Así lo establece la presentación de la exposición Agua, pan y circo, de Armando Romero, inaugurada la noche del pasado viernes 13 de junio, en la galería de arte NM Contemporáneo, en el centro de Cuernavaca.
“En la obra de Romero –puntualiza el texto-, la referencia a la cultura clásica y a los grandes maestros no se trata de inspiración, sino de la cita. Pedir prestado es crear un vínculo entre el presente y el pasado”.
“Deconstruye los códigos tomando una distancia, los desacraliza para ponerlos en el mismo plano de lo que fue y lo que ahora es. En esta poesía plástica se mezclan las palabras y los objetos de la vida cotidiana. El artista es un observador, él ordena y organiza un mundo ecléctico que desafía al espectador al presentarle un verdadero rompecabezas visual”, añade.
Explica además que “su tema favorito es el circo, este mundo de fantasía donde los seres humanos y animales viven juntos y finalmente se fusionan, carteles de famosos circos norteamericanos del siglo XX sirven como telón de fondo para sus nuevas obras, sumándose a la manera de objetos adheridos a la superficie, retratos de artistas como referencia (Botticelli, Seurat, Goya)”.
Subraya que “von anarquismo cómico, compulsivamente destroza las obras realizadas con arañazos, garabatos y signos del tiempo de uso. Esto sirve como una firma”, define.
En el mismo espacio ubicado en Juan Ruiz de Alarcón número 13, a unos pasos de la catedral de Cuernavaca, el creador presenta la serie titulada Las tentaciones de San Antonio, basadas en la serie de El Bosco, “imágenes que han sido motivo de inspiración de los artistas desde el Renacimiento, como El Bosco, Bruegel, Rembrandt, Cezanne, y hasta Max Ernst y Otto Dix quienes han representado las incitaciones del demonio transformado en fieras malignas o frecuentemente se aparecían en forma de mujeres”.
En esta serie, “Romero se apropia igualmente de este tema y utiliza en forma de sátira los carteles de películas mexicanas de la época de oro. En su obra habita la memoria, lo fantástico y lo grosero que profana su humor negro, tocando lo retro al contemplarlo con un gesto melancólico y utilizando el graffiti como algo caótico y ruidoso con una total libertad de imaginación”.
Cabe decir que, una explicación a esta tendencia del artista, se planteó en el catálogo de su
anterior exposición en Cuernavaca, “El circo de Velázquez”, presentada en el Jardín Borda, en donde se lee: “Creo firmemente que el universo pictórico de armando romero está alimentado por una niñez rica en imágenes y sensaciones. Su obra implica profundamente a ese paraíso que todos perdemos por la razón del tiempo transcurrido y con ello, sufrimos irremediablemente la pérdida de la inocencia. Toda su pintura resulta de esa añoranza, de esa nostalgia por la verdadera y única patria: la tierra del niño”.
Y más adelante, acerca del empleo de la técnica en su obra, se afirma: “Romero es un obrero de los pigmentos y las telas. Hace esgrafiados, configura grafittis, proyecta figuras infantiles con el gis. Es hiperrealista con las caricaturas que impone en los lienzos como forma de protesta pero también como recordatorio de su infancia”,.