Todo proceso psicoterapéutico implica pasar por diferentes etapas. Depende de la forma de ser de la persona, de su disponibilidad y apertura de mente y de su valentía para enfrentar la realidad y sentir el dolor que avanzan más o menos rápido por estas etapas.
La primera etapa de una psicoterapia es el motivo de consulta. “¿Por qué decidí asistir a una psicoterapia y por qué ahorita y no antes?”. La respuesta a esta pregunta es muy importante pues sitúa el inicio del tratamiento. Hay personas que no estaban listas hasta ese momento, o que les ocurre una crisis, una situación negativa que desencadena una desestabilización grave en la vida de la persona que les lleva a pedir ayuda.
No es frecuente que las personas acudan preventivamente a psicoterapia o con el interés de curar sus heridas del pasado y conocerse, sino hasta que su vida hace crisis. Como dicen: “ahogado el niño, tapan el pozo”. Se busca el remedio una vez vivida la crisis. Pero es una oportunidad, si la persona está quebrada por dentro, de explorar entonces su interior.
En esta primera etapa la sesión se vuelve “el lugar para desahogarse, quejarse, sentirse víctima, dolerse y hasta despotricar contra alguien”. La persona saca todo lo malo que trae dentro, lo deposita en el psicoterapeuta y se va relajado y aliviado. Ojo, aquí no ha empezado el tratamiento propiamente dicho, apenas estamos en la fase del desahogo y de dar a conocer nuestro problema al psicoterapeuta.
La siguiente etapa es aquella en la que el consultante está dispuesto a seguir un camino diferente al que venía siguiendo para interpretar o dar significado a lo que le pasa. “Es dejarse llevar por otro en un proceso de pensar las cosas ‘de otro modo’, simplemente para poder sacarnos de nuestro parcial punto de vista y tener perspectiva”. En esta parte hay quienes se resisten como si fuera una lucha por tener la razón, pero la idea es poder ver las cosas de otro modo no porque sea mejor o peor, verdadero o falso, sino porque nos da la posibilidad de ver nuestra vida y lo que nos pasa desde otro ángulo y descubrir cosas que quizá no queríamos ver, así como dar opciones para flexibilizar la mente y soltar lo que ya no nos funciona para crecer.
La etapa posterior es un poco más difícil. De repente, al contarnos nuestra historia, nuestros dolores, nuestra situación de otro modo surgen los recuerdos, surge el inconsciente adrede ocultado a nuestra conciencia para evitar el dolor. Y entonces aflora el dolor, vienen miedos, llanto, enojo que no fueron tramitados en su momento o que se habían querido borrar sin resolver.
Entonces la psicoterapia “ya no es ese lugar para desahogarse y relajarse”, uno parece tensarse, sufrir y parece que se va a la psicoterapia a sentirse peor. Algunas personas desertan en este punto, en vez de considerar que es una de las partes más importantes porque están tramitando su dolor, están digiriendo lo que se habían tragado entero, acaso porque no estaban en la edad, en la etapa o en las circunstancias para enfrentarlo y resolverlo, y sólo lo guardaron muy hondo y huyeron de esa parte de sí mismos. Pero desertar no es la solución, están huyendo de la solución. Más diremos en la segunda parte, por lo pronto consulte a la psicoterapeuta.
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54
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