La sabrosura de su voz, al ensamblar con los diferentes instrumentos que tocaron los integrantes del trio Los Morales, hacía que los oídos del auditorio “cataran” con deleite, esa noche, añejos temas provenientes de Cuba, Veracruz o el norte del país y que, por supuesto, aclamara las interpretaciones de los temas más románticos.
Noche en donde los oídos y el corazón se abrieron, no sólo para apreciar las espléndidas letras que le daban cuerpo a las canciones, sino además, para encontrarles sentido, al realizar una travesía por el mundo de los sentimientos.
El único canto político de ese sábado 16 de agosto, fue el que Óscar Chávez escribió hace tiempo al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), al que denominó: “Siempre me alcanza la danza”.
El autor reclama en ese tema: “Qué pasa con la miseria/ que la muerte nos empata, / nos hace falta una feria / con mi General Zapata. / Marcos la está organizando /con todo el pueblo de Chiapas / y muchos que andan luchando / entre Zapata y su Patria. / El Gobierno no hace caso / dice puras pendejadas / y entre fracaso y balazo / quiere las cosas calladas. /Con balas no se componen/ las razones descompuestas, / porque el pueblo te responde: /qué chingaderas son estas”, fustiga en una parte de la letra.
*UN PRIMER Y NUMEROSO CORO POPULAR
Al inicio del concierto, presentado dentro de las actividades de la Segunda Semana Cultural Yautepec 2014, -“Con cultura mejoramos nuestro entorno social”, decía el lema de promoción del gobierno municipal, al fondo del escenario-, el público celebró la ejecución de “Me duele el corazón”, de Julio Jaramillo.
En su parte medular, la pieza lamenta: “No sé qué pasará con este grande dolor/ de noche no me deja descansar,/ dónde están mis amigos no los veo,/ dónde están mis hermanos no los hallo.// Solito he de sufrir, solito he de llorar,/ solito yo me tengo que acabar./¡Pobre de mí!”
Con nutridos aplausos y exclamaciones de admiración, los asistentes demostraban lo bien que la estaban pasando, ya fuera sentados en las gradas que se instalaron para permitir una mayor cantidad de público o bien de pie, a pesar de permanecer así durante la hora y media del recital.
El primer y numeroso coro popular que acompañó a Óscar Chávez, fue el que repetía en voz alta, en una segunda estrofa: “Ya no podré, ni perdonar ni darte, lo que tú me diste./ Has de saber, que de un cariño muerto, no existe el rencor./ Y si pretendes, remover las ruinas que tú misma hiciste,/ sólo cenizas, hallarás de todo, lo que fue, mi amor”. Era “Cenizas”, la gran creación de Wello Rivas.
El segundo gran acompañamiento de los asistentes, no fue con la voz, sino con las palmas y a petición expresa del cantante, que vestía de negro, igual que Los Morales.
Es una vieja canción que cantamos siempre, dijo Chávez antes de que los oídos reconocieran a “La Mariana”, que con melodía festiva comienza así: “Me quisiera comer un panecito/ con azúcar y canela muy caliente/ me quisiera arrancar hasta los dientes”, en donde el enamorado dice ser capaz de poner el mundo de otro modo, si se lo pide su amada.
Juega con las esdrújulas para entonar de forma pegajosa: “porque yo sé.../ la química retórica botánica / botánica retórica y sistema decimal”.
La alegría musical continuó con “A lingo, lingo”, que empieza con una discordia: “Juchitán y Huehuetán/ andan peleando terrenos. Juchitán y Huehuetán/ andan peleando terrenos.// Juchitán dice: ¡ganamos!/Huehuetán dice: ¡veremos!”.
Y se lanza una proclama que puede repetir cualquier músico de hueso colorado: “Soy trovador/ y mi guitarra es la ley,/ me paseo por Charco-choco,/ San Nicolás y el Maguey”.
