La realidad que percibimos está completamente mediada por nuestros sentidos.
Entendemos que algo existe si lo podemos sentir, tocar, oler, escuchar o ver. Pero, ¿Qué pasaría si nuestro cerebro nos engañara para protegernos?
Esta parece ser la conclusión a la que llegaron un grupo de científicos de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, quienes encontraron que nuestro cerebro procesa las imágenes con 15 segundos de retraso frente a lo que pasa “en la realidad”.
¿Por qué? Al parecer, por una respuesta evolutiva que nos ha servicio para adaptarnos a los continuos bombardeos de información visual de la que son víctimas nuestros ojos constantemente: millones de formas, colores y movimientos constantes en nuestro entorno e interpretar todo esto parece ser una tarea algo compleja para el cerebro.
Mundo visual
Por un lado, el mundo visual se altera continuamente debido a cambios en la luz, el punto de vista y otros factores.
Por otro, nuestra información visual cambia constantemente debido al parpadeo y al hecho de que nuestros ojos, cabeza y cuerpo están en constante movimiento.
Sin embargo, ver nunca se siente como un trabajo para nosotros.
En lugar de percibir las fluctuaciones y el ruido visual que podría registrar un video, percibimos un entorno constantemente estable.
Entonces, ¿Cómo crea nuestro cerebro esta ilusión de estabilidad? Este proceso ha fascinado a los científicos durante siglos y es una de las cuestiones fundamentales en la ciencia de la visión.
Vivir en el pasado
La investigación liderada por Mauro Manassi, profesor Asistente de Psicología, Universidad de Aberdeen y David Whitney, profesor de Psicología, Universidad de California, Berkeley, encontró un nuevo mecanismo para explicar esta ilusoria estabilidad con la que percibimos la “realidad”.
Ellos lograron determinar que el cerebro suaviza automáticamente nuestra entrada visual con el tiempo.
En lugar de analizar cada instantánea visual, percibimos en un momento dado un promedio de lo que vimos en los últimos 15 segundos.
Entonces, al juntar objetos para que parezcan más similares entre sí, nuestro cerebro nos engaña para que percibamos un entorno estable.
Vivir “en el pasado” puede explicar por qué no notamos los cambios sutiles que ocurren con el tiempo.
En otras palabras, el cerebro es como una máquina del tiempo que nos hace ir hacia atrás.
Es como una aplicación que consolida nuestra entrada visual cada 15 segundos en una impresión para que podamos manejar la vida cotidiana.