD Y LA FIRMEZA DE NO CORROMPERSE
Después de ella y desde Puebla, tocó el turno a la “trova tradicional y clásica” de Efraín Rojas, quien dijo que don Félix “es un niño de siete años encerrado en un cuerpo de 97”.
La primera de sus canciones, también con el acompañamiento de una guitarra, estaba basada en el poema “Corazón del monte”, y en la melodía aseguraba que cuando el homenajeado nació, “traía, en vez de torta, pistola y machete y libros bajo el brazo”.
Así como que se trataba de un “peleador y enamorado” que, por amor y rabia, se sumó a la tropa de Rubén Jaramillo. El tema se titulaba “La bola del chilpayate”.
Completó su actuación con una composición dedicada a Jaramillo, “El venado del cerro” (Tépetl Mázatl) y con una coreada canción elaborada con décimas, como se hacían durante el siglo XVIII, pero escritas apenas ayer, dijo, y a la que nombró “Calaveras del montón”, para hacer cantar al auditorio con la repetición de ese título.
Un primer momento muy divertido, fue la actuación deLalo el Guajolote y el Churro, quienes con buena voz y singular alegría en la interpretación, presentaron los temas “La tumba de Zapata”, (el ingenioso) “Esperanza de maíz”, “El corrido de Rubén Jaramillo” y
“La calaca catrina”, éste último de la autoría de Marcial Alejandro.
Antes de principiar su número, se escuchó por el audio una grabación con la voz de don Félix Serdán, quien resaltaba tanto en Emiliano Zapata como en Rubén Jaramillo “la honestidad y la firmeza de no corromperse”.
*PARTE FUNDAMENTAL DE ESTA HISTORIA
La alegría de la jarana y el requinto, la sutileza del cello y los poderosos sonidos de percusiones, fueron la combinación que cautivó a los asistentes, desde el primer número ejecutado por los cinco integrantes del grupo “La flor de acuyo” y su son jarocho.
Entre ese deleitoso coctel de espléndidos sonidos, declaraban en la segunda melodía: “Somos el Sol y la Luna que nunca se han de encontrar: cariñito sí te encuentro, pero siempre te me vas”.
Como si fuera la música del “Cielito lindo”, pero con una letra diferente –aunque similar en la última estrofa-, “ese lunar que tienes junto al a boca, no se lo des a nadie que a mí me toca”, hicieron aplaudir a los escuchas de “Tu butaquito”.
Y aunque en un primer momento se anunció que con “La fortuna” se despedirían del festival, más adelante regresaron al escenario a petición de otro de los artistas invitados.
En su turno y solidarizándose con la causa, el cantante Kristos dijo de don Félix, con desacostumbrada seriedad: “Muchas gracias por existir y por ser parte fundamental de esta historia”.
Después de eso, regresó al desenfado y cachondeo con que ha acostumbrado al público que ve sus actuaciones.
Su primera canción, maravilla gramatical rematada en cada final de verso con una palabra con énfasis en la antepenúltima sílaba: “No me bajo de esta nube utópica/ ni renuncio de este sueño mágico/, el camino es un concepto místico/ y la vida es una eterna búsqueda”. Era su clásico “Es-brújula”.
Reclamó a los asistentes una desatención hacia él y sus canciones: “A ver si ya se las aprenden, ya llevo 20 años, no mamen… ya se me están olvidando a mí”, dijo con su peculiar humor que siembra risas entre las butacas.
Y después de descargar con intensidad la letra de “Quiero más” (“todos los minutos, los meses, los segundos, las horas y los días, y los años, los peldaños, tus engaños y tu forma de llegar y de escapar, quiero más), con ayuda de la guitarra que le prestó El Churro –y que debió haber quedado agotada-, dijo sin presunción que “murió Elvis pero quedé yo”.
*ANHELO POR MEJORAR AL PUEBLO
La última actuación del festival estuvo a cargo del rock rupestre de Carlos Arellano, antes de lo cual volvió a escucharse por el sonido la voz de don Félix, quien aseguraba que lo que le hizo unirse a Jaramillo, fue su anhelo de que el pueblo tuviera mejores condiciones de vida.
El acto concluyó cuando Arellano invitó a los integrantes de “La flor de acuyo” a volver a subir al escenario –“son chingones, suenan a poca madre”, argumentó- y dijo que hacía la petición a pesar de que él no sabía tocar sones.
La melodía se titulaba “El rock de los treintañeros”, pero en esa celebración se convirtió en “El son de los noventañeros”, dijo, tras reconocer el encanto que tiene el son jarocho.
El fin del homenaje a don Félix Serdán no pudo haber sido más emblemático: los intérpretes regalaron a manera de despedida el tema “La caña”.