Bajo el Volcán

A mucha gente le cuesta trabajo dormir después de leer mi libro Un hombre de confianza: Fabrizio Mejía Madrid

La Guerra Sucia sigue sucediendo en México, porque es un asunto que no hemos enfrentado, destacó el autor

Aunque se trata de una novela, el personaje principal de Un hombre de confianza, no es una ficción: Fernando Gutiérrez Barrios, jefe de la policía política en México después del 68 –responsable de la Guerra Sucia, ocurrida desde finales de la década de los años 60 y durante la de los 70- y secretario de Gobernación, con Carlos Salinas de Gortari, hasta 1993.

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Hombre elegante y cuidadoso de su apariencia –hasta la obsesión- y de las formas de su actuar: desde el arreglo de su peinado en copete o de la línea perfecta en el pantalón de vestir, hasta el trato amable y caballeroso en su relación con los demás.

Sin embargo, la otra cara del jefe de la operación para mantener la paz social y la estabilidad política en el país, “fueron cientos de desaparecidos, torturados, encarcelados”.

“México necesita mirar  lo que realmente hemos hecho como sociedad. La estructura del Estado mexicano está hecha para la represión”, sostuvo el autor del volumen editado por Grijalbo, Fabrizio Mejía Madrid, durante el cuarto día de actividades de la Feria del Libro Para Leer en Libertad, en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM).

En México, añadió el escritor y periodista al mediodía del pasado jueves 5 de mayo,  “no fueron sólo los grupos armados o las guerrillas, los que fueron exterminados por ese aparato de Estado, la Dirección Federal de Seguridad (DFS)”, que era anticonstitucional, porque se encargaba de desaparecer, torturar, aprehender en las calles “y no tenía que responder ante la ley, era su trabajo”, resaltó.

El exterminio que llevaba a cabo la DFS, puntualizó Mejía Madrid, “fue en contra todos los movimientos sociales en México”.

De ahí que el contenido de lo que cuenta Un hombre de confianza, reveló al numeroso auditorio que acudió a la presentación de su libro, ha dejado una huella en el ánimo del lector, que se extiende: “mucha gente me ha dicho que le cuesta trabajo dormir después de leer el libro”, afirmó.

*EL PODER QUE HACE EL MAL IMPUNE

Precisó que aprehender gente, secuestrarla, torturarla y desaparecerla o entregarla a policías secretos vestidos de civil, “lo hicieron los mismos durante 20 años: Mario Arturo Acosta Chaparro, Francisco Quiroz Hermosillo, Miguel Nazar Haro y Fernando Gutiérrez Barrios”.

Expresó que “el mal del poder” estaba justificado en “la paz social” en México, pero que el punto que realmente le interesaba a él, dijo, “es cuando hacer el mal te da poder y el poder te da  la posibilidad de hacer el mal impunemente”, porque los personajes mencionados, “hicieron el mal, incluso, cuando el mal ya no estaba justificado”.

“Ninguno de ellos respondió ante la ley –aseveró-; no hemos tenido Comisión de la Verdad –como en otros países de América Latina-; hubo un intento fracasado, pero no por culpa de (Ignacio) Carrillo Prieto -titular de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado-; el gobierno de Vicente Fox no enfrentó lo que significaba enjuiciar a Luis Echeverría Álvarez (presidente de México de 1970 a 1976), el cual no ha tenido que enfrentar ninguna responsabilidad por lo que hizo”, aseguró.

*UNA RESPUESTA PERTURBADORA

Luego de pedir al público que lo escuchaba que no se confundiera con la idea de que somos una democracia, porque en realidad, “somos  una dictadura con un referendo electoral cada tres o seis años”, el autor cuestionó qué fue lo que pasó con esos policías y militares de la Guerra Sucia.

La respuesta fue perturbadora: “encabezaron al crimen organizado”.

“El crimen organizado está articulado en México desde arriba, es una cosa que baja”, precisó y reiteró que quienes encabezaron los servicios de inteligencia en este país, pasaron desde el poder a “organizar el crimen organizado, un negocio súper rentable”.

*NO FUE UN CASO AISLADO

Dentro de su exposición, Fabrizio Mejía planteó en qué momento se hizo apremiante la publicación de su obra más reciente: “sucede (la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de) Ayotzinapa y se hace urgente que alguien diga que eso no es un caso aislado”, como pretendió la versión del ex procurador General de la República, Jesús Murillo Karam.

