Bernardo Wolf, una de las personas más brillantes y originales que he conocido en mi vida, ha dejado su "puesto de observación" sobre nuestro planeta, como decía Carl Sagan. Bernardo fue un hombre del Renacimiento, quien hablaba con fluidez al menos ocho lenguas, un orientalista practicante, que conocía a fondo la filosofía de la India y que podía recitar, en ruso, hebreo o sueco, largos poemas con exactitud imposible y perfecta. De pronto, en medio de una charla o un seminario entre nosotros, algo le recordaba a Góngora o a Quevedo o a una decena más de los grandes de España, Irlanda o Rusia y se lanzaba con dicción perfecta a declamar.
Lo conocí como maestro de físico-matemáticas en la facultad de ciencias donde, para nuestra sorpresa, solía impartir su cátedra en posición de flor de loto sobre el escritorio. No era fácil seguir su discurso y sus fórmulas, que parecían emanar de alguna dimensión desconocida del universo, sólo para él accesible. A partir de entonces Bernardo y yo fuimos cercanos y charlábamos con cierta frecuencia. Años después, habiendo ambos trabajado con Marcos Moshinsky, a quien admirábamos y considerábamos nuestro padre académico, se estableció un vínculo casi fraterno entre nosotros. Escribimos algunos artículos juntos y editamos varios libros que considero entre las obras que más alegría y orgullo me provocan. No he conocido a ningún otro entre mis colegas que pudiera escribir, en español e inglés (y posiblemente en media docena más de idiomas) con la perfección y precisión con que él lo hacía en libros y centenares de artículos científicos y de toda índole. Debo agregar que considero a Bernardo uno de los más brillantes físico matemáticos con que nuestro país ha tenido la suerte de contar. Su obra científica es extensa y profunda y perdurará en la memoria de la ciencia mexicana y universal.
Pero es importante agregar que, aparte de su indudable genio y excentricidad, Bernardo fue un hombre gentil y generoso, con una de las mentes más extraordinarias que he tenido la fortuna de conocer. No olvidaré su mirada llena de luz e inteligencia. Descansa en paz, querido amigo.