En medio del surrealismo político de este país y de su democracia simulada, apartarse para no sucumbir en ese torbellino conviene para la salud mental y prevenir males en el hígado.
La lectura y sus múltiples beneficios no gozan de amplia popularidad en nuestro país, ora porque los libros son costosos, ora porque simple y llanamente no hay interés. Pero no todos los buenos libros son caros, ni todos los libros caros son buenos.
Hoy recomiendo a otro autor húngaro en la lista de escritores de ese país que ya he abordado en este espacio. Me refiero a Tibor Déry (Budapest, 1894-Ibíd., 1977), un hombre comprometido con las causas sociales que fue condenado a nueve años de prisión, en 1957, pero que en 1960 pudo salir gracias a una amnistía.
Ya en otra ocasión he elogiado la labor del Sergio Pitol traductor y su encomiable esfuerzo para ofrecer a los lectores en lengua hispana obras maestras de autores cuyas lenguas nos resultan completamente incomprensibles.
Pues bien, El ajuste de cuentas, de Tibor Déry, forma parte de la colección Sergio Pitol Traductor de la Dirección General de Publicaciones del otrora Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, en coedición con la Universidad Veracruzana. La primera edición, en 2007, corrió a cargo de esa institución educativa, en tanto que la segunda, de 2011, fue en conjunto.
Se trata de un libro que contiene tres relatos que son tres piezas maestras del género, ambientadas en la convulsa década de los cincuenta de Hungría, que en 1956 desembocó en una revuelta de ese país.
En este sentido, debo mencionar que Tibor Déry nació en una familia burguesa, pero se afilió al Partido Comunista desde muy joven. Esa militancia lo obligó a exiliarse por varios años y su labor literaria comenzó en una revista llamada Hoy, en 1920.
El primer relato del libro es el que precisamente da título a la obra: «El ajuste de cuentas» (1961). Cuenta que cierta noche, antes del toque de queda, el estudiante Feri Kovács llega al apartamento de un profesor de medicina, pero lleva una ametralladora. Por ello, el anciano maestro sabe que si los descubren, ambos serán hombres muertos. Sin embargo, le quita el arma y obliga al estudiante a marcharse de ahí.
El viejo coloca la ametralladora en un rincón y se convierte en una especie de fantasma que ronda sus pensamientos. Ante esta crisis, decide abandonar su apartamento y huir hacia la frontera para dejar el país. No obstante, bajo una tormenta invernal, inicia una marcha cruda y agónica de la que probablemente no tendrá regreso. En ese andar se cuentan historias de los que lo acompañan; es una marcha dramática, desgarradora, de desplazados que buscan abandonar un país convulso, bajo la tormenta de nieve.
El segundo relato, «Amor» (1956), es un canto a la libertad. El protagonista, B., recupera su libertad después de pasar varios años en prisión. No se sabe por qué fue encarcelado ni tampoco por qué lo liberaron. Así de confuso es el ambiente político de esos años en aquel país.
- abandona la cárcel con la ropa arrugadísima que le es devuelta, las mismas prendas con las que llegó. Aborda un taxi y pide al chofer que lo lleve a Budapest. En el camino descubre que todo ha cambiado: nuevos edificios, se enamora de la belleza de las mujeres y experimenta cierta felicidad.
Al llegar a su casa, la encuentra sola. Se desespera de estar ahí, solo, y decide salir a la calle. Entonces descubre a su esposa, a su hijo –al cual no reconoce– y a cuatro niños que le son desconocidos. El reencuentro es la recuperación plena de la libertad.
El último relato, «Filemón y Baucis», es conmovedor de principio a fin. Es un matrimonio de ancianos. Él ha ahorrado cierta cantidad de dinero para comprar a su esposa una corneta que le permita escuchar y un ramo de rosas. Ambos están por celebrar el cumpleaños de la mujer, que casi ha perdido el oído y por ello el viejo debe repetirle las cosas de forma constante.
Cuando se disponían a cenar, de pronto, de la calle proviene el tableteo de las armas, los combates crecen. La vieja no se entera de los disparos. Sin embargo, sospecha de su marido, quien comienza a cerrar las puertas y ventanas y se mueve con torpeza. Ella ni se imagina.
En eso llaman a la puerta. Varias veces. El hombre no quiere abrir, pero ante la insistencia, decide ver de qué se trata. Resulta que es un joven que acaba de ser herido y busca ayuda. La mujer recuerda a sus tres hijos muertos en la guerra y le pide al hombre que mejor lo lleve con sus vecinos para que ellos se hagan cargo.
Cuando Filemón regresa a casa, sufre una hemorragia nasal incontenible. Baucis decide ayudar a su marido; recupera el oído por amor y sale de casa en busca de ayuda. Piensa llegar a casa del médico y entonces escucha el sonido de las balas. Antes de llegar con el doctor, es alcanzada por un proyectil. El esposo, un tanto recuperado, aguarda el quizá imposible retorno de su esposa, mientras asiste el parto de su perra, que está escondida en una alacena.
Los tres son relatos dignos de antologías. El libro puede conseguirse fácil. Y lo mejor: no es caro, pero sí muy valioso.