Dada su recia personalidad e impronta Yecapixtla es una de las regiones morelenses más preciadas. La grandeza de su entorno natural, unida a su trayectoria histórica cultural, que abarca desde sus raíces prehispánicas, su trayecto novohispano y su vida contemporánea la constituyen como un verdadero compendio de la historia morelense y mexicana.
El paisaje de Yecapixtla está determinado por sus siete barrancas, propias de la naturaleza telúrica de su entorno, presente en su emblemático volcán el Cerro Yoteco y la colosal presencia del Popocatépetl y el Ixtlacihuatl, los más amados volcanes mexicanos.
El cronista de la conquista Bernal Díaz del Castillo dio constancia y reconoció la valerosa defensa de los habitantes de Yecapixtla, hasta su caída en marzo de 1521. La topografía fue tremendo obstáculo a vencer y la lucha se continuó en el interior del pueblo, como lo rememora la Calle de la Defensa.
Hernán Cortés se percató y aquilató la importancia del poblado, logrando que Carlos V se lo concediera, como una de las cinco villas de su marquesado. Finca una casa, crea huertos de árboles frutales, preserva el logrado sistema de tributación existente y lleva los primeros frailes franciscanos para las tareas de evangelización.
A los franciscanos pioneros siguieron los agustinos quienes se distinguían por levantar conjuntos monumentales donde el vigor económico lo permitía, como Acolman, Meztitlán, Cuitzeo y Yecapixttla, donde podemos apreciar la realización de proyectos que nos hablan de la dimensión de los sueños, de la necesidad sentida de estar acordes a las dimensiones de inconmensurables paisajes y dejar constancia de la trascendencia que atribuían a su misión, en ocasiones cercana a la utopía. Ciertos del vigor cultural de quienes los rodeaban incorporaron, casi subliminalmente, algunos elementos propios de fortificaciones, como almenas y garitones.
Los vestigios en piedra de “los hombres de nariz afilada”, como lo señala su etimología, quedaron en los propios muros del nuevo convento, donde se reutilizaron piezas labradas con el rostro de los ancestros o la pila bautismal, esculpida con elementos inconfundiblemente mesoamericanos de gran simbolismo.
El Yecapixtla novohispano nace en el momento en que la Edad Media europea fenece y surge el renacimiento, esa transición se refleja, sin la menor duda, en el espléndido rosetón, que es una de las joyas del arte colonial mexicano, además de las nervaduras que complementan un nostálgico neogótico, al que se adicionarán posteriormente elementos renacentistas, barrocos y neoclásicos. Todos estos elementos de la historia de la arquitectura están presentes en Yecapixtla.
La importancia del convento de San Juan Bautista fue reconocida por la UNESCO al inscribirlo como Patrimonio Mundial, máximo reconocimiento otorgado por el más importante organismo cultural de las Naciones Unidades, a sitios y fenómenos reconocidos por su aportación a la historia del género humano. Sin embargo el gran convento no fue un hecho aislado, Yecapixtla conjunta otros tesoros como los magníficos retablos de Xochitlán y Pazulco, ejemplos del arte tequitque y la estratégica red de construcciones religiosas que comprendían minúsculos conventos y templos como Texcala, Tecajec y Achichipico.
Un atributo más del patrimonio de Yecapixtla son las pinturas murales, de diferentes épocas, que cubren grandes superficies en algunos de sus edificios religiosos. Las hay desde pinturas al fresco, cuya factura refleja la intervención de maestros de alta escuela, a obras generadas a partir de la sensibilidad popular.
Deben destacarse y difundirse las obras novohispanas de infraestructura para sortear las cañadas con notables puentes y acueductos, como los Arcos de Tecajec y el acueducto de Texcala.
La hospitalidad de los yecapixtlenses se reconoce desde los días en que llegaban los visitantes en el tren de vía angosta a conocer el poblado, a comprar en el mercado, igual que hoy, sus sabrosos aguacates, duraznos o pitayas recién cosechadas, su variedad de tamales, las cajetas de camote y calabaza o el dulce de ciruela.
Toda visita a Yecapixtla incluye saborear su exquisita cecina, con tortillas del comal, queso fresco, crema, salsa martajada, nopales y frijolitos. Todo esto se sirve cotidianamente en los múltiples restaurantes donde, además se puede pedir el suculento corte llamado zopilote. La calidad y fama en la preparación de esta carne ha hecho casi inseparable la asociación de buena cecina con Yecapixtla.
El rito y la fiesta rige la vida del pueblo organizado en mayordomías que son centinelas de las tradiciones y hospitalarios anfitriones, lo mismo el 24 de junio, día del santo patrón, que en las fiestas de cada barrio, la Semana Santa con sus procesiones de fariseos, los infaltables matacueros, romanos y peregrinos que acompañan a sus imágenes, que el día de muertos y sus ferias, como la de La Cecina y la del Tianguis Grande, donde las bandas de viento, jaripeos y Brinco del Chinelo suman los visitantes.
El trabajo agropecuario da lugar todos los jueves al mercado ganadero que reúne a gran cantidad de ejemplares, vacunos, caprinos, equinos y porcinos, en una superficie de cuatro hectáreas. Si la gran concentración de ganado es digna de verse, la venta de comida, sombreros, botines, sillas de montar y otros artículos resulta todo un atractivo.
Texto y Fotografías
Adalberto Ríos Szalay
Profesor
Escuela de Turismo UAEM