Ciencia

Ojos que no ven, color e imágenes que no existen

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Lo que conocemos como el sentido de la vista brinda la posibilidad de detectar luz que permite identificar rostros, espacios, colores, objetos, entre otros. Esta capacidad la poseemos personas que podemos ver desde el nacimiento, además de algunos animales, mediante un complejo sistema visual que interpreta los estímulos recibidos.

La luz entra por la pupila, cuyo tamaño es controlado por el iris, el cual es un músculo regulador (figura 1), conocido por muchos como “el color de los ojos”. Por la parte blanca del ojo –esclerótica– no se transmite luz puesto que se trata de una capa dura, opaca y muy resistente debido a que está formada por fibras de colágeno. En ella se insertan los 7 músculos que dan movilidad al globo ocular: 4 son rectos y lo mueven de arriba a abajo y hacia los costados; dos son oblicuos y permiten el movimiento circular; y es solamente uno el que posibilita elevar el párpado superior.
El proceso de la vista inicia cuando la luz atraviesa la córnea –nuestro primer elemento óptico– que es una lente convergente de distancia focal fija, luego penetra en la pupila para atravesar al cristalino –nuestra segunda lente convergente– y finalmente llega a la retina (figura 2). El cristalino es también un músculo, por ello, gracias a las fibras de la zónula (figura 2), que actúan como diminutos resortes, puede cambiar su curvatura, modificando en consecuencia su distancia focal. Así, somos acreedores a un poder que nos permite, en milésimas de segundo, formar imágenes de objetos lejanos o cercanos. Es decir que al momento de observar algo demasiado distante como la luna, las fibras de la zónula alargan al cristalino, aumentando su distancia focal; o cuando observamos algo tan cercano como a un promedio de 25 cm de la cara en un adulto, las fibras de la zónula contraen al cristalino, redondeándolo y disminuyendo su distancia focal (figura 3). La córnea y el cristalino, además de ser lentes convergentes, son transparentes y juntos forman al sistema óptico generador de imágenes.

En la figura 3 vemos representado el proceso formador de imágenes, mediante el reflejo de una mariposa que ha sido iluminada por el Sol. Después de que la luz llega a la retina y pasa por la lente, la córnea y el cristalino alcanza a una depresión llamada fóvea que mide aproximadamente 2 mm de diámetro (ver figura 2). Ubicada en el centro de la retina, su particularidad es que en ella están los fotorreceptores de la luz llamados conos, los cuales se activan bajo condiciones de luz diurna. Ellos nos permiten percibir colores, debido a sus 3 tipos: los que detectan la luz roja, la luz verde y la luz azul. Gracias a esto, gozamos de un sistema tricomátrico (tri: de tres, cromático: de color) formador de imágenes.

La información de color viene en el cromosoma X, específicamente en la percepción de la luz roja y verde; y debido a que los varones sólo poseen uno de éstos cromosomas, es mayor la probabilidad de encontrar a un hombre daltónico que a una mujer.

Fuera de la fóvea tenemos otros tipos de fotorreceptores llamados bastones, los cuales, comparados con los conos, son mil veces más sensibles a la luz; es por ello que se activan únicamente en condiciones de baja luz o por la noche. No perciben colores, sino que sirven para amplificar la cantidad de luz, es decir, si nos perdemos en un bosque nocturno sin luna y sólo podemos ver las estrellas.

Se dice que poseemos en promedio 120 millones de fotorreceptores, de los cuales en la fóvea se localizan de 6 a 7 millones de conos y fuera de ésta se encuentran a los bastones completando el resto.

Estos fotorreceptores están compuestos de discos membranosos que absorben la luz, convirtiéndola en impulsos eléctricos que se envían al cerebro. Es éste finalmente el intérprete y traductor de dichos estímulos luminosos, y que además invierte la imagen formada en la retina, la cual por tratarse de una imagen real está de cabeza debido a la superposición de luz (ver figura 3). Por ello se dice que vemos con el cerebro, y que los ojos son sólo el canal para que la información le llegue.

El tamaño de la imagen que se forma, depende de la distancia a la cual se encuentre el objeto, si está lejos de nuestros ojos, la imagen es pequeña y viceversa (figura 3 inciso a y b).

Sobre la retina además de la fóvea, tenemos un punto ciego, por donde salen las venas retinianas y las fibras del nervio óptico (figura 2), ahí no hay fotodetectores. Nuestra percepción visual es continua, no nos damos cuenta de que falta información porque el cerebro la compensa, siendo nuestros ojos el mecanismo para que la luz llegue a la retina, por ello… ojos que no ven, color e imágenes que no existen.

Figura 2:
Corte transversal de un ojo humano de perfil internamente.

 

 

 

Figura 3:
Formación de imágenes en la retina.

 

Dra. Juana Medina Márquez / Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica
Tonantzintla, San Andrés Cholula, Puebla.

 

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