“Existe una fuerza interior en mí que me impulsa, me proyecta, me lanza a realizar cosas nuevas, sin pérdida de tiempo o espacio; es un vigor, cierto, latente, dentro de mí. Una fuerza inagotable de creación para realizar cosas nuevas nunca antes vistas, quizá también nunca oídas, pero que pertenecen al gran cosmos del arte y de la ciencia”.
Así escribía el ingeniero Edilberto Navarrete (Eterravan) en su semblanza de autor para la exposición pictórica Cosmos, programada para ser inaugurada la tarde del pasado viernes 24 de abril, en tres salas de la planta baja del Museo de la Ciudad de Cuernavaca (MuCiC).
De manera sorpresiva y sin dar detalles, este sábado el área de difusión del MuCiC informó que el artista falleció. Su obra fue apreciada por el público que se dio cita ese viernes, para la inauguración de varias muestras artísticas, entre ellas la suya.
En el texto de su autoría para la muestra, el expositor anotó: “Yo como artista, presento esta exposición pictórica; yo como ingeniero, he terminado mi proyecto de ingeniería, la bicimoto más económica que existe. Todo esto englobado en un común denominador: la creatividad”.
“Aquí me siento, aunque sea en una mínima parte –agrega Navarrete-, involucrado con ese portentoso ser que es capaz de pintar auroras y crepúsculos tan bellos cada día y que, sin embargo, nunca se repiten jamás. ¡Él es portentoso, él es ese creador que tanto admiro!”, resaltó.
En un texto informativo difundido por el MuCiC, se detalla que Edilberto Navarrete Sánchez nació en un pintoresco pueblito del estado de México y que su padre, el ingeniero Moisés Navarrete Campuzano, es admirado y muy querido en el poblado de Jilotepec, debido a que a él se le encomienda la instalación de la Primera Gran Planta de Luz Eléctrica, la cual se inaugura en 1947, acto a donde asiste todo el pueblo.
Acerca de su estancia en Morelos, el artista recordó que en 1957 se abrió, en la calle Obregón de Cuernavaca, el Instituto Regional de Bellas Artes.
“Vinieron grandes maestros de San Carlos y La Esmeralda de la ciudad de México. Nos llevaron a dibujar a Chapultepec los retorcidos troncos de los viejo ahuehuetes, y a cada grupo de estudiantes nos pusieron un gran maestro de San Carlos, y él me observaba cómo iba dibujando y de repente ya no lo sentí detrás de mí. Venía con todos los maestros a ver mis dibujos y uno de ellos expresó: es que a Edilberto no le podemos enseñar nada, más bien que el nos enseñe a nosotros”.
“Aquí paso 7 años al lado de mis queridos maestros como Alejo Jacobo, Kramsky, Guillermo Monroy, Javier Iñiguez, etc. Y teniendo de compañeros a Loera, Mazón, Polita, Jorge Cázares Campos, Leonardo Nierman, Ramón Pratts y otros”, añade.
“Nos visitaba con mucha frecuencia el Ingeniero Parrody y nos entregó, a Nierman y a mí, una pintura que era chiclosa, escurridiza y que secaba instantáneamente. A mí me encantó y desde entonces pinto este tipo de técnicas”, anota.
Sin embargo, prosigue, “siendo esta técnica tan moderna también se presta para pintar moderno y no exactamente realismo como había ya hecho tanto, como la colección de los Rostros Nativos de México, obra que realicé en 1967, al lado del editor Manuel Quezada Brandi”.
Ese trabajo, finaliza, “se dio a conocer a todo el mundo pues el editor realizaba solamente libros de muy alta calidad y ganó un premio mundial entre impresores, con el tema de mis Rostros Nativos. Después de esto siguieron múltiples exposiciones en el país y fuera de él”.