Una soledad demasiado ruidosa.
Hay autores a los que uno siempre quiere volver, ora porque escribieron un libro que marcó la vida del lector, ora porque simplemente crearon una obra fascinante por donde se la aborde.
La recomendación de esta semana tiene que ver precisamente con uno de esos escritores a los que siempre se desea regresar y conseguir cuanto libro haya escrito. Me refiero al checo Bohumil Hrabal (Brno, 1914-Praga, 1997), uno de los autores más destacados de la literatura centroeuropea del siglo XX.
Ya en otra ocasión recomendé Yo que he servido al rey de Inglaterra, una novela del mismo autor en la que se aborda la historia de un aprendiz de camarero.
Ahora toca el turno a Una soledad demasiado ruidosa (1976; Galaxia Gutenberg, 2017. Traducción de Monika Zgustova), una de las novelas más importantes del checo y que fue escrita cuando su obra estaba prohibida en su país.
El personaje principal y narrador es Haňťa, quien trabaja en un almacén de reciclaje de papel. Desde hace 35 años se dedica a prensar libros en un sótano de la empresa, desde donde se le abre el mundo para dar rienda suelta a un sinfín de reflexiones.
Entre libros, réplicas de obras maestras de la pintura y ratones, Haňťa se encarga de crear balas para su posterior distribución. Sin embargo, el hombre también se ha dedicado a leer, a llevarse libros a su departamento, donde asegura que tiene dos toneladas de ejemplares que estaban destinados a la destrucción.
Desde el subsuelo reflexiona acerca de todo el conocimiento que ha acumulado la humanidad a través de la literatura. En cada bala que forma busca incluir una obra maestra de ese arte y también pictórica.
Entre toques surrealistas, bocanadas de humor y de ternura, Haňťa recorre los barrios de Praga, casi siempre empapado en cerveza, de la que bebe jarras y jarras. Lo que a veces le provoca desencuentros con el jefe del almacén, quien lo reprende en algunas ocasiones.
El hombre, que nos recuerda que «soy culto a pesar de mí mismo», espera jubilarse con su prensa para no extrañar el oficio una vez que se haya retirado. Piensa que en cinco años más podrá aspirar a esa jubilación y comprar la prensa para tenerla consigo. Mientras tanto, se emborracha y dedica su vida a prensar libros, pinturas y ratones.
Entre sus reflexiones menciona a figuras históricas como Jesús, Lao-Tse, Goethe, Schiller, Hölderlin, Nietzsche, Kant, Hegel, Erasmo, Pollock, Gauguin, Richard Wagner, entre muchos otros, a quienes de alguna forma agradece sus aportaciones a la historia de la humanidad y con quienes ha convivido durante décadas en el sótano.
A través de la historia el lector se topa con personajes tan entrañables como el propio Haňťa, tal como su tío, un ferrocarrilero jubilado con ciertas manías y quien le sugirió que se hiciera de la prensa cuando se retirara de la vida laboral.
Cada personaje aporta un grado de surrealismo, de humor y de ternura. La obra divierte y conmueve: he ahí una habilidad de Hrabal, capaz de hacer reír y llorar al lector en un plumazo.
Una soledad demasiado ruidosa también advierte de los cambios generacionales, de cómo el hombre es sustituido por la máquina a velocidad insospechada. El personaje central es el representante de la última generación que de alguna forma imprimía cierto romanticismo a lo que hacía para dar paso al automatismo.
Por donde se la mire, es una novela profunda, pese a su brevedad (102 páginas en la citada edición). Se trata, pues, de una de esas obras a las que se volverá una y otra vez.
TOMADA DE LA WEB
El estilo de Bohumil Hrabal combina el humor con la ternura y el surrealismo para narrar tragedias.
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La primera edición en español de Una soledad demasiado ruidosa fue publicada por Destino.
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Fotograma de un filme animado checo basado en la novela de Hrabal.