*UN CARRUSEL DE EMOCIONES COMPARTIDAS
Óscar Chávez subió a su público a un carrusel de emociones compartidas, y en su siguiente tema –vitoreado desde antes del canto, con las primeras notas de las guitarras-, “La Llorona”, hizo repetir una estrofa triste: “Tengo una pena tan grande, Llorona /, que casi puedo decir, / que yo no tengo la pena, Llorona, / ¡la pena me tiene a mí!”, justificada con el conocido final: “el que no sabe de amores, llorona, no sabe lo que es martirio”.
A esas alturas, el público decía por todas partes –en la sillería de adelante o en las gradas- qué canción quería que continuara. Lo inexplicable es que demandara constantemente “Por ti”, poema melódico infaltable en el repertorio y en todos los recitales de Chávez. Ya sabía que de todos modos la iba a cantar.
Un viejo bolero cubano, “Flores negras”, de Sergio de Karlo, profundizó en la desolación y en la esperanza: “Y aunque viva, prisionero, en mi soledad, mi alma te dirá, te quiero. / Nuestros labios, guardan flama, / de un beso voraz, que no olvidarás, mañana // Flores negras del destino, nos apartan sin piedad, /Pero el día vendrá, en que seas, para mi nomás, nomás.”
Los Morales incorporaron la voz del acordeón en el tema “Tengo el alma enamorada”, que se volvió festiva aunque en una parte se recite: “Yo no sé si tú me quieres, pero yo te puedo esperar./ Si me dejas esperando me puedes matar…”.
Y de plano hizo fiesta de acordes con la canción de “Margarita”, a pesar de que dice: “Hay qué lástima, qué lástima, qué lástima me da,/ de ver a Margarita que llorando está…”
Otra hermosa canción norteña, dijo al micrófono el cantante, es “Prisionero de tus brazos”, en donde las gargantas de todos los músicos –y del público, por supuesto- se lucieron para interpretar: “Si la muerte me le dieras tú/ con desprecios de tu corazón, /si la muerte me la dan tus brazos,/ no habrá prisionero más feliz que yo” y le dieron vueltas con deleite a esa última letra “o”.
La sobriedad del cantante –que apoyaba su carpeta con letras de las canciones en un atril- y su gesto casi adusto, contrastaban con los rostros felices de sus escuchas.
“Nos vamos a Veracruz”, dijo el artista a sus numerosos acompañantes del recorrido musical. Cuando soltaban el nombre de un tema que querían oír, el cantante respondía: “no oigo”, y en cuanto mencionaban otra petición, bromeaba: “tampoco te oigo”.
El bello son jarocho era ni más ni menos que “La Habanera”, canto deleitoso que llevaba a la gula auditiva. No se cansaba uno de escuchar:
“Corté la flor de habanera, en la isla de Cupido,/ en la isla de cupido corté la flor de habanera./ Si a tus brazos yo pudiera/ llegar seguido, seguido,/ todos los días que pudiera /sólo por estar contigo./ Habanera, habanera/ que yo me muero por ti,/ que si tú a mí me quisieras/ yo viviría muy feliz”.
Engolosinado con el tema, el propio intérprete tuvo un tropiezo: entró antes con una nueva estrofa, cuando todavía se tenía que escuchar la bella música. Guardó silencio al reconocer su error, la gente se dio cuenta y le aplaudió.
*LLOVIERON APLAUSOS AL VIRTUOSO DEL ARPA
Dos temas musicales incorporaron la magia de las notas que se desprenden del arpa: “La bruja”, aclamadísima desde la entrada y una preciosidad de composición llamada “El pájaro cu”: “Pajarito eres bonito/ y de bonito color./ Y de bonito color/ pajarito eres bonito. /Pero más bonito fueras,/ si me hicieras el favor/ de llevarle un papelito/ a la dueña de mi amor”.
Fue la única ocasión en que Óscar Chávez se levantó de su asiento, “los dejo solitos”, dijo a sus músicos y al público, para gozar del virtuosismo con que se hizo cantar al arpa. Los aplausos llovieron.
