“Es cierto que debemos enfrentar los problemas y no darles la vuelta, estar dispuestos y dar la cara ante los conflictos, pero una cosa es eso y otra es ser constantemente un ‘gladiador atacando a diestra y siniestra’ ante la más nimia situación.”
Los problemas en nuestras relaciones con los demás nos generan mucho sufrimiento. Es un área fundamental en la que debemos sanar, desaprender y aprender nuevas formas de tratarnos unos a otros.
A lo largo de nuestra vida podemos ser lastimados o lastimar y tener heridas emocionales que sanar, situaciones inconclusas que concluir y resolver dilemas inconscientes, resignarnos y resignificar. Pero para ello es indispensable dejar de huir. Las formas de huida de los problemas son múltiples, pues se disfrazan. Es importante reconocer lo que realmente pasa con nosotros y cómo nuestra historia se articula, se complementa con lo que generamos en la relación con los demás.
Las formas de huida pueden ir desde físicamente ausentarse cuando un problema se presenta hasta una sutil manera de evasión mental. Hay quienes ante los problemas “se van” a otro lugar, se van a la calle, van con sus amigos o a sus actividades de trabajo o recreación y “se olvidan”.
En casos menos drásticos se aíslan en alguna habitación o se ponen a “hacer sus cosas” y muestran indiferencia. Se justifican diciendo que “te dejé para que te calmaras” o “yo no quiero pelear” o simplemente regresan y “como si nada hubiera sucedido”.
Las evasiones “de cuerpo presente” son también agresivas, la persona sigue allí pero su mente está en otro lado, o inclusive pueden seguir dialogando pero ya no hay ninguna conexión emocional, actúan fríos e indiferentes. Los individuos que se comportan así en general están huyendo de resolver los problemas y en general esconden miedo o una disyuntiva sobre sus propios sentimientos que no saben cómo resolver.
Hay quienes enfrentan pero de manera drástica, agresiva, de manera impulsiva y visceral. Literalmente explotan, gritan y tratan de decir mucho, de justificar su posición, de reclamar su parte. Pero al enfocarse en que los han herido “no escuchan” ni buscan solucionar nada, sólo quieren “hacerle pagar al otro lo que les hicieron”.
Es cierto que debemos enfrentar los problemas y no darles la vuelta, estar dispuestos y dar la cara ante los conflictos, pero una cosa es eso y otra es ser constantemente un “gladiador atacando a diestra y siniestra” ante la más nimia situación.
Hay que saber cómo enfrentar un problema, tener tacto en el dónde y cuándo. Además es indispensable estar dispuesto a escuchar a la otra parte y ser abierto a otras formas de ver las cosas sin tratar a como dé lugar imponer nuestro punto de vista.
Lo más importante en nuestras relaciones es poder conectar de corazón. La conexión emocional en la que “te siento y me sientes, me doy y me recibes, me explico y me comprendes y viceversa”, es lo que permite llegar a crear relaciones fructíferas. Pero conectar el corazón, ser honestos, expresar lo que realmente sentimos, tener compasión o consideración hacia lo otra parte, no dejarnos llevar por la ira y escuchar y dar crédito al punto de vista del otro y sobre todo, decir la verdad, son elementos fundamentales para mantenernos conectados.
Y conectados, es decir en con-cordia, en unión cordial, de corazón, de acuerdo y comprendiendo aún nuestros desacuerdos, manteniéndonos unidos en nuestras diferencias, entonces podemos respetarnos e idear la mejor forma de solucionar en mutua cooperación nuestros problemas.
Al menos, si no puede ser tan ideal, que nuestra disposición sea no huir ni enfrentar atacando, sino estar dispuestos a sentir con todo nuestro corazón lo que nos pasa y llegar a una solución en la que nos amemos y amemos a la otra parte. Es decir, ni abuso ni egoísmo, ni dejarse maltratar o maltratar, sino en el respeto a mí mismo, respetuosamente hacia ti busco que ambos cooperemos en la solución de lo que entre ambos no funciona.
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54
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