El 25 de diciembre de 1989, el matrimonio conformado por Elena y Nicolae Ceaușescu fue ejecutado en el patio de una base militar situada en la ciudad de Timisoara, en la República Socialista de Rumanía, tres días después de su detención. En plena Navidad. Ese acto significó el fin del llamado régimen comunista de los Ceaușescu (1974-1989). Con ello, en el papel, las cosas irían mejor en ese país del Este europeo. Pero… no hay tal.
Horas antes de la doble ejecución, Elena y Nicolae fueron sometidos a un «tribunal del pueblo» conformado por llamados golpistas: se cree que únicamente se trató de una simulación de juicio, pues la decisión de asesinarlos ya estaba tomada de acuerdo con la «nueva ley».
Este hecho estuvo antecedido por lo que ciertos articulistas occidentales llaman una «revolución» para justificar el cambio en el poder. Lo cierto es que la confusión en torno a esos hechos prevalece hoy en día. Como ejemplo, hay que decir que entre los «revolucionarios» que tomaron las calles había obreros que se manifestaron en contra de la privatización de las fábricas ante la inminente apertura del país al neoliberalismo, pero la televisión y diversos medios los hicieron pasar como parte de los opositores a los Ceaușescu, puesto que fue una «revolución» televisada.
20 años después de aquellos acontecimientos, la Academia sueca otorgó el Premio Nobel de Literatura a Herta Müller (Nitzkydorf, 1953), una mujer nacida en tierra rumana, pero que es descendiente de alemanes emigrados a ese país.
Müller creció bajo el yugo de los Ceaușescu. Ello marcó su vida profundamente y se convirtió en la materia prima de sus obras, que a la postre le permitirían obtener el galardón más prestigioso del mundo de las letras.
Para tratar de entender la vida bajo los lineamientos de aquel periodo, la recomendación de esta semana es un libro de la Nobel titulado La bestia del corazón (Siruela, 2009), una novela inquietante y a su vez placentera: inquietante por la atmósfera en la que se desarrolla la historia; placentera por el lenguaje de Müller, tan cercano a la poesía.
La novela gira en torno a cinco estudiantes: Lola, Kurt, Edgar, Georg y la narradora, de quien no se sabe el nombre, pero que bien podría tomarse como un trasunto de la propia Müller.
El suicidio de la primera lleva a pensar a los otros cuatro en dejar Rumanía, pero las dificultades para ello son inmensas, pues quienes tratan de huir del país son ejecutados.
La protagonista narra su vida a través de vueltas al pasado que intercala con su presente. De esta forma el lector se entera de la demencia que padece su abuela, de los achaques de su madre y las penas de sus amigos, así como un malestar conjunto que no parece tener fin, sino que se incrementa y conduce a todos a un vacío irreversible.
Aunado a ello, el ambiente es irrespirable, pesado hasta la nulidad del ser. Sin embargo, la novela narra las peripecias de los cuatro amigos para resistir y no resignarse a ser anulados por el sistema, aun cuando ello implica el riesgo de perder la vida o ser sometidos a torturas.
En la historia hay un personaje siniestro: Pjele, un vigilante del gobierno sin escrúpulos que parece disfrutar el acecho, los interrogatorios y humillar a los otros.
Pjele es un ejemplo de los cientos de miles de informantes con los que –se dice– contaba la República Socialista de Rumanía mientras Elena y Nicolae estuvieron al frente del poder y que fueron parte fundamental del aparato represor.
La protagonista de La bestia del corazón se refiere a Nicolae como «el dictador» y su figura ronda las páginas como la sombra que antecede a la noche.
La de Herta Müller es una novela dolorosa, sin duda. No obstante, su estilo mitiga ese dolor con ungüentos de poesía y frases cortas que hacen olvidar, por momentos, el agobio al que la ciudadanía está expuesta.
El comunismo ha recibido señalamientos en el sentido de que no hay libertad ni democracia bajo ese sistema. Pero hay que cuestionarse si la democracia consta en permitirle a la gente elegir a los gobernantes que entregarán las riquezas de una nación a fuerzas extranjeras, a costa de los derechos de los individuos.
La anulación del individuo para dar cauce a la masificación de pensamiento uniforme, la falta de libertad de expresión, el totalitarismo disfrazado de democracia, la imposibilidad de exigir derechos no son características exclusivas del comunismo: lo vemos hoy en día en países como Estados Unidos, España, Chile, Colombia y otros que han entregado a sus millones de ciudadanos.
En el veredicto del simulacro de juicio, Elena y Nicolae Ceaușescu fueron acusados de genocidio, de socavar el poder del Estado y destruir la economía nacional (paradójicamente, la deuda externa del país era nula cuando ejecutaron al presidente). Además los señalaron de haber vivido en la mayor de las opulencias, rodeados que lujos mientras el pueblo padecía pobreza y sufría hambre.
No es característico de los comunistas o socialistas como los Ceaușescu darse vida de reyes mientras la sociedad sufre. En México hay casos de sobra. Muchos.
En resumidas cuentas, La bestia del corazón es un testimonio de cómo el totalitarismo –llámese como se llame– ciega a los poderosos y mutila los sentimientos y el pensamiento del ciudadano común.
TOMADA DE LA WEB
La obra de Herta Müller aborda las condiciones de vida durante el régimen de Ceaușescu.
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Elena y Nicolae Ceaușescu gustaban del culto a la personalidad y lujos excesivos.
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Aspectos de las movilizaciones en Rumanía, a finales de 1989.