Estoy convencido de que la literatura es la expresión más humana para transmitir el dolor que produce un conflicto bélico, para describir los efectos y las secuelas que padece la sociedad que lo vive. Porque es a través de la palabra como se dice el sufrimiento, como se nombra la soledad.
Hace tiempo escribí acerca de A todos nos falta algo (Cal y Arena, 2014), una antología que reúne doce cuentos de escritores croatas. Mencioné que varios de los textos hacen alusión a la guerra de los Balcanes que despidió cruelmente el siglo XX y de la que los autores que forman parte del libro fueron testigos.
Pues bien, esta semana propongo una lectura relacionada con ese conflicto y la huella que dejó en una sociedad que terminó rota o fragmentada. Me refiero a Ándjela (Alfaguara/Casa Refugio Citlaltépetl, 2001), del escritor serbio de origen croata Vladimir Arsenijević (Pula, 1965).
Ésta es la segunda novela del autor y forma parte de una tetralogía. Hay que decir que Vladimir vivió un tiempo en nuestro país, en la Casa Refugio Citlaltépetl, A.C. de la Ciudad de México, gracias a un convenio.
Abandonó Belgrado con dificultad, cuando la capital serbia comenzaba a ser bombardeada por la OTAN, en 1999. Tras una serie de complicaciones, cruces fronterizos peligrosos, unos días en Sarajevo, una visita a su familia en Eslovenia, abordó un avión que lo llevó a Frankfurt y de allí voló a la capital mexicana, adonde llegó en el último mayo del siglo XX.
En Ándjela no hay pretensiones de autocompasión ni lecciones moralistas. Por el contrario, Arsenijević retrata esa parte de la sociedad que casi nunca es tomada en cuenta por los medios –ni los políticos– en una guerra: el ciudadano común, el de a pie.
Así pues, la historia es narrada por el esposo de Ándjela, un hombre lleno de dudas, sin expectativas, cargado de conflictos existenciales: «A pesar de todos mis esfuerzos, jamás he logrado encontrar en la Existencia algo que, por lo menos parcialmente, la justificara».
La pareja es sobreviviente de la guerra y vive en una Belgrado herida y devastada cuyos habitantes son fantasmas que recorren los escombros del conflicto, en medio de la decadencia. Porque aquellos que no piden la guerra están condenados a abandonar su tierra o a vivir entre muertos.
Ándjela es una mujer complicada, acaso enigmática, con un hermano fallecido en el frente de batalla. Ella y su esposo son desempleados y adictos a la heroína. No hay en ellos un dejo de esperanza en el porvenir, protagonizan peleas constantes: no parece haber motivo alguno para mantenerse juntos. Sin embargo, es acaso esa guerra personal la que justifica su unión y deciden rebelarse contra el absurdo que rodea sus vidas: tienen un hijo.
La narración de Arsenijević es espléndida. La voz desgarradora del personaje –sus traumas, sus miedos– dimensiona la magnitud de un conflicto bélico en una sociedad que hoy en día no ha terminado de recoger sus fragmentos ni han cicatrizado las heridas de ese oscuro episodio para la humanidad.
La guerra de los Balcanes es el telón de fondo de Ándjela. No se trata de una crónica ni de una lección de historia ni de moral. Es el relato de un hombre inmerso en la desesperación, en un constante combatir a sus demonios. Pese a ello, busca a toda costa justificar su existencia.
Ándjela es una novela conmovedora que exige al lector reflexionar acerca de cómo sobrellevar la vida en medio de circunstancias extremas.
Hacia el final de la obra, el lector bien podría convencerse de que aun cuando todo es desesperanza y sufrimiento, los corazones todavía palpitan en medio de la desolación.
TOMADA DE LA WEB
Vladimir Arsenijević se convirtió en el primer residente de la Casa Refugio Citlaltépetl, junto con el kosovar Xhevdet Bajraj.
TOMADA DE LA WEB
De Arsenijević también se ha editado en español la novela Entre líneas.
TOMADA DE LA WEB
En 1999, la OTAN bombardeó diversos puntos de Belgrado, dejando decenas de muertos y heridos.