La gran interpretación de la noche –por la memorable incorporación espontánea del tremendo coro popular que rodeaba al escenario, “ésta se la saben, si quieren cántenla”, retó Chávez- fue “Perdón”, pues se escuchaba, a dos voces, dos estrofas en el mismo momento: “Perdón, /vida de mi vida. / Perdón, / si es que te he faltado. // Perdón, / cariñito amado, / ángel adorado, / dame tu perdón…”
Una poderosa y sorprendente declaración, era lo que en esencia se cantaba en un nuevo tema, “Desdén”: “Desdeñoso, semejante a los dioses/ yo seguiré luchando con mi suerte/ sin escuchar las espantadas voces/ de los envenenados por la muerte”.
Y de remate: “No, no necesito amar, absurdo fuera/ Repetir el sermón de la montaña/
Por eso he de llevar hasta que muera/ Todo el odio inmortal que me acompaña”. ¡Uf!
*UNA AUTÉNTICA GRANIZADA LO DEVOLVIÓ A SU ASIENTO
Oscar Chávez no dio tiempo para el respiro y sacudió a su público con el esperado “Por ti,/
la vida se me ha vuelto un infierno./ Por ti, /estoy muerto de amor tan enfermo. / Por ti, /
se han vuelto llaga el sol y el dolor,/ se han vuelto mal la flor y el amor, / se ha vuelto mal la flor…”
Era el último de los temas, con el que se despedía. O al menos eso pensó, porque el público lo regresó a su asiento con una auténtica “granizada” –ya no lluvia- de aplausos, aunque ya había dicho: “¡Hasta pronto!”.
Entonces, el clímax del concierto y de las emociones festivas hizo su aparición ante el desfile musical jubiloso de los personajes de “Macondo”, pródiga tierra de fantasía creada por la pluma de Gabriel García Márquez.
La gente, incluso, no aguantó las ganas de ponerse a bailar al ritmo de: “Los cien años de Macondo sueñan, /sueñan en el aire, / y los años de Gabriel Trompetas, / trompetas lo anuncian, / encadenado a Macondo sueña, / don José Arcadio, /y aunque él la vida pasa haciendo, /remolino de recuerdos.”
No sé puede dejar de pensar, entonces, cuántos de esos alegres participantes han leído “Cien años de soledad”. Tal vez el numeroso público se reduciría a un puñado, pero eso sí, gracias al canto incomparable de Óscar Chávez, pueden celebrar la existencia de los principales personajes de esa historia y de sus características.
“Las tristezas de Aureliano, el cuatro,/ la belleza de Remedios, violines, / las pasiones de Amaranta, guitarras, /el embrujo de Melquiades, oboes,/ Úrsula cien años, soledad Macondo…”
La cumbre de ese momento: las voces que al unísono se agasajaban al repetir, libres, sin ataduras: “Y me imagino y vuelvo a vivir,/ en mi memoria quemada al sol,/ mariposas amarillas,/ Mauricio Babilonia, /mariposas amarillas, que vuelan liberadas”.
Aunque Óscar Chávez no es el autor de tremenda obra, sino el peruano Daniel Camino Diez Canseco, es al mexicano a quien los habitantes de todos los pueblos de este país, le deben el haberse familiarizado con los pobladores de un relato de más de 600 páginas.
*AMOR, FUE LA ÚLTIMA PALABRA
“¡Gracias, Yautepec!”, dijo el artista como nueva despedida, pero otra vez no pudo irse, porque el alcalde del municipio, Agustín Alonso, subió al escenario para agradecerle su actuación y para obsequiarle, como muestra de reconocimiento, una figura de chinelo rojo, con el rostro de Emiliano Zapata en el faldón de la artesanía.
El final de ese gran concierto vendría con una última composición, también aclamada por todos: “Flor de Azalea”, tema del que la actriz Elsa Aguirre ha dicho que fue escrito para ella en la película “Algo flota sobre el agua”, y en donde “la golondrina” de la letra representa una luz: la de la conciencia que surge en una persona.
“Quisiera ser, la golondrina/ que al amanecer/ a tu ventana llega para ver/ a través del cristal.// Y despertarte muy dulcemente/ si aún estas dormida/ a la alborada de una nueva vida/ llena de amor.”
Amor, fue la última palabra cantada esa noche por Óscar Chávez, quien ha acrisolado su voz en el tiempo, en la lucha social y en ese sentimiento.