Imagínate un ave de casi dos metros y 70 kilos, con unas patas de 15 centímetros provistas de largas y puntiagudas garras, letales como un cuchillo.
Fragmentos
Es la segunda ave más grande del mundo y hace honor al apodo «dinosaurio moderno», estamos hablando del casuario. Los casuarios habitan en las selvas tropicales de Australia y Papua Nueva Guinea, y para nada serían mascotas ideales pues son capaces de destripar a alguien con facilidad. En tiempos modernos cuidamos de pollitos y patos, pero nuestros antepasados criaban casuarios.
El análisis de cascarones de huevos de casuarios en las selvas tropicales montañosas de Papua Nueva Guinea sugiere que hace 18.000 años los humanos los recolectaban y no precisamente para el desayuno.
La antropóloga Kristina Douglass y sus colegas construyeron un modelo de desarrollo de cascarones de huevos utilizando microscopía 3D. Primero probaron el modelo con huevos de avestruz para identificar características clave a lo largo del tiempo. Luego repitieron las pruebas exitosamente con otras especies. Entonces decidieron aplicarlo con más de 1000 fragmentos de cáscara de casuario del Museo Nacional y Galería de Arte de Papua Nueva Guinea.
Huevos quemados
«La gran mayoría de los cascarones de huevo de casuario se recolectaron durante las últimas etapas del desarrollo», señaló Douglass. El equipo concluyó que estas personas recolectaron huevos intencionalmente en la etapa en que los embriones tenían extremidades, picos, garras y plumas completamente formados.
«Las cáscaras de huevo parecen muy tardías; el patrón no es aleatorio. O les gustaba comer baluts o estaban incubando polluelos».
Si bien había signos de que algunos de los huevos se habían cocinado y comido, estos eran de un desarrollo anterior. Es posible saberlo debido a que sus en sus cascarones se conservan patrones de quemaduras. Sin embargo, generalmente los fragmentos de cascarones de huevos que estaban más cerca al momento de la eclosión no contenían rastros de haber sido cocidos.
Antes de los pollos
La evidencia genética nos ha enseñado que la domesticación de los pollos ocurrió hace 9500 años aproximadamente. «El comportamiento que estamos viendo se produjo miles de años antes». Por lo tanto, aunque no hayamos domesticado a los casuarios, este es ahora el ejemplo más antiguo conocido de humanos criando aves.
Megan Hicks, arqueóloga del Hunter College que no participó en el estudio, al ser consultada por The New York Times declaró que «estos hallazgos podrían alterar radicalmente las líneas de tiempo conocidas y las geografías de la domesticación que tienden a ser las más entendidas y enseñadas, donde los mamíferos son los primeros casos más conocidos (perros y bezoar ibex). Ahora sabemos que debemos prestar más atención a las interacciones humanas con las especies de aves«.
El comercio no perdona
Si algún humano ha heredado el coraje de criar estas aves hoy en día es la gente de Papua Nueva Guinea. Ahí se crían y se comercializa su carne, huesos, plumas y huevos. «Los polluelos de casuario se imprimen fácilmente en los humanos y son fáciles de mantener y criar hasta el tamaño de un adulto», comenta el equipo de investigadores.
A pesar de su timidez y territorialidad, los casuarios son clave para la germinación, dispersión y fertilización de las semillas de muchas plantas. Entre ellas tenemos a la Cerbera floribunda que no se puede propagar sin la ayuda de estas aves. Son tan importantes que la disminución de los casuarios está contribuyendo a la reducción de las selvas tropicales australianas.
Moraleja, ni el ave más peligrosa del mundo, heredera de la ferocidad de su antepasado dinosaurio, se salva del ímpetu comercializador del humano.