El desarrollo cerebral en los primeros años de vida puede verse afectado por la exposición a temperaturas extremas, un problema más común entre niños de entornos desfavorecidos, según un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), promovido por la Fundación “la Caixa”.
El análisis, que incluyó resonancias magnéticas a 2,681 preadolescentes neerlandeses, fue co-liderado por el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Idibell), en colaboración con el Erasmus University Medical Center Rotterdam (ERASMUS MC) y el Centro de Investigación Biomédica en Red en Epidemiología Salud Pública (CIBERESP) y Salud Mental (CIBERSAM).
Publicado en Nature Climate Change, el estudio revela cómo la vulnerabilidad a las temperaturas extremas afecta tanto a niños como a fetos durante el embarazo, exacerbada por la crisis climática actual y la crisis energética que afecta a familias vulnerables.
Mònica Guxens, investigadora de ISGlobal, Erasmus MC y CIBERESP, comentó la falta de investigaciones sobre los cambios en la estructura cerebral debido a estas condiciones.
El equipo de Guxens descubrió que la exposición al frío durante el embarazo y el primer año de vida, así como al calor desde el nacimiento hasta los tres años, se relaciona con una menor maduración de la sustancia blanca en la preadolescencia, indicada por una mayor difusividad media.
Laura Granés, investigadora del IDIBELL e ISGlobal y autora principal del estudio, relacionó alteraciones en este parámetro con peores funciones cognitivas y problemas de salud mental.
No se encontraron efectos significativos en la anisotropía fraccional, sugiriendo que la difusividad media podría ser un mejor indicador de maduración de la sustancia blanca.
Además, el estudio estratificado por estatus socioeconómico mostró que los niños de barrios más desfavorecidos son más susceptibles a estas condiciones extremas, potencialmente debido a peores condiciones de vivienda y pobreza energética.
Otros mecanismos que podrían explicar cómo la temperatura afecta el neurodesarrollo incluyen la calidad del sueño, alteraciones en las funciones placentarias, la activación del eje hormonal con aumento de cortisol, y procesos inflamatorios.