La estructura de la familia ha tenido muchos cambios en esta época. Desde la liberación de la mujer, la integración de ésta al mundo laboral y la confrontación ideológica del patriarcado, así como su vicio más grave que es el machismo, han llevado al hombre a un “lugar ambiguo”. Actualmente un hombre ya no sabe si su papel es ser proveedor o no, si es el de “mandar en su casa”, si es el de pilar del hogar. Es más ni siquiera sabe cómo debe tratar a la mujer para “no ofenderla”.
La violencia doméstica sigue siendo un problema muy generalizado, pero una gran mayoría de las instituciones que atiende este problema enfocan a la mujer como la víctima de la agresión masculina.
Lo que presenciamos ahora es que también el hombre es violentado, maltrado e incluso víctima de los caprichos de la mujer de una manera ofensiva y humillante. No es el caso en todos. Pues somos humanos y en uno y otro género se dan los defectos de egoísmo, tiranía y abuso del poder.
Pero es importante señalar que en este tiempo, el hombre, al estar en ese lugar ambiguo donde no sabe cuál es su función y por lo tanto, no sabe cuál es su obligación, entonces puede darse todo tipo de abuso.
Hay mujeres que quieren acceder a un nuevo régimen familiar, de equidad y que rompa con roles establecidos por el género, pero al mismo tiempo quieren conservar privilegios del antiguo régimen patriarcal. Y lo manejan confusamente, de acuerdo a su conveniencia.
Así, por ejemplo, defienden su derecho a trabajar y ejercer su vida profesional, pero quieren que su sueldo sea íntegro para ellas y que él sea el proveedor. Quieren ser muy independientes y que se les haga sentir débiles ni inútiles, pero quieren que se les abra la puerta del coche o se les carguen las cosas.
Y obviamente el hombre debe ser ese gentil caballero atento a dar esos servicios y al mismo tiempo reconocer cuando ella “no quiere ayuda porque puede sola”.
Las mujeres hoy quieren la libertad de ir con sus amigas o de salir con amigos y que no se malinterprete que está buscando algo, pero no está dispuesta a darle al hombre la misma libertad.
Quiere que el hombre se integre en los quehaceres domésticos, pero al mismo tiempo quiere que la casa siga siendo su territorio exclusivo para imponer, cambiar o decidir. No siempre es el caso, hay veces que los hombres toman un papel pasivo y entonces dejan que ella decida, dado que ya no saben qué quiere ella. En eso aprovechan para desafanarse, no vaya a ser que sus amigos le llamen “mandilón”. De todos modos no hay claridad acerca de lo que se espera que un hombre haga, menos como padre.
La vida laboral de la mujer ha producido, entre otros factores, la desintegración del hogar. Los hijos crecen en la guardería, pasan gran parte de su tiempo con los abuelos o con las tías, con niñeras. A la hora de integrarse con sus padres, ambos asumen un rol confuso en la relación con sus hijos y de nuevo no se ha llegado a un acuerdo.
Muchas veces las mujeres se sientan a hacer la tarea con sus hijos, cansadas de trabajar, llegan a hacer las labores domésticas y se enojan con los hombres que no las hacen. O al revés, los hombres se ocupan de las labores domésticas, tienen una participación menor en el ingreso y parecen ninguneados a la hora de mandar sobre sus hijos, dado que la mujer adopta un papel dominante con ellos.
Los problemas de infidelidad, de abandono del hombre, pueden llevar a las mujeres a alienar el papel del padre, con razón o sin ella. Dice Bert Hellinger, el creador de las constelaciones familiares que “Si una madre menoscaba o hurta la figura del padre, incapacita a sus hijos para el éxito social y siembra en sus hijos una rabia... que un día ellos le devolverán”.
Por lo tanto, el padre tiene un papel en la relación familiar aunque cambien los roles laborales y se busque al máximo la equidad. Y si los padres abandonan a su familia, aún por un vicio o porque se van con otra o con otro, es labor de la mujer salvaguardar la figura del padre para no afectar a sus hijos.
Sea como sea la función del padre requiere ser cubierta. La mujer es la que se embaraza y al tener al hijo en su vientre y por su función inicial con su infante y su inclinación natural a acogerlo con ternura y enfocar su vida en él, aunque trabaje, puede llegar a ser asfixiante para el hijo si el padre no rompe esa simbiosis integrándose en la relación.
El padre pone en ese sentido los límites, pues ha de separar al hijo de la madre para hacerlo hombre o mujer, pues no pueden permanecer pegados a aquella sin menoscabar su desarrollo emocional y mental. Esto tiene una implicación en el desarrollo de la identidad sexual del infante.
El padre no puede perder por la equidad su papel de proveedor principal porque debe respaldar y hacer sentir amada a la madre cuando está embarazada y para que cuide al bebe después. Idealmente el bebé más privilegiado es el que puede ser cuidado por su propia madre al menos sus dos primeros años de vida y no ir a una guardería. Para ello la madre debe renunciar a trabajar y el padre debe cubrir las necesidades materiales. Esto significa que el padre debe dar “cobertura”, techo a su hogar.
Feliz día del padre y si está en crisis la paternidad en tu hogar, consulta a la psicoterapeuta.
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54 Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. www.facebook.com/crecimientoemocionalintegral