La psicoterapia puede o no darte un espacio para relajarte o cobrar fuerzas, pero ese no es el objetivo. Para eso tomas unas vacaciones, te pagas un masaje o te reúnes con amigos.
Un tratamiento psicoterapéutico implica un proceso de cambio y para ello hay que “romper con lo que habíamos sido”.
De hecho la gente acude a psicoterapia ya en un punto de urgencia, cuando está pasando por una crisis, una ruptura de su situación de vida. Ese es un momento ideal para evaluar si como hemos sido, si lo que hemos creído y pensado, si la manera en la que nos hemos comportado es lo que nos lleva a lo que queremos y a ser auténticos, y no eso que los demás esperan.
En la psicoterapia ahondamos la ruptura que la vida nos ha procurado y si no la creamos. Y es que el objetivo es revisar lo que hemos sido y quizá reconstruirnos de otro modo. Se trata de romper con lo viejo y abrirse a lo nuevo, dejar atrás “lo que mis padres me hicieron o programaron en mí” y abrazar lo que queremos y nace de nosotros como una necesidad genuina.
En el transcurso del tratamiento podemos experimentar más dolor, porque se trata de penetrar en nuestro interior y enfrentar lo que nos da miedo, lo que nos produce tanto sufrimiento, cómo es realmente mi carácter, de qué manera he sido cómplice de la situación indeseable que vivo y que me llevó a consultar. Todos esos aspectos no son agradables de enfrentar y no siempre nos darán la sensación de relajación el enfrentarlos, pero nos abrirán a una verdadera liberación y ya no necesitaremos buscar relajarnos, lo estaremos espontáneamente.
Lo difícil de un proceso psicoterapéutico de verdadero cambio es que debe producirse una ruptura con lo que hemos sido antes. Debemos estar abiertos a ser guiados, conducidos a otras formas de pensar y de sentir lo que nos ha pasado para que podamos, desde esa otra perspectiva, cambiarlos, aceptarlos, dejarlos atrás, lo que decidamos. Seremos entonces libres de replantear nuestra vida desde nuevos parámetros y podremos dejar de estar atrapados en el pasado.
Mucha gente se queja de que su vida no le gusta, que su forma de ser le produce problemas, que viven tristes, enojados, amargados, que sienten miedo, que viven para satisfacer las expectativas de otros, pero no están dispuestas a cambiar. Es como si vieran las cosas sólo desde un punto de vista, que generalmente es una justificación: “es que a mí no me dieron la oportunidad”, “es que mis padres no eran cariñosos”, “es que soy como mi padre”, “es que no creyeron en mí”. Estas y otras formas de pensar pueden mantenernos viviendo lo mismo una y otra vez, y quejarnos no va a cambiar las cosas.
Crear una ruptura en nuestra forma de estructurarnos hasta ahora para revisar lo que hemos sido, lo que hemos creído, lo que hemos buscado con la manera en que hemos sido y entonces hacer un proyecto de vida acorde a lo que en verdad somos y no sólo para cubrir el dolor o comprar el amor.
Debemos ser personas aptas para decidir cómo queremos vivir, qué queremos creer y cómo queremos expresarnos y hacerlo desde el respeto a lo que nace genuinamente de dentro de nosotros mismos, sin miedo ni compromisos insanamente adquiridos. Hay que romper con lo que fuimos para abrazar lo que queremos ser. Para eso se necesita la valentía de enfrentar aquello que no quisimos aceptar en su tiempo y enfrentarlo.
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54
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