Ciencia
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Parte de un cohete de Elon Musk chocará con la Luna tras quedar fuera de control
TXT Javier Salas

Parte de un cohete de Elon Musk chocará con la Luna tras quedar fuera de control

Fotógraf@/ Reuters
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La basura espacial no es como la que barres bajo la alfombra y te olvidas; obliga a seguir su trayectoria para evitar un susto. Al hacerlo, los astrónomos han calculado que el módulo de una nave de Elon Musk chocará con la Luna dentro de unas semanas después de varios años en una órbita caótica.

El cohete, que sirvió para poner en órbita un satélite de Estados Unidos que vigila el clima terráqueo, lleva desde febrero de 2015 fuera de control entre la Luna y la Tierra. Cuando se estrelle contra la superficie lunar, será la primera vez que un objeto humano impacte de forma involuntaria en el satélite.

Tras lanzar el Observatorio Climático del Espacio Profundo, la segunda fase del cohete Falcon 9 ya se había alejado demasiado y no contaba con el combustible necesario para regresar a la Tierra, donde se desintegraría contra la atmósfera.

Tampoco tenía suficiente potencia para escapar de la gravedad del sistema Tierra-Luna, por lo que el módulo quedó atrapado y descontrolado. Ahora, según adelantó la web Ars Technica, un especialista en control de objetos espaciales, Bill Gray, ha calculado que este módulo rozó la Luna el 5 de enero y caerá el 4 de marzo contra este pequeño mundo, que no tiene escudo atmosférico que lo proteja.

No obstante, estos cálculos tendrán que ajustarse cuando vuelva a acercarse a la Luna el 7 de febrero. Tras pasar de largo, regresará para golpearla en su cara oculta dentro de cinco semanas. Otros expertos independientes han confirmado la validez de la estimación.

“Es la primera vez que sucede algo así, que sepamos”, señala la astrónoma Julia de León, experta en seguimiento de objetos espaciales. “Seguro que ha habido algún impacto pequeñito que no conozcamos, porque ya hay muchísima basura espacial, pero está bastante controlada. Nunca algo así, tan grande y descontrolado”, añade la científica del Instituto de Astrofísica de Canarias.

El tanque de la segunda etapa del Falcon 9 pesa unas cuatro toneladas e impactará a casi 9.300 kilómetros por hora.

Ese accidente provocará un impacto que, por buscarle el lado positivo, puede ser interesante desde el punto de vista científico. Al chocar, levanta partículas y raspa la superficie, lo que da opción de estudiar dos aspectos, según explica De León, que en la Tierra no tienen interés.

“Permite analizar cómo son los impactos en distintas gravedades, cómo se comportan las partículas en ese entorno diferente”, indica la científica, “y también ayuda a ver un poco más allá de la superficie, al alterarla accedes a material más fresco”.

La NASA hizo precisamente esto de forma deliberada en 2009, al lanzar la sonda Lcross para detectar agua bajo el polvo lunar, entre otras mediciones. Por desgracia para la curiosidad científica, y siempre según los cálculos actuales, no podrá verse el próximo impacto porque las sondas que estudian nuestro satélite no estarán pendientes de ese punto, cerca del ecuador en la cara oculta, cuando se produzca.

Normalmente, se reserva una determinada cantidad de combustible para poder redirigir mínimamente las distintas fases de los cohetes que no están diseñados para regresar sanos y salvos o se calcula su trayectoria para que salga disparado en órbita solar o caiga de manera controlada en la atmósfera terrestre.

“Estos sustos van a ir a más, cuantos más objetos, más probabilidad de fallos y colisiones”, declara Julia de León, IAC.

“Es probable que hubiera algún fallo de cálculo en este caso, pero estos sustos van a ir a más”, advierte De León. El progresivo aumento de actores en la carrera espacial, tanto naciones como compañías privadas, está agravando a gran velocidad el acuciante problema de la chatarra espacial.

Solo en los últimos meses se han multiplicado los incidentes por objetos peligrosos en órbita fuera de control, y la compañía de Elon Musk no ha sido ajena a estos incidentes, por pura lógica, dado su músculo para servir a intereses espaciales privados y gubernamentales, como llevando astronautas hasta la Estación Espacial Internacional (ISS).

En mayo, China dejó caer sin control sobre la Tierra restos de un cohete que usó para poner en órbita su estación espacial. La chatarra era de tal tamaño que hubiera provocado una desgracia al llegar al suelo en una zona habitada (por unas horas se calculó que podría caer sobre territorio peninsular español). Y aunque finalmente cayó en el Índico, provocó una queja de la NASA por su actitud “irresponsable”.

En noviembre, Rusia probó a derribar uno de sus antiguos satélites con un misil, lo que provocó un diluvio de 1.500 piezas de chatarra que puso en peligro a los astronautas de la ISS.

Poco antes de acabar el año, unos aparatos satelitales de Starlink, también de Musk, pusieron en peligro la estación espacial china, lo que permitió a la potencia asiática devolver la queja estadounidense de unos meses antes. Las megaconstelaciones privadas de sistemas de comunicación serán un foco permanente de problemas de este tipo.

“Es un poco pirata todo esto que está pasando, que cada cual pueda hacer lo que quiera en el espacio y que se aguante el resto”, critica De León. Se provoca contaminación que perjudica a la astronomía, se interfiere en la búsqueda de asteroides peligrosos y “cuantos más objetos, más probabilidad de fallos y colisiones”.

“No se hará nada hasta que tengamos un desastre, algo grave”, lamenta la científica. Musk tuiteaba hace unos días sobre “volver a la Luna pronto”, junto a la foto de uno de sus cohetes, pero no se refería a este choque accidental del 4 de marzo, sino a que SpaceX será quien lleve a los próximos astronautas a pisar el polvo grisáceo.

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