“No. Había que explicar no sólo qué eran las normales rurales”, sino también recordar que Genaro Vázquez Rojas fue uno de los primeros autodefensas de este país, pero sobre todo, que lo sucedido en Ayotzinapa, “no fue un caso aislado, sino la manera de responder del Estado frente a la oposición” subrayó.

Explicó que una idea que proviene desde la época de la Guerra Sucia, “que ha pervivido pero que hay que extirparla de país”, es cuando se plantea como justificación a lo que le ha pasado a las víctimas: “en algo andaban metidos y se merecen que los hayan matado”.

En el asunto de los estudiantes normalistas, continuó, son “ideas fascistas” señalar que su desaparición está “justificada”, porque eran revoltosos y tenían intereses políticos; al igual que la pregunta de “en qué estarían metidos” y pensar que se merecieron lo que les pasó; y refirió que “esto se ha hecho desde el 68 en México”.

Por eso es importante Ayotzinapa, prosiguió Mejía: “era un número en un país donde no había números de las víctimas”, y recordó que México, no hay cifras definitivas de los muertos en Tlatelolco, ni los de la Guerra Sucia, “ni los muertos en enfrentamientos del calderonato, que llegó a absurdos de violencia y de apatía. No hay cifras en el sexenio actual y sigue habiendo muertos en el país”.

Recordó que el colmo de las justificaciones de lo ocurrido durante el sexenio del ex presidente panista, fue el caso de los estudiantes del Tecnológico de Monterrey, asesinados por militares en Nuevo León, y la declaración que hizo al respecto el entonces jefe del Ejecutivo, “con la ligereza que le da el Bacardí blanco”.

*UN ASUNTO QUE NO HEMOS ENFRENTADO

Más adelante, Fabrizio Mejía sostuvo que la Guerra Sucia sigue sucediendo en este país, “porque es un asunto que no hemos enfrentado. No podemos echar bajo la alfombra las cosas graves que nos han pasado. Era facultad de la autoridad, en el gobierno de Vicente Fox, enfrentar el asunto, porque los panistas también habían sido víctimas”, declaró.

Por lo tanto, como no lo hemos enfrentado, añadió, “lo repetimos y repetimos y repetimos. Y repetimos las justificaciones”; y aclaró que, “la resignación, el agachar la cabeza, nos llevó a esto. No se vale decir: yo no sabía, menos ahorita”.

*NO SON MÁS TALENTOSOS: SON MÁS CORRUPTOS

Durante la sección de preguntas del público, Mejía apuntó que la filosofía que promueve el Neoliberalismo “es ganar a toda costa, no importa cómo”.

“En el neoliberalismo todo es una cifra: el raiting, los best seller, la cantidad de dinero; y quieren hacer creer que son más exitosos porque son más talentosos, pero no: son más corruptos”.

Mencionó que las ideas de comunidad y de empatía, en la actualidad están “desbaratadas” en función de la cultura del “éxito” del neoliberalismo.

Tras recordar una frase de Carlos Monsiváis: “Yo soy básicamente optimista porque creo en mi mala suerte”, dijo que lo que buscaba con su libro no era transmitir un mensaje pesimista, sino lo contrario.

“Si enfrentamos lo que hemos sido como país: una sociedad que ha permitido que una parte de ella viva para que otra sobreviva. Ya no lo podemos permitir. Tenemos que mirar de cara las cosas malas que nos han pasado”.

*UN CAMBIO DE CULTURA

Destacó que advertía que en la actualidad se está dando un cambio social, como lo comprobó durante la multitudinaria marcha en la Ciudad de México por lo sucedido en Ayotzinapa, o hace unas semanas con la manifestación de las mujeres, “Vivas nos queremos”.

En ese sentido, dijo que lo que la sociedad en realidad requería, “no era la alternancia, no era el cambio de régimen, sino un cambio de cultura”.

Recordó que los habitantes de este país estuvieron acostumbrados durante siglos, “a ser súbditos de una corona, acostumbrados a agachar la cabeza”.

Hoy somos “ciudadanos que tenemos derechos y ese cambio lo hemos emprendido”, manifestó,  y más aún, “como sociedad necesitamos reconocernos como iguales en valía. Somos iguales y, cooperando, podemos prescindir del gobierno o la policía”, como lo han demostrado las llamadas autonomías, concluyó.

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