Una de las actitudes en la vida que más nos limitan es la autocomplacencia. Es una forma de ser en la que se procura el placer por encima de todo, la comodidad, la satisfacción, el premio, el disfrute, se da uno gusto.
Las personas que se rigen por los valores hedonistas, es decir, que sea todo sea placentero, se limitan o se les dificulta llevar a cabo actividades o pasar por situaciones que impliquen sacrificio, disciplina, restricción, paciencia, sufrimiento, falta de satisfacción inmediata, orden, incomodidad, etc. Pero esta forma de enfocar la vida les evita lograr grandes cosas.
Y es que en la vida no todo es satisfacción inmediata y garantía de placer y descanso. Muchos de los grandes retos implican dejar de lado nuestras necesidades y posponer su satisfacción hasta lograr los objetivos. Es ir por aquello que dará su fruto a largo plazo a cambio de restringirse a corto plazo. En la vida, en la naturaleza hay muchos ejemplos en la que los hedonistas salen perdiendo.
Por ejemplo hay matrimonios en las que uno de los cónyuges pasan un mal momento: enfermedad, viajes de trabajo, embarazo, parto, etc. Pero ¡cómo me la voy a pasar sin sexo!
Corren a los brazos del (la) amante y arruinan una buena relación para toda la vida con una infidelidad o varias que no valían la pena. Por no poder aguantar sus ganas.
Hay quienes tienen un puesto de trabajo en el que si le echan ganas pueden llegar a ser promovidos, pero como ahorita les hacen pasar limitaciones y no los tratan como dueños de la empresa, se salen y nunca acumulan experiencia ni se saben restringir en lo que se abre la oportunidad de promoción y muestran de que son capaces de un puesto mejor.
Otro caso puede ser el de un matrimonio en crisis, en separación temporal. Y en lo que se procura reconquistar a la otra parte no se le da el tiempo para que la otra parte llegue a resolver lo que quiere y empieza a imponer y coaccionar echando a perder la posibilidad de reconstruir la relación. O al revés. Quizá quien pone tantas condiciones y tanto tiempo de por medio para reanudar su relación por algún pleito, y que luego pierden la oportunidad. Todo porque “tiene que ser como yo quiero”.
Imponer nuestro querer, nuestro gusto, evitar el dolor a toda costa cuando se trata de dolor para sanar son parte de las actitudes de autocomplacencia. Al ser así pierden el fruto de aquello que cuesta más obtener, pero por lo mismo es más valioso. Y es que hay cosas que para madurar requieren de un proceso largo y no necesariamente lleno de placer y satisfacción.
Otro ejemplo: la gente que hace dieta. No soportan someterse al dolor del hambre, del desequilibrio temporal de su cuerpo acostumbrado a comer todo lo que quisieran, que desintoxicarse no es agradable y dejar de comer lo que nos gusta. Estas personas esperan el producto milagro, la hipnosis, la pastilla, todo aquello que no implique un esfuerzo. Disciplina, sacrificio, orden, hambre, restricción, un plan que obedecer, seguir las reglas, comer o hacer lo conveniente y no necesariamente lo que me gusta es lo que nos permite conquistar esta meta y otras similares.
Ser un excelente profesionista con títulos de maestría y doctorado implica un tiempo de no estar en familia, de ir a estudiar, de no ir con los amigos porque tengo que leer, que estudiar, que escribir. Pero da fruto y luego se puede cosechar y es más dulce que los satisfactores inmediatos. Para este mal consulta a la psicoterapeuta.
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54
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